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Rubén Martín

24/11/2024 - 12:03 am

Dos meses sin (con) AMLO

"A pesar de esta ausencia de la vida pública, todavía muchos creen que en realidad López Obrador no se ha retirado y sigue ejerciendo el poder desde su rancho".

El expresidente Andrés Manuel López Obrador
"No ha habido ninguna aparición pública, ningún mensaje en redes sociales, ninguna fotografía ni video de él en algún sitio público". Foto: X @lopezobrador_

Esta semana se cumplen dos meses desde que Andrés Manuel López Obrador entregó la banda presidencial a la actual titular del Poder Ejecutivo, Claudia Sheinbaum Pardo. Desde entonces, la última vez que se le vio en público fue en la tribuna de la Cámara de Diputados tras la ceremonia de entrega del poder presidencial el pasado 1º de octubre.

De esa fecha a ahora no ha habido ninguna aparición pública, ningún mensaje en redes sociales, ninguna fotografía ni video de él en algún sitio público. Sus últimos mensajes en redes sociales fueron el 30 de septiembre, su último día en el cargo, en la que subió una foto al pie de la escalinata central de Palacio Nacional con varios presidentes latinoamericanos que acudieron a la toma de posesión de Sheinbaum, y el último, un video con una reseña de su trayectoria política y agradecimiento al pueblo de México, el 1º de octubre. La única noticia personal de López Obrador fue proporcionada por uno de sus hijos tras visitarlo en su rancho en Palenque por su aniversario número 71, el pasado 12 de noviembre. 

Mucho antes de que dejara la presidencia, López Obrador reiteraba una y otra vez que al terminar su mandato dejaría de la vida pública y que se retiraría a su rancho La Chingada en Palenque para dedicarse a asuntos personales, entre otros, a escribir un libro de historia. A unos días de dejar el cargo reiteró este mensaje: “Yo ya no voy a poder ocuparme (de esos asuntos) (…) yo no quiero ser hombre fuerte, ni jefe máximo, ni caudillo, ni mucho menos cacique. Yo ya terminé mi ciclo”, dijo desde Palenque, Chiapas, el pasado 14 de septiembre.

A pesar de esta ausencia de la vida pública, todavía muchos creen que en realidad López Obrador no se ha retirado y sigue ejerciendo el poder desde su rancho. No son pocos los articulistas y comentaristas que afirman que el ex presidente ejerce un maximato e incluso recuerdan la vieja frase en la que se dice “el presidente  vive aquí, pero el que gobierna vive enfrente”, con la que se sugería que el ex presidente Plutarco Elías Calles seguía ejerciendo el poder después de que dejó el cargo en noviembre de 1928, hasta que llegó Lázaro Cárdenas y lo desterró a San Diego. 

¿Qué tan cierto es que López Obrador sigue ejerciendo el poder e imponiendo su mando y voluntad política por encima del poder formal que ejerce Claudia Sheinbaum? Buena parte de los críticos del obradorismo lo dan por hecho, sin mayores pruebas. 

El acontecimiento reciente que da pie a la versión del maximato ejercido por López Obrador, es la reelección de Rosario Piedra Ibarra al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH); para muchos, fue una decisión del ex presidente pasando por encima de la voluntad de la presidenta Claudia Sheinbaum que hubiera preferido a la ex ombudsperson de la Ciudad de México, Nashieli Ramírez Hernández. Pero son eso, suposiciones sin ninguna carga de prueba. Me parece poco serio afirmar que hay maximato en México solo porque supuestamente López Obrador impuso a los legisladores de Morena y a la presidenta, a su “protegida” Rosario Piedra. 

En el conjunto de decisiones políticas que ha tomado la presidenta Claudia Sheinbaum y el oficialismo en estos dos meses sin López Obrador, la designación de la presidenta de la CNDH es un asunto importante, pero menor a otros temas que se han decidido y que apuntarían en un sentido contrario.

Por ejemplo, la decisión para dotar de mayores facultades e incluso el mando de la política de seguridad pública a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana a cargo de Omar García Harfuch es de mayor trascendencia y puede leerse como una modificación sustancial a la anterior política de seguridad del ex presidente López Obrador. En apenas dos meses se puede percibir un cambio en la estrategia de seguridad en contraste con la que impulsó el ex presidente con el poco afortunado título de “Abrazos y no balazos”. 

Además de la captura de algunos capos de distintos cárteles (Sinaloa y CNJG), se puede percibir el despliegue de la nueva estrategia en la Operación Enjambre llevada a cabo por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) y la fiscalía del Estado de México el pasado fin de semana en la que se detuvo a una alcaldesa, cinco mandos de seguridad pública municipales y un presidente honorífico del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) por sus presuntos vínculos con grupos de la delincuencia organizada. 

De pretender seguir ejerciendo el poder, López Obrador influiría más en los asuntos de mayor relevancia que gastar su capital político sólo para imponer a la presidenta de la CNDH. De otro lado, quienes aseguran que AMLO no se ha retirado y sigue tomando las decisiones en el nuevo gobierno siguen subestimando la capacidad de mando de la presidenta Claudia Sheinbaum y la autonomía de Morena como un partido político con peso propio. Si el gobierno actual se sigue pareciendo al anterior es porque, en lo sustancial, hay coincidencia en el mismo proyecto político y de gobierno. 

De otro lado, poco se toma en cuenta la singularidad de López Obrador como dirigente político, en contraste con los liderazgos de otros políticos no sólo en México sino en el contexto internacional. Basta revisar los liderazgos políticos de partidos de la izquierda electoral en toda América Latina y lo que se ve son dirigentes que tratan de perpetuarse en el poder. En argentina la familia Kirchner (primero el ya fallecido Néstor y luego Cristina), en Brasil Luiz Inacio, Lula, da Silva; en Venezuela Hugo Chávez, y Nicolás Maduro; en Bolivia el empecinamiento de Evo Morales por el poder; en Cuba Fidel y Raúl Castro.  

El caso más emblemático de liderazgos políticos de la supuesta izquierda que muestran se deseo de permanecer en el poder, a costa de lo que sea, es el de Daniel Ortega en Nicaragua, que llegó al poder en 1979 mediante la revolución a través del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Tras ser derrotado en las urnas, Daniel Ortega regresó a la presidencia en 2007 y desde entonces ha promovido diversas reformas a la Constitución para reelegirse,  ampliar el mando y ahora para convertir al Ejecutivo en el poder “coordinador” en ese país. En una absurda reforma recién aprobada por la Asamblea Legislativa dominado por el FSLN se modificó la ley para que ahora el Ejecutivo ahora sea el poder que “coordinará a los órganos legislativo, judicial, electoral, de control y fiscalización, regionales y municipales” que antes la Constitución reconocía como independientes o autónomos. Y además modificó la ley para que su esposa Rosario Murillo se convirtiera de vicepresidenta a copresidenta del país. 

Nada semejante intentó López Obrador. Ya no se recuerda, pero al comienzo de se sexenio, muchos apostaban a que iba a tratar de reelegirse. En lugar de ello simple y llanamente se fue a La Chingada. Quizá es hora de dejarlo descansar y concederle a la presidenta Sheinbaum la agencia y la capacidad de ejercer el poder (que no es poco) que los votantes le concedieron por seis años y acostumbrarnos a una realidad política sin las mañaneras de AMLO.

Rubén Martín
Periodista desde 1991. Fundador del diario Siglo 21 de Guadalajara y colaborador de media docena de diarios locales y nacionales. Su columna Antipolítica se publica en el diario El Informador. Conduce el programa Cosa Pública 2.0 en Radio Universidad de Guadalajara. Es doctor en Ciencias Sociales. Twitter: @rmartinmar Correo: [email protected]

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