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Ernesto Hernández Norzagaray

10/04/2015 - 12:00 am

Presión, estrés, cansancio

Los comentarios a mi artículo La Sociedad del Cansancio y una lectura del artículo de Rosa Montero (‘Esos pobres políticos’, El País, 1 de Febrero 2015) me llevan a una reflexión sobre los políticos en funciones de gobierno. En los comentarios de los lectores varios de ellos consideraron un exceso incluir el cansancio de Murillo […]

Los comentarios a mi artículo La Sociedad del Cansancio y una lectura del artículo de Rosa Montero (‘Esos pobres políticos’, El País, 1 de Febrero 2015) me llevan a una reflexión sobre los políticos en funciones de gobierno. En los comentarios de los lectores varios de ellos consideraron un exceso incluir el cansancio de Murillo Karam en las coordenadas filosóficas de Han. Quizá tengan razón porque Han se refiere a un cansancio incubado en las grandes empresas donde la lucha es feroz entre los ejecutivos que quieren alcanzar el éxito, reconocimiento y dinero.

Pero, pregunto, ¿Sólo ahí se da esta lucha? ¿No vale para la política? Creo que sí, por eso me parece que están en un error, quienes parecen sostener que los políticos no están sujetos a la presión y el stress o peor aún que no tienen derecho a buscar el éxito en su profesión, cualquier cosa que esto signifique, sino a los que no les alcanza el tiempo más que para estar en reuniones, leer prensa e informes, dar entrevistas o hacer viajes.

En cuanto al artículo sugerente de la escritora española Rosa Montero quien reflexiona sobre el contenido de Borgen una serie de televisión danesa y el ensayo de Carles Casajuana Las leyes del Castillo, puso el dedo en una llaga de las democracias representativas. Para la autora de La Hija del Caníbal estamos ante el reconocimiento de un “político que no tiene tiempo para nada. Además de estar perpetuamente agotado, pierde todo contacto con la realidad”. Nos dice que no se refiere “a los políticos corruptos, a los grandes canallas”, sino aquellos que entran en la política colmados de buenas intenciones y que a vuelta de un año su única obsesión es conservar el poder.

Mucho se ha escrito en contra del desempeño  de la mayoría de quienes viven de la política, un libro de factura reciente y profundidad analítica es El oficio del Político del politólogo español Manuel Alcántara. Pero poco, muy poco, de su vida cotidiana. Quizá sea porque muchos ven los excesos de algunos políticos mediáticos y nadie para a considerar como distribuyen su tiempo, sus energías, sus responsabilidades personales o familiares o cómo consumen su salud en ambientes con mucha tensión y mal karma. ¿Qué abandonan para estar al cien en su carrera desenfrenada y delirante por alcanzar mayores cuotas de poder, para estar como vulgarmente se dice, en la jugada?

La “caballada” y sus rutinas

Podrían servir de ejemplo muchos de esa gran mayoría de los 500 diputados y los 128 senadores que asisten regularmente a las sesiones de sus cámaras legislativas o gobernadores y alcaldes con ambiciones políticas o más de alguno de esa “caballada” de candidatos que en estos momentos busca el voto. Incluso, aquellos faltistas en las sesiones legislativas, pero que andan de la peca a la meca en la grilla política. Que no descansan. Quienes diariamente alimentan su animal político con una agenda cargada de compromisos irrelevantes para la mayoría de los ciudadanos pero que ellos piensan decisivos para sus carreras políticas y la conservación del poder.

Imaginemos un político varón (igual puede ser una mujer quien es más exigente con su imagen). Levantarse a las 5 para estar informado, bañado y perfumado a las 7 en una estación de radio o un set de televisión, atender las primeras llamadas de la mañana, traslado a un restaurante donde posiblemente se encuentre con el dirigente del partido o con el líder de su grupo parlamentario. Lectura de las principales columnas y llamadas de sus asesores. Día de sesión  y una larga estancia sentado en la Cámara escuchando posicionamientos de los tribunos de uno y otro partido, mientras lee notas de Twitter. Comer rápido porque hay que salir volando a tomar un avión para ir a la cabecera municipal de su distrito o la capital de su estado. Tráfico cargado. Llamadas y más llamadas. Al final el político ya cansado, llega al aeropuerto, pero con el tiempo encima y corre para que no se le vaya el avión. Hacer la cola de abordaje y al fin un rato sentado por una hora y media.

Abrir el portafolio para leer y subrayar algunos documentos. Llegar a la ciudad destino y lo esperan líderes del partido y periodistas que quieren saber el motivo de su visita o sacar una declaración para hacer la nota del día. Luego una reunión con campesinos, obreros o empresarios donde permanece sentado, escucha y escucha peticiones. Sale corriendo de nuevo al aeropuerto para abordar el último vuelo de la noche. Cenar un snack con una cerveza mientras lee un informe para presentar en una comisión de las que participa. Llegada a la capital y tomar un taxi para su casa que está a una hora del aeropuerto. Su mujer e hijos duermen. Cae rendido. Al día siguiente quizá la misma rutina. Presión, estrés, cansancio, presión, estrés, cansancio…

Se podrá decir con certeza que ese tipo de políticos son la excepción a la regla. Que la mayoría de ellos son unos “huevones. Que no se comprometen. Que van a calentar la curul y esperar la quincena y ver los depósitos jugosos en su cuenta bancaria. Quizá sí, quizá no. Sin embargo, la carrera política y las instituciones públicas reclaman tiempo y energía de los representantes políticos para hacer quorum, votar, posicionarse o declarar, trabajo en comisiones y subcomisiones; los gobernadores y alcaldes hacer recorridos por sus áreas de influencia, reuniones con sus subalternos, actos protocolarios, entrevistas y un largo etcétera que reclama una gran fortaleza física y mental. Pero, aun teniéndola, termina por cansar por una agenda rocambolesca donde cuentan los minutos y en ocasiones los segundos.

Resorte social

Pero si bien Rosa Montero podría concluir con una expresión de compasión judeocristiana, la reinventa cuando afirma no pobre de ellos, si no pobres de nosotros que estamos representados y gobernados por seres enfermos y que bien haríamos si ellos tuvieran una jornada de trabajo como cualquier otro, de ocho horas, y luego mandarlos cada tres años a su casa para que estén con sus familias y conversen, cenen y hagan el amor como cualquier otro u otra, en lugar de estar en una cadena de reuniones irrelevantes donde domina la solemnidad, las sonrisas, el palmeo y el abrazo falso. Si eso ocurriera, tendríamos políticos más descansados y relajados. Condición indispensable para hacer un trabajo político más productivo y eficaz.

Pero no, el resorte de la sociedad salta hacia otro lado, deja a esos políticos que frecuentemente desprecia y no son dignos de su confianza, que sigan gobernando y tomando las decisiones por ella y Montero recupera a Casajuana para hablar de los graves problemas que padece el político: “El primero, el de la pura incompetencia. Creemos que, porque son poderosos, los gobernantes tienen más capacidad que los demás para dirigir los asuntos públicos. Pero no siempre es así. (…) Los gobernantes, de media, no poseen un talento especial para gobernar. Poseen únicamente un talento especial para alcanzar el poder y conservarlo, que no es lo mismo”. Y cita una frase genial de Bioy Casares: “El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez”.

En definitiva, la cara del ex Procurador, si es de cansancio.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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