Isla de perros o en los terrenos de Wes Anderson

06/05/2018 - 12:02 am
Foto: Especial

De perros y gatos, de niños y hombres, de gobiernos y dictadores, de lealtades y traiciones. Después de El Fantástico Sr. Zorro (2009), el segundo largometraje de animación en stop motion del cineasta estadounidense Wes Anderson: Isla de perros (2018), permite revisitar ese cautivador estilo personal en terrenos demarcados donde el mundo se mueve a otra velocidad y las dosis de humor provienen de personajes hieráticos.

En Isla de perros, la población canina ha sido desterrada de la ciudad ficticia de Megasaki, tras ser acusada de ser el foco de varias enfermedades que ponen en riesgo la vida de los humanos. Sin hacer caso de las objeciones de un grupo de científicos que investigan la cura, ni de las peticiones de grupos defensores de animales, el Mayor Kobayashi (Kunichi Nomura) firma el decreto para que la población entera renuncie a la compañía de sus adorables peludos y éstos sean llevados a la misma isla en donde trasladan la basura y desechos urbanos. Para dar el ejemplo a los ciudadanos, el alcalde envía al destierro a Spots (Liev Schreiber), el perro guardián de Atari (Koyu Rankin), el huérfano de 12 años que vive bajo su tutela. Para Atari, la separación es dolorosa: Spots es su amigo.

La trama entra en territorio perruno, en donde los personajes de cuatro patas se organizan para conseguir comida entre los desperdicios, rivalizan entre manadas y recuerdan sus días felices, los mimos recibidos de sus antiguos dueños, sus confortables camitas o las delicias de las croquetas. Eso, los perros con suerte. En la isleta habitan también los callejeros, como Chief (Bryan Cranston), una criatura que sabe de abandono, resguarda su autogobierno y “muerde”, como advierte en forma continua a manera de escudo defensor.

Un pequeño avión se precipita sobre la isla, el piloto es Atari, quien se ha aventurado en busca de Spots. Lo recibe una manada incrédula: Atari es el único humano que ha regresado por su perro. Ante esa demostración de cariño y lealtad, el grupo de peludos personajes Chief, Rex (Edward Norton), Boss (Bill Murray) y Duke (Jeff Goldblum) se unen en la búsqueda de Spots. Principia la odisea perruna que incluye consulta con los caninos iluminados: el sabio Júpiter (F. Murray Abraham) y el oráculo (Tilda Swinton), batallas campales y una larga travesía por la isla. Juntos enfrentarán otra amenaza, el Mayor Kobayashi ha decidido el exterminio canino y se dispone a apretar el temido botón rojo de todas las películas con el fin de desintegrar la isla.

En tanto, aventuras humanas se tejen en Megasaki: científicos que han encontrado cura y esperanza para las enfermedades de los canes se estrellan con la intransigencia del opresor. ¿Y… dónde están los gatos? Los felinos se encuentran a salvo en la ciudad y son objeto de adoración por parte del grupo gobernante lo que deriva en un arrebato de “sospechosismo” para una estudiante estadounidense de intercambio (Greta Gerwig). La joven descubre una conspiración en contra de los canes y organiza a su generación para confrontar al régimen corrupto e intolerante de Kobayashi.

El mundo creado por Anderson para este filme es rico en imaginación y detalles inspirados en la cultura japonesa, desde “La gran ola de Kanawaga” de Hokusai, el teatro kabuki o el género poético del haiku. Inevitable la alusión al cine de Akira Kurosawa con el Mayor esculpido a semejanza de Kingo Gondo de El infierno del odio (1963) o el Lord Hidetora de Ran (1985), en el arranque de la trama. Está la tribuna política y los emplazamientos de cámara de El ciudadano Kane (1941) de Orson Welles y un desfile de referencias a detallar, Akira (1988) de Katsuhiro Otomo o el monstruo Godzilla.

“¿Qué pasó con el mejor amigo del hombre?” se cuestiona al menos un par de veces a lo largo del filme. Y la interpelación aplica si se habla de hombre a hombre o de los vínculos entre humanos y animales. De gobiernos y sociedad, de la ciencia contra la ignorancia o del sentido de justicia al que se oponen los intereses personales. Mahatma Gandhi afirmaba que la evolución de los pueblos podía medirse por el trato hacia sus animales. La parábola se acomoda en justa medida en Isla de perros de Anderson.

El autor de obras memorables como Moonrise Kingdom: Un reino bajo la luna (2012) o El gran hotel Budapest (2014), es tan fiel a su universo como lo sería cualquiera de sus peludos personajes. Es evidente en la estética, el ritmo y el humor pausado. La explosión creativa ha sido posible a un guion de autoría compartida entre Anderson y los multifacéticos productores, actores y guionistas Roman Coppola (Moonrise Kingdom), Jason Schwartzman (Viaje a Darjeelin) y Kunichi Nomura (El gran hotel Budapest). A la unión de talentos como el oscareado Alexandre Desplat, (La forma del agua), el cinefotógrafo Tristan Oliver (Pollitos en fuga) y las voces de la pléyade de actores que acompañan esta cruzada canina en busca de respeto y justicia.

Isla de perros se estrenó este fin de semana y para los seguidores de Wes Anderson hay espléndidas noticias. A partir del 17 de mayo, la Cineteca Nacional presentará una retrospectiva del cineasta que incluirá: El fantástico Sr. Zorro, Los excéntricos Tennenbaums, La vida acuática con Steve Zissou y El gran hotel Budapest.

Rosalina Piñera
Periodista egresada de la UNAM. En su pesquisa sobre el cine ha recorrido radio, televisión y publicaciones como El Universal. Fue titular del programa Música de fondo en Código DF Radio y, actualmente, conduce Cine Congreso en el Canal del Congreso.
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