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Adrián López Ortiz

22/06/2017 - 2:55 pm

El regreso del “partidazo”

Hace tres años, dos jóvenes me bajaron del auto en un supuesto asalto. Intentaron llevarme y no lo lograron. Recibí un balazo que me atravesó ambas piernas. Dos horas después, recuperé mi carro, pero no tres objetos claves: mi teléfono celular, mi computadora portátil y mi tablet. ¿Sigo preguntándome en cuál oscura dependencia terminarían desmantelados? Eso sí, mandaron su mensaje.

En respuesta al espionaje, el Gobierno Mexicano salió a decir en escueto comunicado menor que no eran ellos. Foto: Cuartoscuro.

Que el gobierno espía en México no es novedad. Tampoco lo es que muchos otros actores de poder, como empresarios y criminales, también lo hacen.

Por eso recibí con poca sorpresa la nota de portada del New York Times sobre el uso del software Pegasus de NSO Group para espiar a periodistas críticos y activistas mexicanos. Desde los estados llevamos años viendo como los gobernadores usan sus aparatos de inteligencia para espiar, cooptar y presionar a críticos y disidentes. La vieja práctica ahora se instaló en la capital.

Los he visto filtrar llamadas escandalosas, poner a sus “orejas” en lugares visibles o invisibles, mandarte el típico carro sospechoso a seguirte a todo lugar (¡para que los veas obviamente!); todo con tal de recopilar información privada y hacerte sentir vigilado y no dejarte dormir.

Hace tres años, dos jóvenes me bajaron del auto en un supuesto asalto. Intentaron llevarme y no lo lograron. Recibí un balazo que me atravesó ambas piernas. Dos horas después, recuperé mi carro, pero no tres objetos claves: mi teléfono celular, mi computadora portátil y mi tablet. ¿Sigo preguntándome en cuál oscura dependencia terminarían desmantelados? Eso sí, mandaron su mensaje.

Asumo que no soy el único periodista que se siente vigilado en este país. Asumo también que no soy el único con el miedo como sensación permanente. Por eso me parece increíble ver las reacciones de “compañeros” denostando la denuncia de los afectados y calificando el hecho como cosa menor.

El argumento es para llorar: cómo a todos nos espían, entonces que más da. Nomás les faltó decir: no sean llorones.

Debería darnos vergüenza tanta mezquindad. Justo cuando #AgendaDePeriodistas ha sentado un precedente de solidaridad e inteligencia gremial que hay que cultivar y crecer; justo cuando el crimen de Javier Valdez ha alimentado la protesta y la indignación ciudadana más allá del gremio. Justo cuando parece que a la sociedad mexicana le empiezan a interesar sus periodistas.

Da pena, son los mismos de siempre. Los que no hacen periodismo, sino eso que les dictan sus padrinos, defender lo indefendible. Esos a los que se les pide negar una realidad que todos los mexicanos ven: que tenemos un gobierno corrupto, coludido con el crimen organizado, haciendo negocios con criminales y compadres; un gobierno de espaldas a las instituciones y la sociedad; porque no le interesa, porque no quiere. ¿Para qué? si ellos están a toda madre.

Pero hay algo de fondo que me preocupa más: la aceptación de #GobiernoEspía como parte de la normalidad democrática. Concedemos que el gobierno infecte nuestros móviles del mismo modo que concedemos anomalías como la elección del Estado de México.

En respuesta al espionaje, el Gobierno Mexicano salió a decir en escueto comunicado menor que no eran ellos. Osorio Chong, el intocable, desmintió desde Sinaloa al tiempo que un grupo de periodistas protestaban dándole la espalda. No le gustó. Pero tampoco cambió de actitud. Puro rollo, ninguna evidencia, ninguna línea de acción. Insisto, no es que sean miopes, es que les vale madre.

Me quedaré esperando esa investigación profesional, expedita e independiente que lo demuestre. Que aclare que detrás del espionaje no hay una intencionalidad de estado sino la voluntad perversa de algún funcionario corrupto. Son ellos los obligados a probar su inocencia.

2017 es el año que tocamos fondo. Es el año en que Peña Nieto terminó de mover a México, pero en la dirección contraria de la legalidad y la justicia.

Asesinatos de periodistas y activistas, escándalos de corrupción, simulación de justicia, torcer las instituciones, manipular elecciones y ahora el espionaje sistemático. Instrumentos para el control. Armas impresentables para la conservación del poder.  . Patrimonialismo puro. Nula ética política. ¿Le recuerda algo?

El PRI, no el nuevo sino el de siempre. El más vetusto, el más arcaico… el “partidazo” está de regreso.

No lo olvide. Que ya viene 2018.

 

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.

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