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Alejandro De la Garza

29/04/2023 - 12:03 am

Los feminicidios de Ciudad Juárez: 30 años

“A 30 años de iniciado este fenómeno terrorífico, el monstruo de la violencia hacia las mujeres, ya bien visible desde entonces, ha crecido y hay más víctimas”.

Cruces colocadas en Lomas del Poleo, Planta Alta de Ciudad Juárez, en el lugar donde fueron encontrados 8 cuerpos de mujeres víctimas de feminicidio en 1996. Foto: Wikicommons.

El sino del escorpión agotó esta semana parte de la bibliografía sobre los crímenes conocidos como “Las muertas de Juárez”, nombre hoy claramente impropio si no ofensivo, referido a la prolongada serie de feminicidios cometidos en esa ciudad del estado de Chihuahua desde al menos 1993 —hace justo 30 años— y hasta el 2001, aunque luego de esa fecha se comprobaron más desapariciones y feminicidios hasta estimarse, para 2012, alrededor de 700 mujeres, niñas y adolescentes asesinadas. Ese año de 1993, en un descampado de la colonia Las Flores fue hallada sin vida la niña Esperanza Gómez Saldaña, de 13 años, había sido violada vaginal y analmente varias veces, golpeada y luego estrangulada. A partir del feminicidio de la pequeña Esperanza comenzaron a contarse los asesinatos de mujeres de Juárez. Encabeza la lista porque la tragedia ocurrió al inicio del año, pero seguramente en 1992 habrán muerto otras mujeres ajenas al recuento “oficial”.

Ese mismo año fueron hallados también los cuerpos sin vida de Luisa Celina Vázquez (16 años), Isabel Urrea, Isabel Cancino, Guadalupe Rojas (26), Emilia Mena Mena, Margarita López Santos (16), Gabriela Morón (18), Marta Navales Gómez (27), Andrea Pacheco Martínez (13) y Felicidad Jiménez Jiménez (50), además de otras cinco mujeres jamás identificadas. En tres de estos feminicidios se determinaron las causas y se capturó a los culpables (su pareja o expareja, el hijo de una de ellas), pero en los restantes no se encontraron culpables ni se sospechó siquiera de actos deliberados llevados a cabo por alguna banda de violadores o un asesino serial, aunque los golpes, la violación y el estrangulamiento se repetían y, con frecuencia, los cuerpos mostraron también heridas de arma blanca.

Cruces de color rosa en la calle Olvera en Los Ángeles, colocadas el Día de los Muertos en memoria de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Foto: Wikicommons.

En aquellos años, relee el alacrán, la palabra “feminicidio” no figuraba en el vocabulario común. La violencia de género y la misoginia se reducían a “violencia doméstica” y “crímenes pasionales o por celos”, mientras los asesinatos de mujeres se clasificaban como homicidios. Habrían de ocurrir muchos feminicidios más en los siguientes años para poder hacer consciente la magnitud del horror criminal dirigido hacia las mujeres de Juárez. Uno de los primeros libros en dar cuenta de la situación fue El silencio que la voz de todas quiebra: Mujeres y víctimas de Ciudad Juárez (El Azar, Chihuahua, 1999), un conjunto de textos de Rohry Benítez, Adriana Candia, Patricia Cabrera, Guadalupe de la Mora, Josefina Martínez, Isabel Velázquez y Ramona Ortiz. A partir de entonces, seguirían las investigaciones y la publicación de varios libros, entre ellos el del periodista Víctor Ronquillo (Las muertas de Juárez, 2004) y el de Diana Washington (Cosecha de mujeres, 2005).

Pero desde mediados de los años noventa se había iniciado también la publicación en el diario Reforma de las crónicas periodísticas sobre estos hechos escritas por Sergio González Rodríguez, narraciones que impulsarían al reconocido escritor a editar su premiado libro Huesos en el desierto (Anagrama, 2002. Con anexos y añadidos en reediciones de 2006 y 2016). A juicio del venenoso, esta es la más documentada, extensa y completa investigación del asesinato repetido, continuo e impune a lo largo de más de diez años (de 1993 hasta 2005 al menos), de alrededor de medio millar de mujeres, jóvenes trabajadoras de las maquiladoras de Juárez. Una narrativa que retomaría y detallaría también el legendario escritor chileno-mexicano-español Roberto Bolaño en su novela póstuma 2666 (Anagrama, 2004) donde aparece como personaje el propio González Rodríguez.

Huesos en el desierto desmenuza los hechos criminales, los analiza y enlista a las víctimas una por una, con las terribles particularidades de cada caso; profundiza en el papel jugado por los cuerpos policiacos y detecta el contenido misógino y discriminador en el ADN del sistema judicial y de la sociedad mexicana misma. El libro incluso menciona con nombre, apellido y puesto a tantos funcionarios incompetentes (cuando no involucrados en los hechos) pertenecientes a las policías locales y los gobiernos municipales, al estatal y al federal, y documenta además el menosprecio, la trivialización, el ocultamiento oportunista o la distorsión intencional de los hechos por parte de varias autoridades.

Manifestación de familiares de las mujeres víctimas de feminicido en Ciudad Juárez. Foto: wikicommons.

La investigación sigue el rastro de la abismal aventura de cada mujer, el autor conoció a sus familiares e indagó en la respuesta y la percepción social de los macabros asesinatos. Para no perder la perspectiva histórica, documentó también la historia de la región y de la ciudad, su criminalidad y el desarrollo de los grupos del narcotráfico. Una trama que deshebra los hilos del desarrollo del antiguo Paso de Norte a lo largo del siglo pasado. Da cuenta de su impulso como ciudad límite de intensa vida nocturna a partir de la prohibición del alcohol en Estados Unidos, en los años veinte, hasta su auge laboral durante la Segunda Guerra, con la instalación de las primeras maquiladoras y centros de diversión para los soldados estadounidenses de Fort Bliss, la mayor base militar de Nuevo México y Texas.

La ciudad se inserta en el desarrollo industrial multinacional de los años cincuenta y su crecimiento durante la siguiente década. El alacrán se pierde en esa destellante Ciudad Juárez, torbellino migratorio, atractiva para ambos lados de la frontera por sus servicios turísticos y de ocio, cabarés, cantinas y prostíbulos. Imagina ese espacio, preferido de músicos, cantantes y toreros, de actores, viajeros y turistas, protagonistas asiduos a ese refugio fronterizo de intensa vida nocturna. Al inicio de los años noventa Juárez recibió un nuevo empujón industrial con la instalación de las compañías maquiladoras más importantes, y, para el año 2000, había triplicado su población hasta más de un millón 200 mil habitantes, aunque sus servicios eran, como hoy, precarios.

En esa vorágine semiurbana de modernización precarizada y sin servicios, depredada por el capitalismo salvaje, surgieron los feminicidios, el odio hacia las mujeres independientes de las maquiladoras, la violencia doméstica y de género. Se habla también de asesinatos seriales sugeridos por los rituales de corte sacrificial (narcosatánicos, devoción por la Santa Muerte, tortura, violación, mutilación), y la posibilidad de la actuación de un grupo de secuestradores y asesinos en el cual se involucró a policías judiciales de la ciudad.

Huesos en el desierto (Anagrama, 2002). Foto: Especial.

Desde 1995, el primer grupo de especialistas enviado desde la Ciudad de México detectó incapacidad científica, criminalística y de investigación, falta de normas y procedimientos, suposiciones infundadas y asunciones sin comprobación científica. A partir de ese momento, las autoridades policiacas y políticas de Juárez y de Chihuahua intentaron protegerse, disfrazar su incapacidad, buscar chivos expiatorios, torturar inocentes para declararlos culpables e inventar cuentos fantásticos para ocultar lo obvio: la existencia de feminicidios sistemáticos, violencia de género, misoginia institucional y la posible existencia de un grupo de asesinos con el mismo modus operandi: secuestro policiaco o levantón, aparición de los cuerpos, disipación de pruebas, desviación de las investigaciones, inculpación de inocentes o de sospechosos de otros hechos delictivos.

A 30 años de iniciado este fenómeno terrorífico, el monstruo de la violencia hacia las mujeres, ya bien visible desde entonces, ha crecido y hay más víctimas a causa de la trata de personas, la guerra entre cárteles y contra las fuerzas armadas. En una sociedad enferma, el abismo se ahonda, continua su avance hacia nosotros y amenaza con devorarnos ¿O ya los hizo y en realidad habitamos en su más profunda sima?, se pregunta el escorpión.

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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