CRIMEN FUNDACIONAL: UNA CRÍTICA EXPOSICIÓN

20/10/2012 - 12:00 am

¿Los museos cumplen la función original de difundir el arte? Una nueva generación de curadores responde en una exposición en el MUCA Roma. Las industrias culturales, convertidas en corporativos, han afectado la labor de los creadores

Foto: Irma Gallo.

Según la Gran Enciclopedia, el primer museo en el sentido moderno del término (o sea, la primera colección pública) habría sido fundado el 27 de julio de 1793 por la Convención. El origen del museo moderno estaría entonces ligado al desarrollo de la guillotina (Georges Bataille “Museo”, en La conjuración sagrada: ensayos 1929-1939).

Este planteamiento de Georges Bataille dio origen al título de la exposición Colección El crimen fundacional, que la primera generación de egresados de la maestría en Estudios Curatoriales, del postgrado en Historia del Arte de la UNAM, presenta en el MUCA Roma como parte de su trabajo escolar.

Pero este “crimen”: la decapitación del rey y la fundación del Estado moderno, que permitió que las colecciones privadas, antes sólo visibles para los reyes y los nobles que las poseían, fueran expuestas en lugares públicos (museos) en los que cualquiera (el pueblo) pudiera verlas, también trajo consigo un nuevo fenómeno: el coleccionismo.

Hoy, los coleccionistas, y con ellos los museos, se rigen fundamentalmente por las leyes del mercado, por la “corporativización” de las industrias culturales: ¿Cómo afecta esto a los artistas? ¿Cuál es su respuesta? Estas son algunas de las interrogantes que plantea esta exposición.

Amanda de la Garza, egresada de la Maestría, y por lo tanto una de las curadoras de la muestra, la define así: “Temáticamente podríamos decir que una exposición de crítica institucional. O sea, es un segmento de artistas que han trabajado a partir de una visión crítica hacia la institución del arte y, evidentemente, hacia uno de los espacios más importantes que ha generado la institución artística, que es el museo.

En ese sentido, los museos, antes de que fueran espacios de arte, se fundamentan en la idea de colección, y una parte importante del aspecto educativo de los museos, o de investigación es la adquisición de colecciones. Es decir, el Estado adquiere obra que pertenece al pueblo.

Y de alguna manera, la crítica institucional en el arte es posterior. Muy posterior”.

En la muestra, que estará abierta al público hasta el 11 de noviembre, participan artistas como Fernando Escobar, Mariana Castillo Deball, Felipe Ehrenberg, Vicente Razo, Dulce Pinzón, Rocío Cerón, Sandra Gamarra y Marianna Dellekamp, entre otros. Cada uno expresa su crítica de distinta manera, pero Amanda de la Garza tiene muy claro el trabajo de cada uno:

“Y en muchos de los artistas que han trabajado dentro del ámbito institucional, precisamente generan preguntas críticas a diferentes momentos del museo: a los procesos de mercantilización del arte, por ejemplo, representado en una de la piezas que tenemos aquí, la tienda Lima”.

En la pieza a la que se refiere Amanda predominan los blancos y los verdes. Si uno sube la angosta escalera del MUCA Roma hacia el segundo piso se topa directamente con ella, y el primer impulso que tendrá es el de preguntar cuánto cuestan los souvenirs que se exhiben ahí.

Amanda de la Garza. Foto: Irma Gallo.

“Precisamente la crítica, en el caso de la artista, que es Sandra Gamarra, es que en Perú, en la ciudad de Lima, no existe un museo de arte contemporáneo. Ha sido una promesa incumplida, porque muchas administraciones han prometido hacerlo. Entonces ella genera un museo de arte contemporáneo pero lo que exhibe de ese museo es su tienda, o sea, es como una crítica a estos procesos también de relación entre el sistema artístico y el mercado del arte.

Y también a los procesos de corporativización de la cultura, es decir, hay una corriente muy fuerte de museos, sobre todo bajo un modelo norteamericano que implica seguir un esquema empresarial en los museos, o sea, como de leadership, eficiencia, como que tratan conceptos que vienen del mundo de las empresas a los museos”.

Este el caso de la pieza de Vicente Razo, nacido en la Ciudad de México en 1971, y conocido por el experimento artístico que consistió en reunir todos los objetos que había comprado en la calle, inspirados en la figura del ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari y exhibirlos en su casa, colocándole en la parte exterior el letrero de Museo de Salinas, para observar la reacción de la gente.

“Son unas piedras de cantera labradas, que se llaman el Instituto de Liderazgo de Artistas, porque en México existe una institución que se llama el Liderazgo de Museos, vinculado al American Asociation of Museums“, explica Amanda de la Garza. “Entonces, él lo que hace es como girar, hacer el reverso de la moneda, diciendo que los artistas también podríamos estar organizados y entonces hace un proceso notarial para constituir la asociación civil y para recibir financiamiento. Pero es una institución, creó una institución, específicamente dedicada a procesos artísticos, a apoyar a artistas, a apoyar procesos artísticos, pero haciendo como una especie de giro crítico, y además, a la vez parodiando esta otra institución”.

La obra de Rocío Cerón es el testigo en video de una intervención poético musical con la que ella y Alejandra Hernández participaron en esta exposición. Al respecto, la poeta mexicana, nacida en 1972, explica a Sin Embargo MX cómo se construyó esta pieza, inspirada por la fotografía de otra artista que participa en Colección “El crimen fundacional”, Dulce Pinzón:

“Una de las curadoras, Amanda de la Garza, sabía que yo estaba trabajando con una de las imágenes de Dulce Pinzón, que aunque no está en la muestra, para mí es muy importante, que es una foto de Dulce que se llama Cabeza de pájaro.

Ella tiene una serie que se llama Historias del paraíso, y cuando yo encontré la obra de Dulce, en el desmontaje del Museo del Historia Nacional de Puebla, estaban desmontando las piezas, los dioramas de los animales disecados, y tomó esta serie de fotos que expuso con Patricia Conde; yo, por azares de la vida iba enfrente de la galería de Patricia a recoger unas cosas, y me crucé a ver la exposición, porque dije: “Mira, aquí hay una exposición que se ve padre”, y ya estaba yo a punto de salir cuando di la vuelta, porque la foto del ave estaba ya casi justo al terminar la exposición, a la vuelta, no se veía, y dije: “Esta foto es el final de mi libro”.

Obra de Sandra Gamarra. Fotografía de los curadores.

Rocío habla de su poemario Diorama, publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León y Tabasco 189 Ediciones. “Estaba todavía terminándolo y no sabía cómo llegar al final, y me comuniqué con ella. Fue muy chistoso porque empecé a escribir Sonata mandala al ave penumbra, que es el último poema, que está basado en su fotografía, y un amigo mío que se llama Gaspar Orozco, que es poeta, había escrito un poema de la misma imagen y justo en esos mismos días se la estaba pidiendo a Dulce para ponerla en un libro.

De alguna manera es una imagen profundamente poética, y que tenía que ver, de alguna manera, con la abstracción, y con la síntesis profunda de lo que trata el libro de Diorama, que es esta cosa de las simulaciones, de las reconstrucciones, de las parábolas…”

Con la música de Alejandra Hernández, se complementó la intervención crítica que Rocío llamó “El coleccionista coleccionado”: “Porque va Dulce y colecciona en el museo estas piezas que están a punto de ser desmontadas cuando ya hubo un proceso previo de colección del museo sobre esos animales y esos dioramas. Ella colecciona esto antes de que todo sea devastado, por decirlo de alguna forma; luego yo voy y colecciono esta imagen como un suerte de tercera forma de coleccionismo: el pájaro que está en el libro. Y luego llega Alejandra y colecciona el poema, el ave, y todo el proceso que hay de conocimiento, de figuras, de formas, de parajes, de dioramas, hasta llegar a una cosa sonora. Entonces por eso se llama El coleccionista coleccionado, porque en el fondo nos vamos coleccionando los unos a los otros en la metodología y en la forma de ir adquiriendo conocimiento, adquiriendo formas, adquiriendo sonoridades.

Porque esa foto está llena de sonoridades. Casi puedes oír ahí la sabana africana, en las fotos de Dulce Pinzón, y Dulce tiene esta cosa increíble, que a mí me encanta, y que yo creo que Alejandra comparte, que es cómo provocar los espacios naturales y darles una vuelta de tuerca y hacerlos profundamente provocadores.

Y creo que Alejandra lo tiene también en la parte sonora, y nos hemos ido coleccionando los unos a los otros”.

Pero la crítica a la institución del museo no se detiene sólo ahí. Cuando los egresados de la maestría en Estudios Curatoriales la invitaron a participar en la exposición, Marianna Dellekamp decidió que el motivo de su cuestionamiento sería la misma sede de ésta, o sea, el Museo Universitario de Ciencias y Artes, MUCA Roma:

“En las múltiples visitas que yo hice al espacio para conocerlo y un poco para familiarizarme, para entrar en contacto con los materiales y demás que había ahí, para conocer la problemática que existía, pues me fui dando cuenta de que en realidad se quedó como parado en el tiempo. Tenía buenas intenciones en el inicio, en realidad es un espacio que es muy importante para una cierta generación que vio en ese lugar una plataforma para poder mostrar cosas de un circuito alternativo que no necesariamente tenían cabida en los espacios tradicionales, como quizá fue el video.

Obra de Vicente Razo. Fotografía de los curadores

En fin, era un espacio que requería de un centro de conservación distinto a los de los otros museos porque requería de conservación para video, para imagen de instalación, de los mismos performances que se hicieron ahí.

Entonces los curadores que trazaron el proyecto ejecutivo para desarrollar el Centro de Documentación lo plantean de esta forma: como un espacio para poder contar la historia de lo que sucedió.

Y bueno, analizando las cosas, uno de los primeros errores que comete el Centro de Documentación es que comparte el espacio con el curador. Entonces cuando tú llegas a un centro de documentación a hacer una investigación y el curador está compartiendo este espacio contigo, pues en realidad no hay mucho espacio para donde moverse.

Entonces esta es una de las primeras problemáticas que vimos, y luego también que se dejó crecer el Centro de Documentación un poco por donaciones de las gentes, sin criterio de almacenamiento, sin criterio de selección. Entonces la gente iba llevando cosas y todo se iba almacenando, y nunca se tuvo cuidado de qué fue o por qué fue que estaba ese material en este lugar. Así que en lugar de ir cuidando que fuera un espacio que representara un momento social determinado, simplemente se les salió de las manos y fue creciendo sin orden.

Lo que hicimos fue manejar toda la problemática y montamos la instalación en donde decidí trabajar sobre lo que no había. Trabajar con papel blanco, un poco como metáfora de que no había en realidad un contenido que sustentara ese espacio”.

UNA HOJA EN BLANCO

Cuando uno ve la pequeña oficina que correspondía al antiguo Centro de Documentación del museo, y que Marianna Dellekamp ha transformado en un espacio totalmente blanco, en donde no hay un mínimo fragmento de color, la sensación es de un gran vacío.

Marianna continúa con su explicación:

“Se llenaron todos los muros de los textos ejecutivos, de las planeaciones arquitectónicas, del espacio, de los presupuestos, de cómo se iban a distribuir los espacios, y todo eso se hizo en las paredes con blanco sobre blanco, con gis blanco sobre blanco. La idea del gis es que, conforme pasan los días, la instalación se va perdiendo, o sea, el gis se va cayendo y le va pasando a los textos un poco lo que le pasó al Centro de Documentación: esta documentación se va borrando, y nos vamos quedando con pedazos, con fragmentos de texto o textos que no necesariamente son muy legibles porque ya no se alcanzan a ver muy bien”.

El MUCA Roma. Foto: Irma Gallo.

La segunda pieza de Marianna, explica Amanda de la Garza, tiene que ver con otro espacio del museo, la bodega: “Entonces ella hace un trabajo fotográfico, pero lo desplaza hacia otro lado. Lo que hace es que toma fotografías de la bodega, qué debería tener normalmente una bodega de un museo: obra de artistas que pertenecen a la colección, pero aquí no hay una bodega, o la hay pero está llena de cubetas, botas de trabajo, trapeadores, focos para cuando se descomponen los cambian, todo ese tipo de cosas. Pero no hay obra y es un lugar bastante pequeño.

Entonces lo que hace ella es que invitó a un semiólogo a trabajar en torno a todo el concepto del MUCA Roma. Y al hacer un análisis semiótico sobre el museo, y lo representó en ese muro. Y la pantalla que se ve ahí son las fotografías que ella tomó en la bodega”.

– Si según la investigación que culminó con las dos piezas de Marianna Dellekamp, el MUCA Roma no es precisamente el modelo de lo que debería ser un museo, ¿por qué Amanda de la Garza y sus 11 compañeros egresados de la Maestría lo eligieron como espacio para poner en práctica sus conocimientos con esta exposición?

– La idea era que hiciéramos una exposición en uno de los museos de la UNAM, y existía esta facilidad del espacio, y por otro lado el MUCA Roma tenía una tradición en donde han expuesto muchos artistas emergentes, también la tradición de que en un momento dado fue un centro de reunión de muchos artistas en los noventa, hasta el 2000, aproximadamente, fue como un lugar importante de exposición y de generación como de un circuito… Entonces eso también, de alguna manera, era interesante para esta primera exposición de los egresados de este grupo de Estudios Curatoriales.

 LA PRIMERA GENERACIÓN

Alesha Mercado, Amanda de la Garza, Julio García Murillo, Luis Mosquera, Nuria Sadurni, Roxana Aguilar, Ernesto Peñaloza, José Luis Paredes “Pacho”, Muna Cann, Sofía Carrillo, Claudia Ferrer y Analía Solomonoff conforman esta primera generación de Estudios Curatoriales.

Alesha Mercado conversa con Sin Embargo MX sobre los orígenes de esta nueva especialidad del postgrado en Historia del Arte que ahora ofrece la UNAM:

“Esta Maestría fue una iniciativa de varias personas de la UNAM y del postgrado en Historia del Arte, gente con experiencia en museos y otros curadores: la maestra Graciela de la Torre, curadores como Cuauhtemoc Medina, José Luis Barrios y otro equipo de personas vio la necesidad de profesionalizar la figura del curador, que no es una figura nueva en los museos; sin embargo, en muchos países como en México ha habido una tradición de ser más que alguien improvisado. Y por esto digo: alguien no experto, porque definitivamente los hay, pero que en México no había antes la posibilidad de tener un grado de curador y un título, digamos, de un postgrado en Estudios Curatoriales.

Alesha Mercado. Foto: Irma Gallo.

Entonces tengo entendido que trabajaron como un par de años cuajando la idea. El postgrado en arte de la UNAM apoya, y entonces bueno, Estudios Curatoriales se hace como la sexta opción. El posgrado tiene Estudios en Arte Prehispánico, Arte Virreinal, Arte Moderno, Arte Contemporáneo, Metodología de la Investigación, y Estudios Curatoriales se convierte en la sexta opción de especialización para el Postgrado de Historia del Arte.

Nosotros somos la primera generación; se hace una convocatoria abierta como se hace a toda la Maestría por supuesto, y esta vez se ofrece la opción de entrar a este grupo de especialidad.

No nos hemos titulado porque estamos en nuestro último semestre, que es nada más Seminario de Tesis, pero podemos decir que ya todos completamos nuestros créditos.

Empezamos 14 personas. Desafortunadamente dos, por razones muy diversas se tuvieron que dar de baja del equipo, una de manera muy temprana y el otro un poco más avanzada la maestría; terminamos 12 ahorita todos nuestros créditos, y estamos haciendo todo el esfuerzo para cumplir con tiempo: entrar en tiempo, terminar la tesis en tiempo, para no perjudicar al postgrado”.

A pesar de que no tiene bodega, ni colección propia, ni Centro de Documentación, el MUCA Roma se levanta orgulloso en la esquina de Colima y Tonalá, en la colonia que le da el apellido. Sin los pendones que cuelgan de un costado, en los que está escrito su nombre, quizá sería difícil adivinar que se trata de un museo.

Con un poco de nostalgia es posible imaginar que este lugar podría volver a convertirse en lo que fue en las dos décadas pasadas: un espacio de vanguardia para el arte contemporáneo. Quizá, con el trabajo de ésta, y las próximas generaciones de curadores profesionales, pronto ya no será necesario imaginar.

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