INTOLERANCIA Y CRÍMENES DE ODIO

31/08/2011 - 12:00 am

El 18 de junio, una semana antes de la 33ª Marcha del orgullo LGBTTTi, dos hombres fueron heridos de bala en un departamento de la Colonia del Valle donde se llevaba a cabo una fiesta erótica conformada por hombres homosexuales. Son fiestas que se organizan entre hombres de la misma comunidad y que promueven de boca en boca o en páginas de Internet. Uno de los heridos murió. La noticia apenas fue difundida en un par de periódicos –de los considerados de nota roja–; en primera instancia se aludió al robo como el móvil de los disparos. Hasta ahora, las agencias especializadas no han podido dar con los responsables.

Esas fiestas son muy frecuentes entre hombres homosexuales, éstas suelen multiplicarse la noche y la madrugada que sigue a la “marcha”. Así que la noticia de los disparos de junio se difundió en el circuito gay más rápido que un spam virtual; para el martes, antes del clásico sábado de la “marcha”, casi todas las reuniones del tipo habían sido canceladas. Se decía, desde luego sin una versión oficial, que había homofóbicos sueltos que rastreaban estas fiestas para disparar y matar homosexuales. Aun cuando esta versión fuera falsa, el miedo se instaló entre la comunidad homosexual de la Ciudad de México.

 

El caso Christian

“¿No ya había pasado la marcha gay?”, pregunta un señor que camina sobre la acera con bolsas de plástico cargada de útiles escolares. Hay banderas de arcoiris cierto, pero no se compara en lo absoluto con la pasada 33ª Marcha del Orgullo LGBTTTi del pasado 25 de junio. No hay música electrónica, los altavoces en lugar de emitir éxitos pop sirven para expandir el sonido de la palabra justicia, y tampoco se puede comparar los casi 500 mil asistentes de la marcha del 25 de junio, con los apenas 150 asistentes.

Es sábado 13 de agosto de 2011 y el pequeño contingente, que avanza tímidamente sobre la avenida 20 de noviembre –en el primer cuadro de la Ciudad de México–, con banderas de arcoiris en el aire, exige justicia por el asesinato de Christian Iván Sánchez Venancio, homosexual abierto, con apenas 24 años y activista por los derechos de la comunidad LGBTTTi, además de  militante del Partido de la Revolución Democrática (PRD). La madrugada 23 de julio de 2011, Christian fue asesinado de múltiples golpes y 128 puñaladas.

Sin embargo, en esta ocasión las autoridades se precipitaron e incluso agredieron a la manifestación. Tres días antes, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) presentó a Omar Romero Saldaña, José Federico Suárez García, Salvador López Castillo y Antonio de Jesús Sabas Carranza, como presuntos responsables del asesinato de Christian. El boletín de prensa se refiere a los asesinos como “sexo servidores” que laboraban en la zona del parque de la Alameda, quienes además del crimen, saquearon algunas pertenencias del departamento de Christian.

Lo cierto es que tanto en el boletín de prensa sobre el caso de Christian, como en el de los tipos a los que dispararon en un edificio en la colonia Del Valle, el concepto de crimen de odio por homofobia no se mencionan en ninguna parte. Y aunque pareciera tratarse simplemente de una serie de trágicas coincidencias entre asaltos y gays, un tufo de vulnerabilidad parece estar presente en todos los casos de homosexuales asesinados.

 

La víctima número 0

En 1992, el doctor Francisco Estrada Valle, activista de la lucha contra el Sida, fundador de AVE de México (Acciones Voluntarias sobre Educación en México AC) de gran visibilidad pública (hablaba del VIH en programas de radio y televisión en una época dónde el tema seguía teniendo cierto rechazo), fue brutalmente estrangulado con un cordón, al igual que otros dos compañeros, en un departamento de la calle Pacífico, en la Ciudad de México.

Una biografía de Estrada Valle relata cómo por aquel entonces algunos semanarios, sanguinarios y sensacionalistas, abusaron de la ignorancia y el estigma para publicar la noticia con encabezados como: “Se ensañaron con los tres homosexuales”, “Orgía de sangre”, “Vendetta de homosexuales” y “Sádico triple asesinato”, según El nuevo Alarma, Enlace Policiaco, Cuestión y El Sol de Mediodía, respectivamente.

Del otro lado, la Revista de contenido homosexual de los 90, publicó en su edición del 9 de octubre de 1993, una nota que hablaba sobre el crimen de Estrada Valle –que, por cierto, aún está sin esclarecer–, y aludía una declaración de la Dirección de Averiguaciones Previas de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) en la que decían que “los agentes no daban el tipo para continuar las investigaciones en un medio tan cerrado como el homosexual”.

La falta de voluntad de las autoridades por esclarecer el caso de Francisco Estrada Valle motivó a su madre, cansada de la apatía de los procuradores, a acercarse a la asociación Letra S, Sida, Cultura y Vida Cotidiana AC (que a su vez publica el suplemento Letra S, Salud, Sexualidad y Sida publicado dentro del periódico de La Jornada) para pedir justicia y ayuda en el esclarecimiento del asesinato de su hijo.

Así surgió la Comisión Ciudadana contra los Crímenes de Odio por Homofobia, proyecto que actualmente se encuentra dentro de los programas de la Asociación Letra S, y que tiene como su primer caso el asesinato de Francisco Estrada Valle.

Uno de los principales objetivos de esta comisión es la de visibilizar los crímenes de odio por homofobia, “antes de la comisión, no se tomaban como crímenes de odio por homofobia, se decían que eran crímenes pasionales.  Y nosotros creemos que detrás de esta figura de crimen pasional, estaba el prejuicio homofóbico”, explica Alejandro Brito, actual director de Letra S, quién considera que hasta hace muy poco existía la errónea idea de que los asesinatos era una simple consecuencia de la pasión desbordada que se da en una relación entre dos hombres.

“El hecho de que hubiera seducción y sexo de por medio mete ruido a las autoridades que investigan estos crímenes. Cuando ven que la puerta de un departamento, por ejemplo, no tiene indicios de haber sido forzada, que la víctima conocía a su victimario, simplemente concluyen que se trató de un crimen pasional”, añade.

Brito explica que uno de los objetivos de esta comisión es hacer un informe anual sobre crímenes de odio en personas homosexuales, lesbianas y personas transgénero, basados sólo en un monitoreo de medios de comunicación, porque no se tiene acceso a expedientes. Un mero reporte hemerográfico.

Esto es preocupante, porque al basarse sólo en las noticias, lo más probable es que los asesinatos de homofobia sean mucho más de los que reportan los medios, asegura el activista. Además de que este delito, según los reportes oficiales, sólo se concentra en 11 estados (debido entre otros factores a la falta de presupuesto para la investigación y a la ausencia de denuncias): Ciudad de México, Estado de México, Jalisco, Chihuahua, Yucatán, Michoacán, Colima, Baja California, Querétaro, Guerrero y Veracruz. A los números de la comisión habría que agregar las cifras de asesinatos a homosexuales en los estados de la República que no aparecen en esa lista. En estas cifras tampoco están incluidos los asesinatos de Christian y de la Del Valle.

 

La heterosexualidad como norma

“La homofobia es un gendarme del género, te vigilas a ti mismo para que tu comportamiento no se asimile en lo absoluto a lo femenino, y vigilas a tus semejantes de que no se salgan de esos cánones establecidos; y no sólo afecta a hombres y lesbianas, influye a todo hombre y mujer que no se comporta como tal, como exige el estereotipo establecido de lo que se supone debe ser un hombre o una mujer, en esta lógica de que lo heterosexual es lo normal”, explica Alejandro Brito, y añade que en México “todavía existen algunos sectores masculinos, en donde despreciar, burlarse o golpear al ‘jotito’ es una forma casi ritual de hacerse hombre y, lo más grave, que se da de modo natural, incluso legitimada socialmente, quién agrede a un homosexual desecha toda sospecha sobre su orientación sexual”.

De acuerdo con Brito, en México la homofobia se agudiza toda vez que la figura del macho mexicano, aquel muy hombre que no llora, que se aguanta, se valora a niveles de estatus sociales e incluso de carácter nacional, hay un aire de traidor en el hombre homosexual.

A esta idea arraigada en gran parte del subconsciente del colectivo nacional, hay que agregar el rechazo por parte de la religión católica, prevalente en la sociedad mexicana, y que ve a la diversidad sexual como un acto contranatura. Esto permea un concepto de que los homosexuales son también rechazados por Dios.

Sin embargo, Brito aclara: “Hay que decirlo, la Iglesia Católica es cada vez menos homofóbica, está cambiando. Pero esto para nada quiere decir que la homofobia se esté erradicando. Cambia de niveles y de formas; ahora, por ejemplo, no es políticamente correcto decir: ‘yo soy macho’, pero el hombre mexicano, en su cabeza, y por muy liberal que se asuma, piensa en muchos sentidos que tiene que seguir siendo muy hombre”.

La homofobia también evoluciona. Y Brito pone como ejemplo una reciente encuesta donde muchos mexicanos dicen no tener problemas con homosexuales; sin embargo, cuando las preguntas cuestionan aspectos como: “¿aceptaría que un homosexual fuera el maestro de su hijo?”, se empieza a mostrar el rechazo. “Cuándo la homosexualidad se va acercando al círculo más intimo, el rechazo se va imponiendo”, comenta Alejandro Brito.

 

El arcoíris como tiro al blanco

La pregunta es simple: ¿ha ido aumentando la homofobia en México y con ello sus agresiones a la comunidad LGBTTTi? La respuesta es complicada. En parte, porque hasta hace poco tiempo, muchos homosexuales, lesbianas, transgénero, no denunciaban dichas agresiones. De acuerdo con estimaciones de la Comisión de Crímenes de Odio por Homofobia, las denuncias de la comunidad han ido aumentando, lo cual quiere decir que las agresiones homofóbicas, a lo mucho, se han mantenido.

En la comisión tienen una hipótesis: “La visibilidad lésbico, gay, transgénero está aumentando en México, y esto conlleva, nos guste o no, un aumento de las agresiones. También va a salir del clóset la homofobia”, explica Brito. Y el país no está preparado para eso.

La Comisión de Crímenes de Odio por Homofobia reporta, del año 1995 a julio de 2009, 705 asesinatos y al hacer una proyección nacional, la cifra aumentaría a más de mil 200 casos de crímenes “y aún así nos quedamos cortos, porque no todos los casos son ventilados en los medios de comunicación”, comenta Alejandro Brito. También se registra un repunte muy fuerte de agresiones por homofobia a partir de 2005, casi el doble de los años anteriores, que era de 30 a 45 asesinatos por año. Esta fecha de incremento de agresiones coincide con la época en que en la Ciudad de México se discutía con resonancia el tema de la legislación de las Leyes de Sociedades de Convivencia.

Para esta comisión una cosa es clara: las agresiones y los crímenes de odio por homofobia no han disminuido.

 

Criminalística rosa

“Crímenes por odio de homofobia, así tan directo, no lo podemos señalar. La realidad es ésta: en 2010  registramos 21 casos de asesinato, de éstos pudimos resolver nueve que fueron consignaciones y el resto los tenemos en trámite. En lo que va de 2011 tenemos siete asuntos relacionados con diversidad sexual”, explica la licenciada Lucía Reza Jiménez, responsable de la Agencia Especializada en Investigación para la atención del delito de homicidio doloso en agravio de mujeres y personas con orientación o preferencia sexual por entidad o expresión de género.

Una agencia que depende de la Fiscalía de Homicidios de la PGJDF, creada en 2008 y cuyas operaciones arrancan en 2009, con el fin de investigar los homicidios de mujeres y personas con preferencia sexual diferente. Ya que de alguna manera, los asesinatos, cuando se sabe la preferencia sexual de las víctimas, se comentan de forma distinta a los heterosexuales.

De acuerdo con las investigaciones de Letra S, incluso la identidad sexo genérica interviene en la forma en cómo matan a la víctima. Por ejemplo, se ha encontrado que las lesbianas son asesinadas por gente cercana a su entorno en un patrón similar a los feminicidios, o por ex parejas sentimentales masculinas que no toleran que los hayan abandonado por otra mujer y asesinan a la ex pareja; aunque también se han dado casos de hermanos o padres de lesbianas que las golpean hasta la muerte.

En el caso de hombres homosexuales se repite el patrón de robos, mediante la simulación de un ligue, para acceder al domicilio, robarle y después matarlo, habiendo incluso relaciones sexuales de por medio.

Los travestis, transexuales y transgénero son las víctimas más expuestas; a ellos los matan casi en la vía pública o en hoteles. Y ahí se presentan asesinatos cometidos ya sea por un fanático con odio irracional a este tipo de personas que les dispara desde su auto, clientes simulados que los engañan para asesinarlos en hoteles, o hasta pandillas que se divierten golpeando a la víctima entre todos.

En los pocos años que tiene operando la agencia especializada encabezada por la licenciada Reza, han encontrado que los patrones de asesinato que más se repiten son, además del robo, las muertes por asfixia por estrangulación y arma punzocortante, básicamente, en el interior del domicilio u hotel.

Y en la percepción de esta agencia, los crímenes de homofobia, al menos en la Ciudad de México, han disminuido.

“Yo creo que no hay un aumento, tampoco una constancia; no podemos decir que de un mes a otro hay un fenómeno, es variable, es indeterminable. Los asesinatos por diversidad sexual llevan mayor trabajo de investigación pericial y de policía de investigación, porque no hay muchos testigos. Por lo general se dan en áreas cerradas dónde solo entran las dos personas y casi no hay testigos. Entonces tenemos que hacer uso incluso de investigación genética, como el rastreo de semen para dar con posibles responsables”, añade la funcionaria.

 

Entre el cuídate y se lo merecen

Viernes de finales de agosto de 2011. Poco a poco la diversión gay vuelve a su curso. Las fiestas que siguen a las citas en el antro van apareciendo lentamente en los correos electrónicos de amigos conectados, comunidades organizadas en la internet, y luego de la trágica balacera en la colonia Del Valle.

La de ese viernes se convoca en un gran departamento del centro de la ciudad. Para garantizar la seguridad han pedido la colaboración de una patrulla que dé rondas para que los hombres que entren, se desvistan y dejen la ropa en una bolsa de plástico negra con un número, no corran ninguna clase de peligro de asalto, mucho menos de muerte.

La agencia presidida por Lucía Reza Jiménez representa acaso uno de los avances más importantes en cuanto a crímenes de odio por homofobia, de hecho es la única a nivel nacional; sin embargo, son precavidos con el término. De algún modo consideran que si alrededor del asesinato hubo relaciones sexuales y robo, esto no es una manifestación de odio. Pero sí de vulnerabilidad.

Alejandro Brito explica que quizá no se trate de crímenes de odio en términos puros, fanáticos, como lo haría un asesino en serie. Pero que la orientación sexual es un componente definitivo, no cabe la menor duda; aunque el motivo haya sido un robo, el delincuente pudo identificar a su víctima porque pertenece a población vulnerable. Ya sea porque viven solos, se divierten solos, no hay necesidad de forzarlos, no siempre ventilan su orientación sexual más allá de un círculo cerrado de amigos. En ese sentido, Lucía Reza Jiménez agrega que muchos familiares se enteran que la víctima tenía una preferencia sexual diferente el mismo día que reconocen el cadáver.

Los crímenes de odio por homofobia no sólo tienen que someterse al vacío legal que existe en México; para empezar, la especificación del delito ni siquiera está tipificado en términos jurídicos. También se someten al escarnio moral de gran parte de la sociedad heterosexual. Cuando se revela que los crímenes se dan en un contexto de bares, orgías, hoteles o sexoservidores se genera una idea y una consigna: “eso les pasa por putos”.

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