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Tomás Calvillo Unna

09/08/2023 - 12:04 am

La conciencia del instante

Rendija: Ser fieles a sí mismos no implica abrir las puertas del infierno; en todo caso, saber ver a los demás que caminan en diversas direcciones obliga a comprender mejor el tema histórico del destino individual y colectivo: inseparables en su acertijo.

“El enigma del círculo”.
“El enigma del círculo”. Pintura: Tomás Calvillo Unna

Rendija: Ser fieles a sí mismos no implica abrir las puertas del infierno; en todo caso, saber ver a los demás que caminan en diversas direcciones obliga a comprender mejor el tema histórico del destino individual y colectivo: inseparables en su acertijo.

I

El lienzo del cielo al atardecer,

su desparpajo

en las copas de los árboles,

sueltas,

incluso volando

y cubriendo de nubes

los caminos;

las pausas tan necesarias

que recuerdan

el ritmo de las cosas,

el mismo,

que desaparece ante nuestros ojos.

II

El negro de la seda nocturna

que delinea la exquisita sorpresa

de los anhelos que todo sueño cuida.

La espera tan necesaria

y decisiva,

que apunta su breve guion;

la partitura de una danza por venir

al escuchar los ríos subterráneos

que nuestros pasos perciben

y siguen;

una biología del asombro

de la dicha que nos abraza

y por momentos detiene

la rotación del planeta

encriptado en cada uno.

El estar de los filósofos,

de los albañiles del pensamiento,

de los astrónomos de las palabras;

mujeres y hombres que se abrazan

en el círculo del entendimiento

que los afectos amalgaman.

III

Y, aun así, algo se escapa,

se nos escapa,

y quedamos absortos,

ante el agotamiento existencial

que define lo que sucede;

el torbellino no cede y se propaga,

su poder de abismo, es evidente

a pesar de los juegos de artificio

que hipnotizan;

es la nueva esclavitud

que a todos nos encadena;

entre la adición y el hábito,

estamos presos

en esta libertad digital.

IV

Cuando se convierten los sueños

en un recorrido de calabozos

algo tenemos que hacer.

Recuperar, encontrar

la plasticidad propia

de nuestro acontecer,

ante el cúmulo de tareas:

su ligereza esencial,

la virtud de desplegarse

donde resuena la atemporalidad;

un adelanto perceptible y presencial

de la conciencia del instante:

nuestro desafío,

que una y otra vez

ronda en su esquema

de apuntar el paso

de todo suceso,

su dotación original

de ausencia adelantada,

el presagio propio

de cada experiencia.

Convertir la inhalación y exhalación

en la meditación de todo quehacer.

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