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Tomás Calvillo Unna

22/06/2016 - 12:00 am

¿Por qué?

Para los dieciocho detenidos en el panteón de Nochixtlán, en espera de que regresen sanos y salvos recuperando pronto su libertad. ¿Por qué imponer un único Modelo Educativo?, ¿por qué no desarrollar mejor un sistema multifuncional que articule diversos procesos de educación que respondan al carácter de cada región y localidad del país en su […]

¿Por qué las balas y no las palabras, porque no el pizarrón y los gises, la “compu” y los talleres de reflexión colectiva? Imagen: Especial
¿Por qué las balas y no las palabras, porque no el pizarrón y los gises, la “compu” y los talleres de reflexión colectiva? Imagen: Especial

Para los dieciocho detenidos en el panteón de Nochixtlán,
en espera de que regresen sanos y salvos
recuperando pronto su libertad.

¿Por qué imponer un único Modelo Educativo?, ¿por qué no desarrollar mejor un sistema multifuncional que articule diversos procesos de educación que respondan al carácter de cada región y localidad del país en su inserción al mundo globalizado, respetando sus características propias y facilitando su sinergia en el contexto nacional y global?

¿Por qué querer alinear a todos y cada uno de los docentes en mecanismos de burocratización del conocimiento, cancelando así las posibilidades de creatividad propia de los distintos contextos socio-demográficos y culturales del país?

¿Por qué no diseminar desde y en las localidades instrumentos y experiencias educativas que enfaticen los valores propios de la convivencia de los pueblos y los desafíos de fortalecer los tejidos sociales con las innovaciones necesarias para incrementar la prosperidad de las comunidades?

¿Por qué no ante el conflicto político se refuerza la capacidad del diálogo como forma sustancial de una pedagogía de la propia nación de sus gobiernos e instituciones y de sus ciudadanos?

¿Por qué no detener el tiempo de la ansiedad que la lucha por el poder provoca y planear con la mirada en el horizonte de la República y no en el callejón de las elecciones?

¿Por qué no darse la oportunidad de conocerse mejor y evitar precipitarse hasta provocar que un diferendo, ciertamente profundo sobre las opciones educativas, particularmente sobre la organización laboral de las mismas, se convierta en otro rostro más de la violencia?

¿Por qué no, abrir la discusión y la reflexión a las organizaciones ciudadanas y académicas del país, y avanzar en la elaboración de una agenda realmente nacional que marque la ruta a seguir libre de sometimientos coyunturales de sexenios en turno; agenda que ayude a encontrar los balances necesarios e indispensables que hemos perdido en el destino de la República?

¿Por qué no iniciar con la palabra, con el habla, como se dice, respetándose, sentados en la misma gran mesa del país, y ejercitar una de la primeras tareas de la educación: aprender a escucharse unos a otros, e intentar hacerlo sin prejuicios y descalificaciones, chantajes, amenazas y demás características del desencuentro permanente?

¿Por qué no pensar que lo más importante son los niños, las niñas, los chavales de esta inmensa tierra en la que andamos y debemos cuidar lo mejor que podamos?

¿Por qué las balas y no las palabras, porque no el pizarrón y los gises, la “compu” y los talleres de reflexión colectiva, los laboratorios de conocimiento, los espacios de silencio, las artes del respeto, los ejercicios lúdicos, en lugar de las órdenes de aprehensión, los policías y soldados, las bombas molotov y los heridos y muertos en las calles?

La batalla por el territorio de la educación, es una más de las guerras por el territorio de la mente. En esta geografía debemos encontrar las respuestas antes de terminar inmolados sin saber siquiera por qué.

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