De las 91 víctimas 32 eran civiles -dos de ellas mujeres-, 39 combatientes del EI, 11 rebeldes y, al menos, nueve efectivos de las fuerzas leales al régimen sirio.

Todos ellos fueron ejecutados por, supuestamente, “ofender a Dios y la religión, colaborar con órganos y servicios secretos extranjeros, practicar la hechicería, cooperar con la coalición (internacional) de los cruzados o trabajar para el régimen (sirio)”.

Asimismo, varios fueron asesinados por practicar acciones indecentes con varones, sodomía, adulterio y pertenecer a las fuerzas del Gobierno sirio y sus milicias.

Con estas 91 víctimas mortales, aumentó a 3.156 el número de personas ejecutadas por los yihadistas del EI en las zonas sirias bajo su control, desde que la organización terrorista anunció la creación del califato el 29 de junio del año.

Un total de 1.841 de esos ejecutados eran civiles, entre ellos 75 menores de 18 años, y 95 mujeres.

Dependiendo del tipo de delito por el que se les detuvo, fueron degollados, fusilados, decapitados, lanzados al vacío desde edificios o quemados vivos.

Asimismo, entre esas víctimas figuran más de 930 miembros del clan árabe suní al Shuitat, de la provincia oriental de Deir el Zur, y 223 ciudadanos kurdos asesinados con armas de fuego y cuchillos en la ciudad de Kobani, en el norte de Alepo.

Los yihadistas controlan amplias zonas de Irak y Siria desde junio de 2014, cuando declararon un califato en los territorios conquistados en ambos países.