“Es el año de las maravillas”, dice Álvaro Enrigue ganador del Premio Elena Poniatowska

08/10/2014 - 12:04 am
El escritor reside en Nueva York junto a su esposa, la también escritora Valeria Luiselli. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
El escritor reside en Nueva York junto a su esposa, la también escritora Valeria Luiselli. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Ciudad de México, 8 de octubre (SinEmbargo).- “Es el año de las maravillas. La semana pasada le dieron a mi mujer el 5 Under 35 de la National Book Foundation, hoy me hablan de la nada para decirme que me dieron el premio que da mi ciudad: el año de las maravillas”, alcanzó a decir a SinEmbargo el escritor mexicano Álvaro Enrigue, flamante ganador del Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska, mientras corría presuroso a participar en Tribeca de un homenaje a Octavio Paz.

Este martes al mediodía, el secretario de la Cultura del GDF, Eduardo Vázquez, anunciaba con mucha satisfacción el galardón otorgado a Muerte súbita, la novela que a fines del 2013 recibió el Herralde. El autor recibirá el premio en el marco de la Feria del Libro del Zócalo que inicia el viernes.

Álvaro Enrigue (México, 1969) ganó el Premio de Primera Novela Joaquín Mortiz en 1996 con La muerte de un instalador. En esta colección publicó Hipotermia (2005);  Vidas perpendiculares (2008) y Decencia (2011). En 2012 dio a conocer el ensayo Valiente clase media. Dinero, letras y cursilería.

Este fin de semana tuvimos el privilegio de entrevistarlo y la charla, siempre amena e informal con Enrigue, giró, inesperadamente, alrededor de la fama y los reconocimientos. Como adivinando lo que se venía.

LA ENTREVISTA

Álvaro Enrigue no se siente particularmente afectado por la muerte de Gustavo Cerati, tan poco aficionado como es al rock en español.

“Por supuesto que es una vida humana perdida y demás, incluso llegaron a molestarme muchos chistes de muy mal gusto en las redes sociales, pero no fue una muerte que me afectara particularmente”, dice el autor del Premio Herralde de Novela por Muerte súbita, nacido en ciudad de México en 1968 y flamante ganador del Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska por el mismo libro.

–¿Jordi Soler, tu hermano, es más aficionado a la música?

–Puede parecer, por los perfiles profesionales de ambos, pero la verdad es que me gusta la música, tengo muchos discos, como todo el mundo, pero no es un signo de identidad para mí. Además, tengo gustos extraordinariamente eclécticos. Como dice Paula Canal (editora de Anagrama) mi iPod es para llevarlo a la tumba. Mi iPod es impresentable. El rango más bajo es, digamos, Raphael, y el más alto, una cantidad ridícula de óperas.

–Es como el Spotify, que te balconea cuando escuchas a Cristian Castro

–(risas) Hay que ir con el iPod a la tumba, que te entierren abrazado a él. Hay gustos musicales de los que no debe enterarse nadie.

–¿En general cómo te llevas con tu perfil público? Hay quienes dicen que eres el mejor escritor del México actual, otros dicen todo lo contrario…

–¿Sabes? Creo que soy un hombre de suerte. Estoy casado con la mujer más bella del mundo (Valeria Luiselli), quien es además una escritora infinitamente más famosa que yo. Tengo una relación muy cómoda con los lectores por eso mismo. Tengo el grupo de lectores de siempre. En las redes sociales participo poco. Sólo tengo Twitter y porque al final lo que soy es periodista, es lo que estudié, aunque al final no me haya dedicado a eso. Uso Twitter como una fuente de información y como un espacio recreativo, la verdad. Tengo una relación muy sana con el Twitter y la gente se mete poco conmigo. De pronto se han metido muy duro durante un tiempo, pero ha sido casualidad; fue cuando Gael García y yo hicimos una campaña bastante idiota contra el chiste de KLM, durante el Mundial de Futbol, y nos cayó encima todo el planeta Tierra. Fue una mala experiencia que al final resultó muy jocosa. Fíjate que hasta el mismísimo rey de Holanda le mandó un tuit a Gael…

–Las cosas que hacemos durante un Mundial…

–Los mundiales de futbol y las elecciones son espacios extraordinarios. Suceden muchas cosas y casi todas buenas; nos permiten vivir algo distinto al horror cotidiano de la vida.

Nadie quiere ser Carlos Fuentes, nadie quiere ser Octavio Paz, dice. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
Nadie quiere ser Carlos Fuentes, nadie quiere ser Octavio Paz, dice. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–De todas maneras pecas de modestia excesiva. Nombraría a cuatro escritores leídos, conocidos, y seguidos por la gente en México: Élmer Mendoza, Juan Villoro, Guillermo Fadanelli y tú…

–Es muy duro que lo pongas en esos términos…

–Son mis referencias como periodista

–Es que la verdad, no creo que ese sea mi problema, sino el problema de mi editor. Lo único que quiero es que el libro que estoy haciendo me permita publicar el siguiente. Lo único que me gusta es escribir, no es un oficio que padezca, por el contrario, lo disfruto mucho. El trabajo de la literatura no retribuye, es muy complicado hacerlo, pero es el que me gusta. Cuando escribes ocho horas al día ya no es tan lindo como cuando era una experiencia de pirata que sólo hacías por la noche, pero aun así es un oficio gozoso, al menos para mí. Me gusta escribir, no ser escritor. No sé si te diste cuenta de que me he ido retirando poco a poco del espacio público, mis amigos me reclaman, pero la verdad es que si voy a dedicarle un espacio a esta vocación que tengo prefiero que sea para leer y escribir. También pasa que estoy envejeciendo y me interesan menos los aviones, conocer ciudades.

–De los autores que te nombré, ¿con cuál te sientes más emparentado?

–Nunca me he sentido emparentado estéticamente con nadie. A lo mejor es un caso de terapia. Uno irremediablemente pertenece a una camada e irremediablemente tiene preocupaciones comunes e irremediablemente tiene contaminaciones estilísticas. La verdad es que no me acuerdo cómo era la vida cuando no era escritor, lo cual significa que desde que me funciona la memoria he estado leyendo a esos colegas que nombras e indudablemente me han influido, no sé si yo a ellos, pero sí ellos a mí. Por otro lado, siempre he sentido que voy por un camino lateral, distinto, a lo mejor como una cosa de autodefensa. No quiero ser el lanzador de Los Yankees, no quiero ponerme en esa situación. Lo que hago es demasiado delicado como para cumplir con el tipo de exposición que demanda a un escritor la industria editorial moderna.

El autor de Decencia y La muerte de un instalador ha ganado el Prmerio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska Foto: Francisco Cañedo
El autor de Decencia y La muerte de un instalador ha ganado el Prmerio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska Foto: Francisco Cañedo

–A lo mejor Fadanelli, Villoro y Élmer Mendoza también dirían que han elegido un camino lateral, distinto, en la literatura mexicana.

–Lo que tiene en común la lista que hiciste es que los cuatro hemos sido un poco reclusivos en relación con nuestro trabajo. Lo que tendríamos que hacer en México es tomar un Estado de tamaño mediano, como por ejemplo Nayarit, convertirlo en un gran couch y darles terapia a todos los pinches mexicanos que existen. Lo de los mexicanos y el padre es una cosa inquietante. La muerte de los próceres de la literatura nacional es motivo de alegría. ¡Al fin vivimos en una literatura sin próceres! ¿Por qué esta desesperación porque haya figuras paternas cuando no hay nadie siquiera que desee serlo? Nadie quiere ser Octavio Paz. Nadie quiere ser Carlos Fuentes. Y los que quieren serlo jamás van a alcanzar ese rango.

–Una literatura sin líderes, entonces

–Escribir es un trabajo de clase media. Es como ser dentista o médico. Si quieren un caudillo literario entonces también busquen un caudillo de los dentistas y de los abogados.

–¿Tuviste tu prócer literario cuando empezaste a escribir?

–Para mí fue crucial la figura de Juan Villoro. Estoy seguro de que él no quiere convertirse en un caudillo, pero para mí fue fundamental no sólo como modelo, sino también como el escritor que me dio la mano cuando lo necesitaba. Por otro lado, quiero que quede claro que no tengo problemas con  Paz o Fuentes. Los leo, me gustan y no creo que les hagan bien los homenajes, ya me harté de decirlo, pero México es el país de los homenajes, así que ni modo.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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