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Alejandro De la Garza

30/03/2024 - 12:03 am

Miguel Hernández, poeta en prisión

“Los descendientes del poeta han exigido la reivindicación de su nombre y la aceptación de lo injusto de su condena”.

“La familia continúa hasta hoy exigiendo la total reivindicación del poeta, perito en lunas, en poesía y pastor de cabras”. Foto: Especial

El sino del escorpión fue marcado hondamente por la grave y elegante poesía de Miguel Hernández, el inolvidable poeta alicantino de quien se cumplieron 82 años de su fallecimiento hace unos días. Murió a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con apenas 31 años, en una prisión franquista. Al término de la Guerra civil española, en abril de 1939, el poeta fue acusado de “adhesión a la rebelión”, “elemento de izquierdas”, “afiliado al partido comunista”, que “ha hecho mucha propaganda roja en periódicos y folletos”. Miguel temió ser asesinado como García Lorca, y advirtió de ello a la guardia que lo aprehendió. Fue condenado a muerte, pero ante la posibilidad de convertirlo en mártir, como al mismo Federico, y ante la intervención de varios escritores, la Corte se mostró “sensible” y lo condenó a treinta años de prisión.

Miguel Hernández Gilabert nació en Orihuela, Alicante, el 30 de octubre de 1910. Vivió su infancia como pastor rural de cabras, en medio de la pobreza que lo abrumó siempre, pero fue un lector incansable y feliz y se convirtió en un poeta “culto”, practicante de las formas clásicas y por ello más cercano en lo formal a la generación del 98 (Ricardo y Pío Baroja, Azorín, Valle-Inclán, Unamuno, Menéndez Pidal) que a la de sus contemporáneos del 27 (Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti, García Lorca, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre). Asumió como modelos a los poetas del Siglo de Oro (Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Garcilaso de la Vega, Góngora) para construir una de las obras más originales y de severa profundidad del siglo XX español. Su primer libro Perito en Lunas (1933) fue reconocido por todo poeta y El rayo que no cesa (1936) es considerada su máxima obra; le siguieron El labrador de más aire (1937) y varios poemarios combativos como Vientos del pueblo, su celebrado Cancionero y romancero de ausencias y algunas obras de teatro de corte militante.

Al comenzar la guerra civil se alistó en el quinto regimiento republicano, estuvo en la batalla de Teruel y en los frentes de Andalucía, Extremadura y Jaén. Se caso con Josefina Manresa, con quien tuvo dos hijos, el primero fallecido a pocos meses de nacido. Asistió al famoso Segundo Congreso de Escritores Antifascistas, en Madrid y Valencia —donde conoció a Octavio Paz y entabló una honda amistad con Pablo Neruda—, luego viajó a la Unión Soviética en representación del gobierno de la República. Al término de la guerra, en abril de 1939,  Miguel quiso volver a Orihuela, pero ante el peligro de ser detenido huyó a Portugal. Fue aprehendido en el camino y entregado a la Guardia Civil de Rosal de la Frontera, en Huelva, a principios de mayo de 1939.

La Comisión de recuperación de la Memoria Histórica de la Guerra Civil española exigió al Ministerio de Defensa subir a internet los documentos de los juicios y los dos procedimientos completos entablados contra el poeta. En el primer procedimiento sumarísimo de urgencia, el interrogatorio fue realizado en Rosal de la Frontera. Según el diario español El Confidencial, el primer testimonio del poeta muestra a un hombre abatido que teme ser asesinado en una cuneta y miente para intentar salvar la vida. Hernández advierte también “a los agentes que tengan cuidado de no repetir el caso de García Lorca, quien fue ejecutado rápidamente y, según tiene entendido, el mismo Franco uso mano dura contra sus ejecutores”.

De Huelva fue trasladado a Sevilla y de allí a la cárcel de Torrijos, en Madrid, el 15 de mayo. Ya en julio, Hernández presentó su primera declaración ante el tribunal, y tras dos meses de prisión confirmó sus actividades a favor de la causa republicana. El acta señala que “reconoce sus ideales antifascistas y revolucionarios, no estando identificado con la Causa Nacional, creyendo que el Movimiento Nacional no puede hacer feliz a España (…)”. Esta declaración lo revela absolutamente, a juicio del alacrán, sinceramente creía que el fascismo no podía hacer feliz a la gente.

A instancias de Pablo Neruda, Miguel salió en libertad inesperadamente y sin ser procesado en septiembre de 1939. Volvió a Orihuela a estar con su familia, pero fue delatado y nuevamente detenido a instancias del alcalde, quien envió una carta acusatoria utilizada en el juicio contra el poeta. El proceso fue redactado en Orihuela en diciembre de 1939 y en él Hernández fue acusado de todo lo ya señalado. El expediente de este segundo proceso fue recuperado por la Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica, y en él se asienta un segundo consejo de guerra abierto contra el poeta luego de haber sido puesto en libertad “por un error material a la espera de juicio por el primer proceso”, abierto en Madrid (el mencionado anteriormente). Ya en la prisión de la plaza del Conde de Toreno, en Madrid, Miguel Hernández fue juzgado y condenado a muerte en marzo de 1940. El tribunal consideró los hechos constitutivos de un delito de “adhesión a la rebelión militar, con las agravantes de perversidad y trascendencia de los hechos cometidos. Pena que se pide: Muerte”. No obstante, Luis Almarcha Hernández, amigo de la juventud y vicario general de la Diócesis de Orihuela (posteriormente obispo de León), además de varios escritores, intercedieron por él hasta lograr le fuera conmutada la pena de muerte por la de 30 años de prisión.

De la cárcel madrileña del Conde de Toreno fue trasladado en septiembre de 1940 a la prisión de Palencia, y en noviembre de ese mismo año al Penal de Ocaña, en la cercana Toledo. Ya en 1941 fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde enfermó. A causa de una bronquitis grave su sistema respiratorio de debilitó hasta caer en un tifus complicado luego con tuberculosis. Falleció en la enfermería de la prisión alicantina a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con tan sólo 31 años de edad.

El escorpión recuerda las celebraciones del Centenario del poeta en 2010: encuentros, seminarios, relecturas y revaloraciones, que incluyeron un segundo disco de Joan Manuel Serrat, Hijo de la luz y de la sombra, en el cual el cantautor vuelve a explorar y a cantar poemas de Hernández a 30 años de la edición de su primer disco Miguel Hernández (1972), célebre por popularizar magníficas versiones de “Para la libertad”, “Nanas de la Cebolla”, “La Boca”, “Tres heridas”, “Elegía por Ramón Sijé” y otra media docena de poemas. El valor de la poesía del alicantino dejó una huella profunda en la poesía de habla española, acaso más allá de su actuación consecuente como republicano y de los hechos terribles de su fallecimiento.

Desde entonces, los descendientes del poeta han exigido la reivindicación de su nombre y la aceptación de lo injusto de su condena, a lo que los tribunales se han negado alegando, en febrero de 2011, que la condena fue impuesta por motivos ideológicos o políticos y que ya quedó anulada con la Ley de Memoria Histórica aprobada durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero, que declaró este tipo de condenas como radicalmente injustas e ilegítimas. Pero la familia continúa hasta hoy exigiendo la total reivindicación del poeta, perito en lunas, en poesía y pastor de cabras.

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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