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Ernesto Hernández Norzagaray

20/01/2024 - 12:02 am

Narcoterrorismo y populismo

O sea, en las llamadas “elecciones más grandes de la historia” hay un jugador en las sombras que está actuando abiertamente y es probable, que se hará más visible conforme avance el proceso electoral sin que haya a la vista, más allá de declaraciones, una estrategia de contención

Un soldado ecuatoriano cerca de la cárcel de Turi, Ecuador, el 14 de enero de 2024. Foto: Javier Caivinahua, AP

En un podcast reciente que Manuel Alcántara, exvicerrector de la Universidad de Salamanca y exdirector de la FLACSO España, subió a las redes sociales sobre una charla que sostuvo con Jamil Mahuad, el expresidente de Ecuador, para el conversatorio de Latinoamerica21 “Jarrón Chino” (https://manuelalcantarasaez.com/el-jarron-chino-jamil-mahuad/) reflexionó sobre las amenazas que tenemos en varios países de la región Latinoamericana, y en particular, su país, que atraviesa por una crisis severa de violencia la redujo a la expresión que lleva por título esta colaboración. 

Mahuad, actualmente profesor en la Universidad de Harvard, muestra su preocupación por el avance del narcotráfico en la región y señala con todas las letras que las acciones violentas del narcotráfico cada vez lindan más con el terrorismo. Basta volver la vista a lo sucedido la semana pasada en su país, cuando los grupos del crimen organizado ecuatorianos vinculados con el Cártel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación, tomaron por asalto varias ciudades incluido Quito, dejando una estela de muerte y temor colectivo que ha obligado al Gobierno de Daniel Noboa a tomar decisiones de emergencia para lograr restablecer la gobernabilidad.  

Sin embargo, si bien Noboa ha logrado controlar la situación, especialmente de las cárceles, la amenaza sigue latente y es probable que el repliegue de estos grupos signifique un paso atrás para luego dar dos pasos adelante.  

Ya se vio la capacidad operativa para asesinar a Fernando Villavicencio, un candidato presidencial, y más recientemente a un vicefiscal, y realizar las acciones que nos remiten a situaciones similares que en México han realizado los cárteles de Sinaloa y Jalisco en varios estados de la República. 

La mayor diferencia entre los presidentes Noboa y López Obrador hasta ahora es que el ecuatoriano ha decidido poner nombre a estos ataques a la población al reconocerlos como terrorismo y actuar en consecuencia con lo cual peligra su vida, mientras nuestro Presidente sigue viéndolo como un asunto de crimen organizado.  

 Y es que, entre ambas categorías jurídicas, hay una diferencia sustantiva, tanto en la postura política de quien hoy representa al Estado ecuatoriano como en las acciones disuasivas del sistema de seguridad y mejor las penas contra los miembros de estas organizaciones internacionales. 

Ciertamente, hasta ahora, la iniciativa para considerar a los cárteles mexicanos como terroristas ha venido del Gobierno estadounidense durante el mandato de Donald Trump, lo que fue rechazado por el Gobierno de López Obrador por ser “un atentado contra la soberanía nacional”, sin embargo, desde entonces la situación de violencia ha empeorado y son innumerables las masacres que han ocurrido en el país.  

Sin embargo, pese a la gravedad de la situación, no ha sido suficiente para que el Congreso de la Unión al menos discuta la figura prevista en el código penal (artículo 139) posibilidad de considerar a los cárteles como organizaciones terroristas, lo que podría conllevar a un cambio de fondo en la política de seguridad, la política de “abrazos, no balazos” que en la concepción del Presidente López Obrador significa volver a la política de Felipe Calderón cuando hay que ir a las causas aunque el balance a cinco años de esta política resulte negativa. 

Pero volviendo a las expresiones del expresidente Mahuad este señala que el proceso de avance del narcotráfico en nuestras sociedades pasa por tres momentos:  

1.– El crimen organizado, toma la iniciativa de avanzar en el proceso de captura de las sociedades y los poderes públicos, no actúan, más allá, de su capacidad reactiva lo que significa no llevar a otro nivel las figuras jurídicas de tal suerte que así, como en el caso de la yihad islámica, sean consideradas un peligro no sólo para el país huésped sino para la comunidad internacional;  

 2.– Que ante esa “libertad” operativa de los cárteles estos vayan ampliando su infiltración en la economía mediante el lavado de dinero, los gobiernos municipales y estatales y sus cuerpos de seguridad, los medios de comunicación y partidos políticos, la representación política y sus decisiones, etc. lo que significa un paulatino debilitamiento de los pilares del sistema democrático; 

 3.– Y, finalmente, ante la inacción de los gobiernos, estos grupos, terminen por capturar toda la estructura de gobierno de manera que se configure un narcoestado. 

En México, estamos en el segundo piso de ese proceso de captura del Estado, hoy se manifiesta palpablemente en el repliegue frecuente de sus cuerpos de seguridad ante la embestida de los grupos armados en distintas regiones del país; en la eliminación física de aspirantes a cargos de elección popular como acaba de suceder en Chiapas, Veracruz y Morelos y la extorsión a productores agrícolas (aguacateros, limoneros, etc.) vendedores de pollo y hasta negocios familiares de tortillas. 

No hay que descartar que en distintas regiones este en marcha un operativo, como sucedió en las elecciones estatales de 2021, cuando se inhibieron y promovieron candidaturas narcas a cargos de representación política y su expresión más lamentable que son los asesinatos de posibles candidatos. 

O sea, en las llamadas “elecciones más grandes de la historia” hay un jugador en las sombras que está actuando abiertamente y es probable, que se hará más visible conforme avance el proceso electoral sin que haya a la vista, más allá de declaraciones, una estrategia de contención para garantizar la no interferencia de estos grupos, sino que se le deja a su aire para que impongan su voluntad. 

Se dirá que no es oportuno estar hablando del tema por sus implicaciones en el proceso electoral pues inhibe la participación ciudadana, pero justamente, porque la apuesta es que los candidatos salgan hacer campaña y la gente contraste y salga a votar, es por lo que resulta indispensable tener una estrategia especifica en este momento. 

La experiencia reciente de Ecuador debe ser la referencia obligada para evitar un mayor deterioro de la vida pública. Allá se asesinó a un candidato presidencial, allá se tomó conciencia de que no se puede dejar la iniciativa a los grupos del crimen organizado, allá se defienden las instituciones democráticas e ir contra está amenaza creciente de nuestras frágiles democracias y ojalá esa inacción en México, no termine por darnos una lección y avancemos un paso más al infierno de un narcoestado.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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