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Alma Delia Murillo

24/03/2018 - 12:00 am

Estos cuarenta que ves

Volveraempezar, así, todo junto, es un verbo que le falta al idioma español.

Es volveraempezar. Foto: Pixabay.

El vacío, el círculo en blanco, el silencio.

No tener nada que agregar, la página virgen, la cuenta en ceros.

Si supiéramos cuántas veces en la vida haremos esto de volver a empezar, sería aterrador, o estimulante, según. Sólo por hoy, como pesimista en rehabilitación, creo que es de lo más estimulante.

 

Volveraempezar, así, todo junto, es un verbo que le falta al idioma español.

Porque reiniciar no es. Es volveraempezar.

Me gusta la unión de dos verbos en infinitivo: volver incesantemente, empezar ad infinitum.

Creo que la emulsión perfecta de esos dos verbos, llega a los cuarenta. Cuando podemos sumar dos veces veinte. Hay algo tan desalentador como maravilloso en el hecho de llegar a esta edad.

Justo ahora, hago malabares entre esos dos infinitivos.

Es domingo, mi día más odiado y, sin embargo, el que me da la certeza cálida, casi amorosa, de que conozco el camino.

Estoy en una casa vacía. No tengo siquiera dónde sentarme, sostengo un vaso vacío que tuvo café, miro las paredes blanquísimas, el techo sin marcas.

Decía Schopenhauer que los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los siguientes treinta, el comentario.

Y, claro, hay que cumplir cuarenta para entender que tenía toda la razón el mismísimo y cabrón padre del arte de tener razón.

 

Con todo y el antiácido, la lejanía del metabolismo feroz, la pomada para las articulaciones si insistes en ejercitarte como perro de carrera y los litros de suero en el refrigerador; los cuarenta traen, como caja de Pandora, un montón de regalos insospechados.

El primero es la aceptación, ese pequeño pero invaluable milagro: sabes bien quién eres, qué tienes, qué no, cómo te ves y cómo no te ves y —más por una sensatez profunda que por valentía, ya no te importa todo lo que no puedes demostrar.

 

Otro remanso de aguas dulcísimas es que amas a tu familia más que nunca pero te importa una reverenda chingada lo que esperen de ti, sus permisos y aprobaciones, sus expectativas… porque vienes de tu origen pero ahora eres un uno, individual, una identidad construida desde la experiencia única que has andado sobre una ruta personalísima.

 

Lo mejor, vuelvo a pensarlo en este espacio vacío, es que sabes que la vida es un interminable juego de volveraempezar, esa oportunidad generosa de que el marcador vuelva a ponerse en ceros, ya no te aterra.

Sí duele, sí agota, sí se lleva pedazos tuyos irremplazables pero el miedo es aniquilado por la certeza del camino conocido. Sabes que vas a poder, otra vez. Y otra y otra y otra.

Y sabes bien cómo hacer tu mochila de sobrevivencia, conoces lo fundamental y lo accesorio.

Escasamente me ocurre que mi mirada avance sobre el camino esperanzador y luminoso, pero hasta un espíritu espeso como el mío puede deslumbrarse ante la belleza de una casa vacía y la mirada en perspectiva de un árbol de jacarandas rebosando de ese violeta inenarrable en esta ciudad que pareciera diseñada para que cada esquina sea un volveraempezar emocionante. Y necesitaba escribir esto.

 

@AlmaDeliaMurillo

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