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Dos adultos mayores de Navolato, Sinaloa, se quedan en la calle tras perder su casa por un incendio

22/02/2018 - 11:05 am

La lámina de tejabán, vivienda de Beatriz y Remigio, toda se consumió. El fuego se pasó a otro cuartito, que era la cocina. En cuestión de minutos, las pocas pertenencias de los señores desaparecieron.

Se quedaron sin estufa, refrigerador, mesa, sillas, cama, cobijas, abanico, ropa. El modesto techo también se consumió. Quedaron en la “calle”.

Del incendio únicamente les quedaron cuatro paredes de block. Foto: Vanguardia

Por Claudia Beltrán

Sinaloa/Ciudad de México, 22 de febrero (Noroeste/SinEmbargo).- Con casi 90 años de vida, Beatriz Medina y Remigio Ramos, nada material tienen. Lo poquito que tenían, el fuego se los arrebató.

Hace tres meses, una nuera de Beatriz y Remigio, señores de 88 y 86 años de edad, respectivamente, colocó una veladora debajo del tejabán de lámina de los adultos.

Su nuera prendió la veladora, ya que su hija, de 19 años de edad, nieta de Beatriz y Remigio, cumplía un año de haber fallecido. Un infarto le quitó la vida.

El hilo de la veladora era consumido por el fuego. Un gato presumiblemente pasó por ahí, moviendo una lámina, que cayó cerca de la lumbre. Después, todo se prendió.

La lámina de tejabán, vivienda de Beatriz y Remigio, toda se consumió. El fuego se pasó a otro cuartito, que era la cocina. En cuestión de minutos, las pocas pertenencias de los señores desaparecieron.

Se quedaron sin estufa, refrigerador, mesa, sillas, cama, cobijas, abanico, ropa. El modesto techo también se consumió. Quedaron en la “calle”.

“No tenemos nada, vivimos de arrimados”, externa desconcertado Remigio quien hace 40 años se quedó ciego. Para caminar se apoya de un bastón. Su esposa, que con dificultad camina, le sirve de guía.

Las cataratas le quitaron la vista a Remigio. Una ocasión fue con el doctor para que lo operaran, pero le dijeron ya no se podía, que las venas de sus ojos estaban secas. Empezó la ceguera irreversible.

Del incendio únicamente les quedaron cuatro paredes de block que el Gobierno les levantó, a quien se le “olvidó” ponerle techo.

Donde estaban sus cuartitos, quedó evidencia del fuego. En el suelo, cenizas quedaron. Al no tener dónde estar, buscaron alojamiento con su hijo quien vive en el mismo terreno.

Su hijo tiene un cuartito. Ahí vive con su esposa y dos hijos. En ese espacio se tienen que hacer “bolas” para que Beatriz y Remigio, sus padres, acomoden una camita que les prestaron.

“Nos prestaron una camita, si no fuera por eso, en el suelo dormiríamos, estamos en la calle”, narra Remigio, mientras que Beatriz, su pareja de vida, sólo escucha. Poco habla.

En cuanto el sol se asoma en Navolato, los señores de la tercera edad salen del pie de casa de su hijo y se sientan debajo de un árbol. Ahí están todo el día.

Sus sillas las pegan en el cuarto sin techo que el Gobierno les construyó. Dependen del bocado que les dé su hijo y su nuera.

“Tengo 40 años que no trabajo porque no veo”, comenta el señor.

Señala que le gustaría tener de nueva cuenta un techo donde vivir con su esposa para no sentirse de “arrimado”.

Depende de la caridad de la gente y del Gobierno para tener de nueva cuenta un techo donde vivir, porque no tienen ni siquiera un centavo en su bolsa.

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