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Sin Fronteras

01/08/2019 - 12:03 am

Sin código postal

El problema continúa cuando las personas logran escapar y llegan a México, aunque las probabilidades de ser presas nuevamente son altas.

“A Claudia la tenían cautiva junto con sus dos pequeñas hijas, la forzaban a prostituirse”. Foto: Luis Carbayo, Cuartoscuro

¿QUÉ ACCIÓN TOMAR EN CONTRA DE LA TRATA DE PERSONAS?

[…no seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas]

Audre Lorde

Por Valeria Scalisse García

Psicóloga de Sin Fronteras IAP

@Sinfronteras_1

El día martes 30 de julio se conmemora el Día Mundial Contra la Trata de Personas, que tiene como objetivo concientizar a la población sobre la realidad que miles de personas sufren cada día. Es así, que escribir sobre la trata resulta una ardua y necesaria tarea puesto que es una herida y una situación de violencia dolorosa que se siente hasta en la última fibra de nuestro ser. A veces pareciera que las palabras escritas no plasman el dolor y el vacío que representa para miles de personas que lo han padecido. No obstante, se intentará honrar de la mejor forma posible las historias escuchadas para dar voz a aquellas personas que aún están en su proceso de resurrección como pudieran ser, mujeres, niñas, adolescentes migrantes que se encuentran en su paso por México.

Si hablamos de la trata y nos preguntamos ¿qué pasa con ella? ¿A quiénes toca? ¿Por qué sucede? La única respuesta quizás, es que pareciera una maldición que llega hasta el rincón más escondido del universo. No tiene código postal ni preferencia en cuanto al género, nivel socio-económico, edad ni nacionalidad, la trata de personas traspasa fronteras y es así, cuando nos topamos con casos de personas migrantes. Huyen de la violencia, extorsión y el reclutamiento forzado que viven en su país, que se logra personificar como una sombra amenazadora que deambula por las calles en búsqueda de su siguiente presa. El problema continúa cuando las personas logran escapar y llegan a México, aunque las probabilidades de ser presas nuevamente son altas.

Las mujeres, niñas y adolescentes migrantes en lo particular, caminan al filo de la navaja. Se les obliga a crecer demasiado rápido, sus pensamientos y emociones están delimitados por la idea de que el migrar es la única alternativa para sobrevivir. A la par, viven situaciones de violencia constante donde a diferencia de los hombres, el cuerpo de las mujeres resulta un arma que las pandillas o el crimen organizado utilizan bajo su voluntad.

Es así que cuando discutimos sobre trata y migración, hablamos sobre el caso de Claudia. [1] Mujer que representa la resurrección y fortaleza porque desde el fuego y las llamas emergió para salvar a sus hijas y a ella. A Claudia la tenían cautiva junto con sus dos pequeñas hijas, la forzaban a prostituirse. Su cuerpo le era despojado como moneda de cambio y si ella no cumplía, la amenazaban con que sus hijas sufrirían la misma maldición. Sin embargo, un día huyó y no dudo en hacerlo, recordando que su cuerpo y el de sus hijas era de ellas y de nadie más. Claudia tuvo la fortuna de sobrevivir y contar su historia, destacando siempre que se les enseñara a las niñas a jugar y a protegerse, que son dignas de ser lo que quieran ser. Habla de reconocer y hacer frente a los monstruos de la ignorancia, la violencia, el consumo de la trata y el poder que se genera para unos cuantos.

¿Y, ahora? ¿Qué nos queda a nosotros como sociedad? Si bien, el caso de Claudia como el de muchas mujeres más, nos ayuda a sensibilizarnos y a reconocer que la trata existe, pero, es obligatorio hacernos la siguiente pregunta ¿por qué sucede esto? y la respuesta es sencilla, nosotros somos quienes lo permitimos, por el simple hecho que hay gente que lo consume, resulta impune al hacerlo y continúa siendo un negocio redituable.

Si conmemoramos este día buscando justicia estaríamos dejando a un lado uno de los puntos importantes: sí, claro que hay sobrevivientes que requieren un sistema más justo y restaurador, sin embargo, no olvidemos nombrar que detrás de esta red que ensordece y nubla a toda aquella mujer, niña o adolescente que ha sido víctima, hay personas que continúan “solicitando” el servicio. Luchemos juntas para que esto termine, empezando por enseñarles a nuestros hijos e hijas que su cuerpo y el de cualquier otra persona no pueden ser sometido, es suyo y de nadie más.

[1] El nombre y la historia brindada en esta nota ha sido modificada para respetar la confidencialidad y privacidad de las personas.

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