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María Rivera

22/02/2024 - 12:01 am

Calumnias

“Una cosa es hacer crítica de este Gobierno, sus políticas y del Presidente mismo y otra, muy distinta, que periodistas servidores de los intereses más aviesos de la oposición creen bombas mediáticas con calumnias para convertirlas en consignas, con la clara intención de influir en el electorado, aunque sea con base en mentiras e infamias”.

“No solo atacan al Presidente de manera calumniosa, también intentan borrar la responsabilidad que tuvieron cuando le entregaron el poder al narcotráfico y a sus grupos criminales”. Foto: Presidencia

No doy crédito, querido lector. No es que me sorprenda, pero no deja de indignarme y hasta escandalizarme la última campaña de la oposición, y sus medios y calumnistas (no es errata, así, con a), contra el Presidente López Obrador. Como usted sabe, si es que he tenido la fortuna de que me lea, durante este sexenio he tenido muchos reparos y críticas tanto del Gobierno como del Presidente. No se necesita, pues, ser lopezobradorista para indignarse por los ataques ignominiosos que la oposición, a través de periodistas y medios aliados, ha lanzado contra el Presidente estos días, desde dentro y fuera de México, sólo se necesita tener decencia y honestidad intelectual.

Porque una cosa es hacer crítica de este Gobierno, sus políticas y del Presidente mismo y otra, muy distinta, que periodistas servidores de los intereses más aviesos de la oposición creen bombas mediáticas con calumnias para convertirlas en consignas, con la clara intención de influir en el electorado, aunque sea con base en mentiras e infamias.

Esto es lo que significa la consigna “narco presidente” que lanzaron en un hashtag en X, antes Twitter, granjas de bots y trolls pagadas, desde distintos países, tras las supuestas “revelaciones” periodísticas (acusaciones de criminales sin ninguna prueba) de que la campaña de López Obrador, de hace ¡dieciocho años! fue financiada por el narcotráfico, en una operación fabricada desde algún búnker político de la oposición, y que los participantes de la marcha rosada del fin de semana pasado, inflamados como una turba oprobiosa, se desgañitaban gritando.

No, a esas personas no les importó que no fuera verdad, que nadie haya denunciado al Presidente por complicidad con el narcotráfico, nunca. Porque no se trata de verdades o de críticas sopesadas, sino de propaganda política, de una guerra sucia, ignominiosa, promovida por un grupo político, los prianistas, queestán dispuestos a todo con tal de recobrar el poder y con él los privilegios que este sexenio perdieron.

A mí, querido lector, me dan mucha vergüenza esas personas, ignorantes o faltas de escrúpulos, que enrojecidos de odio gritaban en la concentración de la oposición. Primero, porque este país sí tuvo un narcoestado, en el sexenio panista de Felipe Calderón, comandado por el entonces Secretario de seguridad, Genaro García Luna, que era un narcotraficante y que hoy está preso en Estados Unidos.

Su traición les costó la vida a miles de ciudadanos mexicanos y le dio carta blanca a los criminales y a los militares para que cometieran las más terribles y horrendas masacres que haya padecido México este siglo. El Estado mexicano se convirtió, en los hechos, en un cartel más que operaba la llamada “guerra contra el narcotráfico” corrompiéndolo todo. Parece una broma macabra que los simpatizantes del partido político que institucionalizó el narcoestado, hoy se atrevan a atacar al Presidente López Obrador con la consigna “narco presidente” por los pecados que ellos cometieron, con total cinismo e impunidad. Son los mismos que, en aquellos años brutales, defendían al Gobierno, promovían pactos de silencio sobre masacres, o eran totalmente indiferentes a la tragedia nacional y a las víctimas que cotidianamente aparecían colgadas en los puentes, o en coches abandonados, o en caminos de terracería, o eran asesinadas por cientos en caminos y ranchos.

Y vaya que se necesita no tener escrúpulos de ningún tipo para usar a esos mismos criminales, que ayer ensangrentaron al país, en una guerra política contra el Presidente, obviando el baño de sangre que crearon, ese sí, comprobado y sabido por todos. Tal es lo que hace el periodista Carlos Loret de Mola, desde Latinus (medio del priista Roberto Madrazo) al usar a un criminal, exmiembro de los zetas, para fabricar la falsa impresión de que López Obrador tuvo nexos con el narcotráfico en el año 2006. Lo cierto y comprobado, querido lector, y que Carlos Loret de Mola no dice, por supuesto, es que tras la llegada de Felipe Calderón al poder, este grupo criminal se expandió y apoderó de buena parte de los estados del país, entre ellos Tamaulipas, Veracruz y Coahuila donde cometieron horrores sin nombre durante su sexenio. Entre sus brutales masacres figuran la de los 72 migrantes en San Fernando, en 2010 y los asesinatos de cientos de viajeros secuestrados de camiones de pasajeros, al año siguiente en el mismo lugar y que fueron enterrados en brechas.

Muchos de sus crímenes figuran entre los peores que se hayan cometido en las últimas décadas. El “narco presidente”, pues, si somos estrictos con el lenguaje, fue en Felipe Calderón, con su flamante narcosecretario que posibilitó las múltiples y despiadadas masacres que cometieron los zetas esos años y que figuran como uno de los episodios más oscuros de la historia del país.

Por ello, querido lector, porque nosotros sí tenemos memoria, no militancia ciega como los manifestantes olvidadizos de este domingo, hay que rechazar la nueva infamia de la oposición. No solo atacan al Presidente de manera calumniosa, también intentan borrar la responsabilidad que tuvieron cuando le entregaron el poder al narcotráfico y a sus grupos criminales. Lavarse la cara de sus propios crímenes, acusando a López Obrador de ellos, es lo que buscan en un acto de descarado cinismo. No se saldrán con la suya: en este país somos muchos los que ni olvidamos, ni perdonamos su traición al país y a los mexicanos.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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