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Alejandro Calvillo

30/12/2023 - 12:05 am

Juegos y juguetes, para la paz o para la guerra

“A través del juego los niños y las niñas aprenden a encontrarse con otros y otras, aprenden a socializar, a inventar juegos, establecer reglas, hacerlas respetar, siempre en grupo”.

Stuart Brown, uno de los mayores especialistas en el estudio de la función del juego escribió sobre lo que ocurre cuando el juego está ausente, lo que nos ayuda a entender la enorme dimensión de su importancia para nuestro desarrollo, algo que estamos perdiendo: “una revisión de los asesinos en serie …, o potencialmente aquellos con un núcleo psicótico, ha demostrado, en la mayoría, que el juego saludable estaba seriamente ausente en sus vidas. Esto no es para disminuir las contribuciones de otros factores como el abuso, la humillación, la disponibilidad de armas, etc. como factores en estos crímenes atroces, pero la evidencia tal como la he revisado demuestra la ausencia de experiencias de juego saludables en los antecedentes de estos trágicos perpetradores”.

Es necesario, como lo hacemos cada año en esta época decembrina, citar nuevamente el trabajo de Stuart Brown, uno de los más destacados investigadores del papel del juego en nuestro crecimiento individual y en la integración social. Recuperar el juego y el sentido del juguete como una herramienta del juego es fundamental para la resistencia frente a la sociedad de la hiperindustrialización y la hiperprogramación totalitaria en la era de la inteligencia artificial y el algoritmo.

Stuart Brown dedicó más de 45 años a estudiar el papel del juego en el desarrollo de las personas, a través de miles de entrevistas y, gracias a la oportunidad que le ofreció la Fundación National Geographic, observó y documentó el papel que tiene el juego en el desarrollo de diversas especies animales, especialmente mamíferos. Brown cita a Jaak Panksepp en The Archaeology of the Mind, “Un enfoque científico riguroso del juego revela que todos los mamíferos poseen un sistema cerebral fundamental, JUEGO, que explica la inclinación universal a jugar. La investigación actual sugiere que el sistema JUEGO puede ser especialmente importante en el desarrollo epigenético y la maduración del neocórtex … el reconocimiento universal de la necesidad de cada niño de jugar puede ayudar a dar forma a políticas sociales y educativas sabias en el futuro”.

El juego nada tiene que ver con el deporte y, menos, con el deporte competitivo y el fanatismo que se deriva de éste como espectáculo de masas. El juego es una experiencia personal, intima, y en plena convivencia con los otros. Los efectos del juego o de su ausencia en el desarrollo personal pueden ser profundos. Stuart Brown los describía así: “La privación sostenida, moderada a severa del juego, particularmente durante los primeros 10 años de vida, parecía estar relacionada con una desregulación emocional muy variada pero prácticamente omnipresente; es decir, una mayor prevalencia de depresión, una tendencia a quedar atrapado en percepciones rígidas e inflexibles de las opciones disponibles para la adaptación, disminución del control de los impulsos, menos autorregulación, mayor predilección adictiva, disminución del manejo de la agresión y fragilidad y superficialidad de las relaciones interpersonales duraderas. La prevalencia de estas disfunciones fue marcadamente mayor en aquellos con privación moderada a severa que en aquellos cuyas historias demostraron patrones de juego saludables sostenidos a lo largo de la vida. Cuando estaban estresados, los individuos deficientes en el juego generalmente se volvían impulsados por el estado de ánimo y carecían de las alternativas experienciales derivadas del juego para aliviar su impulso emocional”.

Susan Linn, psiquiatra y terapeuta de niños, autora del libro Consuming Kids, explica que jugar es un componente fundamental para una niñez sana y está profundamente ligado a la creatividad. La habilidad de jugar es central para desarrollar la capacidad de tomar riesgos, experimentar, pensar de forma crítica, actuar en lugar de reaccionar y, sobretodo, es el ambiente en el que se adquieren habilidades motoras, estéticas, sociales, entre otras. La creatividad, por su parte, explica Linn, se caracteriza por la originalidad, el pensamiento crítico y la capacidad tanto de reconocer la dificultad de un problema como la búsqueda de soluciones.

El juego es una actividad esencial para nuestra vida en sociedad, no sólo es saludable en la infancia, también lo es en la adultez. En las comunidades tradicionales – llamamos así a las sociedades que mantienen su identidad cultural – es común que exista, en diversas ocasiones, en comunión con el canto, con el baile.

Vivimos en un mundo donde la enorme diversidad cultural se va perdiendo, se pierde desde la rica diversidad culinaria para ser sustituida por productos comestibles industrializados, productos ultraprocesados que se imponen en todo el mundo; hasta los juegos y juguetes tradicionales sustituidos por productos globales fabricados por grandes corporaciones. La homogenización se impone por las grandes corporaciones globales, ya sea Coca-Cola, PepsiCo, Nestlé y demás de ultraprocesados, por un lado, hasta Matel o Disney, por el otro.

A través del juego los niños y las niñas aprenden a encontrarse con otros y otras, aprenden a socializar, a inventar juegos, establecer reglas, hacerlas respetar, siempre en grupo. De esta manera, experimentan el establecimiento de acuerdos, se comprometen a cumplirlos y se acuerdan consecuencias para quienes no los cumplen. Y este proceso lo realizan jugando, divirtiéndose. Es una experiencia en pequeño de lo que llamamos el “contrato social” sobre el que se establece una sociedad. Jugando, divirtiéndose, se aprende a vivir en sociedad, el lugar de uno y del otro, de nosotros y de ellos. De los juegos que inventan pasan a disfrutar de los juegos que tienen reglas previamente establecidas, una experiencia básica para convivir en sociedad.

El juego es esencial para resistir a la homogenización de la sociedad de hiperconsumo, de la inteligencia artificial al servicio de los intereses corporativos y políticos de dominación. La resistencia es enorme, se ejerce de muy diversas formas, es una batalla por la sobrevivencia de la humanidad como tal y está entrelazada en muchas formas, en su carácter comunitario de convivencialidad, de protección de los derechos humanos en su concepción amplia, en la defensa cultural, de la infancia, de los bienes comunes.

La resistencia en todas sus formas que no es más que una misma.

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.

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