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Carlos A. Pérez Ricart

09/05/2023 - 12:04 am

Resucitar después de una sobredosis de fentanilo

“Cuando alrededor del tema de drogas se habla de políticas de ‘reducción de daños’ se hace referencia al uso de un conjunto de estrategias que buscan minimizar las consecuencias adversas ocasionadas por el consumo de sustancias psicoactivas”.

“Autorizar la venta libre de naloxona en México no va a incentivar el uso de fentanilo u otros opiáceos. […] Lo que hará es reducir las posibilidades de daño a quienes ya consumen drogas”. Foto: Twitter @Miladyfirestor1
La marca es NARCAN. Se presenta en una cajita blanca con dos sprays, cada uno con cuatro miligramos de naloxona. Caben en una bolsa, en cualquier rincón de una mochila. Llevarlo es casi imperceptible. No pesa más que el frasquito de gel anti bacterial que cargas de arriba para abajo. Al cambiar de mochila te darías cuenta de que sí, en efecto, sigue contigo, después de tantos años. Esa cajita blanca, tan insignificante, tan pequeña, puede salvar vidas.

Narcan es el nombre comercial de la naloxona, un antagonista de receptores opioides. Es un antídoto de emergencia para contrarrestar, en pocos segundos, una sobredosis de opioides, fentanilo incluido. Es de uso común en los quirófanos desde hace años. Ahora se vende en las farmacias en una pequeña caja blanca. Miles de personas ya la llevan consigo.

La naloxona bloquea los efectos de los opioides en el cerebro. En una crisis por sobredosis tienes apenas unos segundos para reaccionar antes de que las yemas de los dedos se vuelvan azules y tu respiración desaparezca. Una inhalación de naloxona basta para devolver la vida a una persona. En más del 75 por ciento de las veces, su uso ha resultado efectivo (1). Imposible saber el número exacto, pero miles de muertes se han evitado. Decenas de miles.

Como un extintor o un salvavidas, lo ideal es nunca utilizarlo, pero es bueno —incluso imprescindible— tenerlo cerca. En Estados Unidos, donde mueren doscientas personas por sobredosis al día, su uso ya está permitido. Puedes adquirirlo sin receta médica y sin demasiadas preguntas en cualquier farmacia. Lo guardas en tu mochila, te olvidas para siempre de él. Hasta que lo necesitas.

En México su venta no está liberada. Las razones me son incomprensibles.

En la conferencia mañanera del 11 de abril, el presidente López Obrador se pronunció en contra de la venta libre de naloxona. Dijo que el medicamento era un paliativo, solo eso, una forma de prolongar “la agonía”. Lo cito de forma directa: “anticipar el uso de este producto es como querer tapar el sol con un dedo y evadir el tratamiento de las causas profundas que están en la desigualdad, en esa falta de oportunidades”.

En esa misma conferencia, el subsecretario Hugo López Gatell deslizó otra crítica. Argumentó que hay grupos de interés que presionan al gobierno mexicano para que autorice su uso y venta libre. Tiene razón. En efecto, existe evidencia de una campaña orquestada para promocionar la venta libre de Narcan, como de tantas otras. Me parece legítima la crítica de López Gatell al funcionamiento abusivo de la industria farmacéutica. Ahora bien: ¿Algún sorprendido? No. ¿Algo que no se haya dicho al respecto? Tampoco. Este tipo de consideraciones, sin embargo, son —o deberían ser— secundarias frente a un problema tan real como asfixiante: el uso y abuso de fentanilo y otros opiáceos existe también al cruzar el Río Bravo. Es importante salvar la vida de quienes la consumen. La naloxona presenta una solución parcial.

Cuando alrededor del tema de drogas se habla de políticas de “reducción de daños” se hace referencia al uso de un conjunto de estrategias que buscan minimizar las consecuencias adversas ocasionadas por el consumo de sustancias psicoactivas. ¿Ejemplos? Programas de intercambio de jeringas para evitar infecciones de VIH o hepatitis, servicios de identificación de sustancias en festivales de música, salas de consumo supervisado o tratamientos de sustitución de opiáceos con medicamentos alternativos. El uso de naloxona es otro ejemplo. De acuerdo, no presentan una solución integral al abuso de drogas, pero tampoco intentan serlo. Lo que buscan es reducir el daño. Reducir. Y ya. No más, pero tampoco menos.

Autorizar la venta libre de naloxona en México no va a incentivar el uso de fentanilo u otros opiáceos. No hay ninguna —absolutamente ninguna— evidencia en ese sentido. Lo que hará es reducir las posibilidades de daño a quienes ya consumen drogas. Salvar vidas. De eso sí hay evidencia ¿Qué sentido tiene que Palacio Nacional siga oponiéndose a su comercialización?

1. Abdelal, R., Raja Banerjee, A., Carlberg-Racich, S. et al. Real-world study of multiple naloxone administration for opioid overdose reversal among bystanders. Harm Reduct J 19, 49 (2022).

Carlos A. Pérez Ricart
Carlos A. Pérez Ricart es Profesor Investigador del CIDE. Es uno de los integrantes de la Comisión para el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico (COVeH), 1965-1990. Tiene un doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad Libre de Berlín y una licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México. Entre 2017 y 2020 fue docente e investigador posdoctoral en la Universidad de Oxford, Reino Unido.

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