FADANELLI: “NO ME GUSTA VIVIR COMO UN PUERCO”

11/08/2012 - 12:00 am

Pesimista y optimista, fatalista y esquizofrénico, según sus propias definiciones, el escritor Guillermo Fadanelli (México, 1960) dice, después de presentar Insolencia, literatura y mundo y En busca de un lugar habitable, ambos libros por editorial Almadía, que no volverá a escribir ensayos.

Sin embargo, el autor de La otra cara de Rock Hudson (Anagrama) y Educar a los topos (Anagrama), entre otras novelas con muchas traducciones y lectores, deslumbra con su estilo y profundidad en verdaderos tratados del desasosiego contemporáneo, donde admite tener una “vena socialista” con la que mide la sangre del prójimo.

El eternamente joven autor de una poderosa y reciente novela, Hotel DF (Random House Mondadori) se desnuda en esta entrevista. Su pensamiento, despojado de ambigüedades y afectaciones, tiene una resonancia múltiple. Pega allí donde duele, hace reír allí donde nos ponemos contentos.

-Podríamos empezar esta nota hablando de la insolencia como virtud, ¿no?

-Sí, el significado de toda palabra, me parece, lo construimos los hablantes y ser insolente en determinada situación puede ser grosero y en otra puede resultar creativo. Le puse Insolencia, literatura y mundo a mi ensayo, porque me parecía que estaba entrando a terrenos donde no me llamaban, cierta especulación filosófica, reflexiones de orden literario más propias de la crítica literaria que de un escritor y me sentí un insolente abriendo puertas de casas que no son las mías y ese fue el origen del título.

-Es muy interesante que tanto En busca de un lugar habitable como el ensayo sobre la insolencia hayan salido los dos juntos, al leerlos uno ve que hay una evolución del pensamiento optimista en relación con la literatura que se puede ver en los dos libros. Su fe en los libros, su fe en las novelas

-Sí, hay una veta esquizofrénica en un ensayo como el de insolencia, porque por un lado soy un pesimista, un pesimista falso, porque escribo y la escritura es un acto positivo, pero soy un pesimista con respecto al progreso de la condición humana; la sociedad en la que vivo y de la que soy testigo y observador, me dice que el hombre no progresará moralmente, que la tecnología avanza a pasos agigantados y que la ética en cambio o la convivencia entre individuos o el bienestar común o moral va degradándose, entonces soy un pesimista, un fatalista. Sin embargo, no me gusta vivir como un puerco y mis contemporáneos no pueden ni tienen la capacidad ni la gracia para poder organizarse; creo que este ensayo busca construir un edificio reflexivo que sugiera horizontes o caminos de convivencia donde se pone énfasis en la existencia del otro sobre uno mismo. Pese a que yo no tengo hijos, a que considero que el hombre camina o ya está instalado en un estado de degradación absoluta, creo que la obligación o la responsabilidad de un escritor es que a través del lenguaje y de su oficio pueda dar opiniones al respecto de la mejor convivencia humana. Por un lado dudo y el infierno son los otros, según frase de (Jean Paul) Sartre; el otro es el enemigo, el otro es siempre el extraño. Por otro lado, creo que nace en mí una vena convivencial, una vena socialista que proviene del respeto por el otro.  La finalidad de toda política, tendría que ser la desaparición del individuo, es decir que el otro desaparezca para ti, que no te moleste, que sea hipócrita, que sea un extraño amable, que sea cortés, la cortesía como un modo de ejercer la hipocresía civil, eso es esencialmente hacia donde se dirige mi ensayo. Son dos caminos incluso contradictorios y que mantienen en tensión al ensayo y me mantienen en tensión a mí como escritor y persona

-Eso que podría ser llamado, a lo mejor soy hereje al decirlo, una especie de neo humanismo, viene un poco a hacer frente a esto que dice el filósofo esloveno Slavoj Žižek cuando habla de “la nada después de la nada, la negación de la negación”…

-Sí, hay una frase de Jean Baudrillard en Cool Memories que dice que “hoy, la pregunta que se antoja más pertinente es qué vas a hacer después de la orgía”; es decir, el mismo Peter Sloterdijk en Normas para el parque humano habla de una metapolítica, qué mundo vamos a dejar a los que vienen. Es necesario y más en tiempo de globalización, de mercado económico carnívoro, de ausencia de conversación y de diálogo, de falta de estadistas políticos, construir caminos para la conversación civil. Hace falta una reflexión urgente sobre el papel del ser humano en sociedades tan destruidas para la reflexión como la nuestra. Sin embargo, quisiera siempre ser muy claro. No soy un filósofo y mis ensayos corresponden a la tarea de un escritor que se ve a sí mismo, que reflexiona sobre su trabajo y que se pregunta sobre si la literatura es capaz de transformar el entorno o sólo nos transforma a nosotros como lectores.

 -¿Y qué se responde a esa pregunta?

-Creo que una buena novela, un buen ensayo, que una crítica profunda y bien escrita propone caminos aun no proponiéndolos; no hay una moraleja o una moral a priori, porque para mí la literatura es vagancia, es incluso ahondar en el misterio, habitar una casa de puertas infinitas: eso es la literatura.  Después de leer a (Franz) Kafka, a Fiódor Dostoyevski, León Tolstói, Charles Bukowski o Philip Roth, uno va habitando el mundo de un modo más abierto, porque sin un fin creo que tiene la literatura es mostrarnos el peso de la diferencia, que existen otros y otras voces, ¿cómo pudo existir (Louis-Ferdinand) Céline?, antisemita y blasfemo y sin embargo es una voz del espíritu y una voz que tiene que estar allí, si la literatura no tiene una responsabilidad, el escritor tiene que ser él mismo y hacer peligrosa la literatura

-Sus ensayos funcionan como una respuesta en un mundo lleno de preguntas sin respuestas, eso es lo que los hace precisamente apasionante…

-Sí, la vagancia y la digresión o la curiosidad, el estar alerta.

-¿La contemplación?

-La reflexión y la especulación más que la contemplación. El escritor tiene que estar alerta y tiene que sobrevivir, en ocasiones construyes mundos a través del lenguaje para exiliarte en esos mundos, casas sin puertas, te vuelves un ermitaño, pero la literatura siempre implica al otro, porque nosotros no inventamos el lenguaje, lo heredamos y lo mal administramos, a veces algunos escritores o poetas lo enriquecen, pero el lenguaje está allí, nosotros somos pasajeros, podríamos ser satélites del lenguaje, nosotros como personas, como escritores, somos satélites del lenguaje. Todas estas preocupaciones están en Insolencia…; por supuesto que hay un optimismo al escribir el libro, pero el trasfondo, me parece, que es un tanto trágico, puedo sugerir caminos de supervivencia y bienestar, pero veo muy difícil que repercuta un libro de un escritor mexicano, en una sociedad analfabeta más interesada en las noticias frívolas de los medios de comunicación y en el consumo. Emmanuel Levinas resumía toda su filosofía en una frase y esa frase es “Usted primero, señor”. Ahí estaría el optimismo del libro, ofrezco mi desaparición y mi cortesía para que usted pueda vivir y ojalá que usted no se comporte como un patán y me ofrezca a mí también su desaparición y entonces dos hombres extraños y corteses podemos convivir aunque sepamos que vamos hacia la muerte.

-Este hombre que habla de la extrañeza con el prójimo, una extrañeza cortés, ¿alguna vez se ha planteado la idea de Dios?, ¿era más fácil la vida antes cuando se creía en Dios que ahora que nadie cree en Dios?

-Por supuesto que el ser cristiano me haría más sencilla la vida, no el ser judío, porque el Dios de los judíos es un Dios tiránico que los persigue incluso en los momentos de mayor sufrimiento, que los abandonó y permitió la mayor tragedia de la humanidad que es el Holocausto, después del cual ya no podemos pensar en humanismo. No quisiera un Dios tiránico como el Dios de los judíos y quizás me vendría bien un Dios piadoso, sufriente y rockstar como Cristo, me habría hecho más sencillas las cosas. Pero no, creo que estoy solo, que las personas a mi alrededor se revelarán tarde o temprano no como mis enemigos, pero sí como entes extraños. En Casa de muñecas,  de Ibsen, Nora se va de su casa porque se ha peleado con su marido que es un patán y un hombre deleznable; al irse, grita: “¡He vivido toda mi vida con un extraño!” Tarde o temprano, si vivimos con alguien nos daremos cuenta de que hemos estado en la misma cama compartiendo la cotidianidad y la vida íntima con alguien que desconocemos por completo. La conciencia de la soledad, la conciencia de que el otro es otro, no es reflejo tuyo ni construcción psicológica tuya, es otro, otro mundo, te impiden ser optimistas con respecto a la comprensión del ser humano o de la naturaleza humana.

EVOLUCIÓN SIN VIOLENCIA, UNA NUEVA ÉTICA CIVIL


El pasado 20 de junio, durante la presentación de sus libros de ensayo, Fadanelli dio a conocer una especie de manifiesto de 19 puntos por medio del cual se propendía a generar un cambio merced a aumentar el peso del ciudadano en la sociedad civil.

Gente como Daniel Giménez Cacho y Juan Villoro, entre otros, firmaba el documento que, lejos de  construir una ideología expresaba el “modesto” objetivo de propiciar una buena convivencia fortalecer a la federación desde sus cimientos, buscar la equidad económica y social, hasta fomentar la democratización de los ciudadanos o la regulación de las grandes riquezas.

-En medio de su vida eremita, ¿hizo un manifiesto y lo puso para que lo firmaran?

-No fue un manifiesto para ser firmado, fue un documento que discutió un grupo de personas desde hace muchos años, que trataba de ir a contra corriente de las formas tradicionales de hacer política en México.  Son simplemente principios de convivencia que intentan restaurar la ética civil. El sistema de partidos me parece viciado en México, creo que el poder económico ha suplantado al poder político, creo que la acumulación de riqueza en el poder es, creo que los bancos hacen lo que quieren, lavan dinero, no promueven el ahorro, no promueven el desarrollo, se enriquecen a través de servicios y regalando plásticos y que no tenemos instituciones reguladoras de representación pública. Narramos o relatamos 19 o 20 principios que cualquier persona podría leer y tomar para sí, llevarlos a cabo desde cualquier posición en la sociedad, sea dentro de la política misma, dentro del sindicato y demás. El mismo grupo Yosoy132 ha expuesto varios puntos que estaban desde antes en nuestro manifiesto, entonces me gusta más la idea del virus, de la propagación que del acaudillamiento. Estoy harto y ojalá este país también lo estuviera, de caudillos, una persona no puede resolver los problemas, lo único que puede resolver los problemas tan graves que hay en México es la conversación. Decía Karl Popper que todo lo que se puede decir en economía se puede decir sencillamente, pero también añadía que si nosotros no podemos expresarnos de manera sencilla siendo políticos o economistas o filósofos tenemos que trabajar más, intentarlo nuevamente y expresarnos de manera sencilla.  Los principios que publicamos están escritos de una manera clara, sencilla, cualquier lector puede entender o comprender hacia dónde tiende el horizonte o el fin de cada uno de los párrafos. No hay liderazgo sino divulgación de ideas para acabar con los malos gobernantes y con los políticos incompetentes, sin llegar a baños de sangre ni a nuevas revoluciones armadas.

-¿Cómo se sintió después del manifiesto frente a lo que despertó?

-Creo que entre más se divulgue está bien. Se trata de una divulgación a largo plazo, apareció antes de las elecciones por casualidad, ya lo teníamos desde hace tres años. No estuvo pensado para influir en las elecciones sino para influir en la conciencia civil y es a largo plazo. Las sociedades se desplazan moralmente unos centímetros a lo largo de los siglos, no podemos esperar cambios inesperados de un día a otro, creo que la divulgación, el hecho de que se conversen los puntos, de que los hagan suyos, eso me alegra, pero por supuesto que no voy a acaudillar ni a defender  ningún tipo de documento ni facción política, ya suficiente trabajo tengo con soportarme a mí mismo con mis depresiones, con mi fatalismo, con la vida disipada que llevo, como para estar preocupándome por los demás; creo que este documento es muestra de esa preocupación y creo que he hecho mi trabajo y ahora lo que sigue es continuar destruyéndome.

-¿El diálogo es la nueva utopía para usted?

-Sí, estaba leyendo a Schopenhauer y él escribe que la palabra razón en alemán tiene los mismos orígenes que escuchar, o sea la palabra razón y escuchar en alemán tienen el mismo origen, creo que la conversación y el diálogo son necesarios en toda vida política, pero siempre tienes que esperar que el otro tenga mejores  ideas que las tuyas y debes escucharlo y desear que te convenza, aun manteniendo un espíritu crítico. Saber escuchar y saber conversar son ejercicios humanistas de largo aliento, de calidad, hay que esforzarse por darle la voz al otro.

UN ESCRITOR DE VIDA DISIPADA CON UNA OBRA NADA DISIPADA


Dice Fadanelli que se dedica a destruirse en una vida disipada, pese a lo cual –decimos- ha construido una obra sólida y una carrera calidoscópica que le permite escribir desde artículos para un libro del arquitecto Eduardo Terrazas hasta participar próximamente en el Festival de Literatura de Buenos Aires.

Aunque trabaja con un agente literario, siempre está atento al desarrollo de su obra y él toma, para bien y para mal, todas las decisiones.

Vengo ejerciendo las dos primeras actividades que me pusieron en el mundo y que me expulsaron de casa que es el leer y el escribir. Mi madre me enseñó a escribir y a leer, a los tres o cuatro años ya sabía leer y cuando entré a la escuela ya iba adelantado. Siempre me ha gustado la idea de que la madre, la mujer que te da vida, también te da las letras. Intenté estudiar Ingeniería, intenté estudiar Derecho, pero siempre estuve en guerra con los maestros. Creo que la escritura es un acto de soledad; escribo solo, encerrado y eso va bien a mi personalidad, pero tengo que vivir y vivo de mis libros, de mis artículos y lo que me ordena no es el deseo de ser un buen escritor, nada tan nimio ni tan estúpido como eso…

-¿ Y la fama?

-La idea de la fama es ofensiva, cualquier persona sensible tendría que odiar la fama o la celebridad; sin embargo no puedo dejar de pensar que me alegra ser leído, que me alegra cuando alguien me comenta mis relatos, pero sobre todo que me paguen por ello, nada más terrible que esperar al cobrador de la renta que te toca para exigirte el pago de la mensualidad y si no lo cumples, echarte de tu casa. Siempre he escrito para pagar, no tengo nada, no tengo propiedades, necesito poco para vivir y creo que ello me ha permitido cierta libertad.

-¿Le regalan los libros o los compra?

-Ya abandoné las librerías, hace unos años, de vez en cuando le pido a Yolanda (su esposa desde hace 20 años) que me traiga algún libro. Estoy en una época de relectura absoluta, he releído Crimen y castigo, El Proceso, El libro del desasosiego. No tengo muchos libros;  tendré aproximadamente 10 mil libros, pero la relectura me hace feliz. Además, la lectura de un hombre maduro no es la lectura de un joven entusiasta. Estar al tanto para mí es sinónimo de ignorancia, hoy se publican demasiadas cosas, hay muy malos escritores en el mercado, los premios y las estrategias de las grandes empresas editoras han distorsionado la idea del bien literario. Iba en mis recuerdos a las librerías de viejo y un escritor siempre te lleva a otro.

-¿Lo ha decepcionado alguien en ese proceso de relectura?

-Creo que no hay que abrir el ataúd de tus escritores más queridos, más bien estoy releyendo libros que en su momento me parecieron insípidos o poco importantes. He recuperado a Isaac Bashevis Singer que lo había despreciado en mi juventud, a Bakunin, a Céline en El viaje al final de la noche, que es su novela insignia. Hay escritores que no terminan de gustarme como (Witold) Gombrowicz. Estoy en mi casa encerrado, tengo vida social, porque tengo amigos, para mí la amistad es un valor, suena demasiado convencional, sin amistad el hombre no podría vivir, sin amigos en quien confiar y a quien querer la vida sería más deplorable.

 -¿Cuántas horas escribe al día?

-No tengo escritorio, tengo una laptop y voy de mesa en mesa; no tengo horario, tengo un artículo los lunes, que es lo único que me da cierta disciplina. En la escritura, no hay nada más práctico que una buena teoría; antes de escribir estoy pensando y la escritura es cosa sencilla, una vez que ya sabes a dónde vas, que ya tomaste camino, pues lo demás es sentarte y escribir. Tengo una vida social, intelectual, más ligada a los artistas visuales que a los escritores, veo a pocos escritores, casi te podría decir que el mundo de los escritores me es ajeno.


-A pesar de que Leonardo da Jandra y Rafael Pérez Gay podrían ser considerados sus dos grandes amigos

-Son mis amigos, pero cuando nos vemos hablamos sobre otras tantas cosas; a lo que me refiero es que soy un hombre cortés y gentil, pero no me siento demasiado a gusto si estoy rodeado de escritores, prefiero las bailarinas o los alcohólicos de cantina.

 -Esta vida en la ciudad, ¿cómo la lleva?, le gusta más beber que comer, ¿no cocina?

-Cociné en algún tiempo, Yolanda me mantuvo cerca de diez años mientras yo escribía las grandes obras, mis primeras novelas (risas), bueno, pues yo hacía de comer para que cuando ella llegara de trabajar, ella era azafata, “azaflaca” le decía yo, estuviera la comida, la casa limpia, me dediqué a las labores del hogar.

-¿Le gustó?

-Prefería las labores del hogar a tener que salir a trabajar y encontrarme con gente detestable y horrible, Yolanda que es más amable, es muy dulce, muy convivencial, sonríe a la menor provocación, está más hecha para llevar dinero a casa. De pronto, un día las cosas cambiaron y comencé a llevar dinero a casa y en los últimos diez años ella se queda en el hogar. No cocina y hace lo que quiere y ya le dije que ahora le tocan los próximos diez años a ella, no está muy convencida (risas), pero a mí me parece de la mejor justicia.

-¿Qué es lo que mejor le salía cuando cocinaba?

-Hacía una sopa de charales y hacía chiles rellenos, sé cocinar, puedo hacerlo. 

-Decía que estaba en el DF pensando en retirarse, sin embargo es un personaje muy a gusto y muy a tono con esta ciudad, sobre todo con esta parte de la ciudad: La Condesa, Escandón, La Roma, son sus rutas

-No me gusta conducir automóviles,  sólo voy a donde puedo ir, caminando. Hoy me subí a un auto porque tenía que ir a Polanco, pero en general camino de mi casa en la Escandón hasta el Centro Histórico; si voy tranquilo hago una hora veinte minutos, si voy de prisa puedo hacer hasta 55 minutos, camino hasta Coyoacán también, a Los Viveros hago una hora treinta minutos, si voy de prisa hago como una hora diez minutos.  Tengo mi itinerario entre cinco y diez kilómetros a la redonda, para mí caminar es pensar. Nunca he tenido buenas ideas, pero las pocas que he tenido han aparecido o sobrevenido cuando estoy caminando, si estoy sentado no puedo pensar, prefiero beber.

-¿Le preocupa el paso del tiempo, la edad, la salud?, ¿cómo se ve, cómo se encuentra, cómo se siente?

-Me preocupa mi familia, mi familia es familia pobre a la que no puedo ayudar, me preocupa que no puedan progresar, que mis sobrinos vivan en un país que les ha coartado la posibilidad de futuro, me preocupa Yolanda, tengo muchos años viviendo con ella, nunca he vivido solo. Recuerdo que una vez mi sobrina, que tenía seis años, iba de la mano de Yolanda y de pronto Yolanda se atravesó abruptamente y casi la atropella un auto y mi sobrina dijo: – Tía, ¿qué pasa si te atropellan, qué va a pasar conmigo?, ella estaba pensando en ella no en Yolanda y yo también (risas). Si Yolanda muere qué va a pasar conmigo, me preocupo por mí (risas). Tengo ideas, tengo un ojo trágico, siempre miro lo malo, me preocupa la muerte, el envejecimiento, ser dependiente de alguien, también me preocupa que me vaya volviendo un ser intolerante, cada días soy más intolerante, soy más grosero, más rabieta, el tener no es importante para mí. Me interesa escribir un libro que me deje totalmente satisfecho.

-¿Está en ello?

-Sí, estoy en ello, pero nunca decides sobre tus libros, tú los escribes, eso me da todavía cierto ánimo, la posibilidad de escribir un libro que me deje totalmente satisfecho; ojalá en mis próximos años, si vivo, pueda escribir un libro así. No quiero escribir ya ensayos; el ensayo, como decía Roland Barthes, es el grado cero de la escritura. En el ensayo cabe todo, cabe la novela, cabe el relato, la nota autobiográfica, la transcripción, el ensayo es una maravilla, es un Frankenstein, porque te permite todo si lo sabes hacer bien. El talento de un ensayista es el de ser un orquestador, en cambio la novela es epopéyica, es un relato de largo aliento, me hace sufrir. Lo único que me interesa de una novela es que tenga una voz que provenga de mí y que yo mismo desconozca, cuando hay una voz entonces la novela pierde su carácter meramente utilitario o de obra humana, va más allá de lo humano, nos da noticias de un mundo desconocido y ahonda en el misterio de haber nacido. ¿Hacer historias?, para eso está el cine, el cine lo hace muy bien.

-Qué feo cuando dicen que la literatura tiene que contar una historia…

-De hecho, últimamente he pensado que las buenas novelas no pueden ser llevadas al cine, porque algo que existe dentro de la novela y es intransmisible es justamente la expresión lingüística y la voz del escritor y eso no puede pasar al cine. Lo que pasa al cine es la anécdota, puede haber una columna vertebral anecdótica, pero una buena novela no puede llevarse al cine, ¿cómo vamos a llevar Libro del desasosiego al cine? Las novelas son soledades. Me gustaría aislarme cada vez más, ser más raro, inentendible, no odiado, porque no me gusta ser odiado, pero sí relegado, al final que te dejen en paz, a eso aspiraría.

-¿Tiene fecha de salida la novela?

-Viene una nueva novela que debe aparecer a lo largo del mes siguiente, se llama Mis mujeres muertas, de Random House, esa es mi próxima obra. Es la historia de un hombre, un poco mi misma historia, que cuando muere su madre él es el responsable de mandar a grabar y llevar la lápida a los jardines del recuerdo, pero nunca puede llevarla porque está siempre ebrio y la tiene en la cajuela del auto y allí se queda la lápida durante tres años y él siempre está convenciéndose de que el próximo fin de semana llevará la lápida a la tumba de su madre. Hay un momento en el que el personaje dice: “Todas las mujeres son una sola mujer, mi madre, mi hija, mi hermana, la vecina, todas las mujeres son una sola mujer”. Es un hombre obsesionado por el mundo femenino sin ambiciones, sin ninguna ambición, pero decepcionado porque no puede cumplir la misión de llevar la lápida a la tumba de su madre. Un hombre incapaz de cumplir una misión, se me acaba de ocurrir que así podría definir la novela.

-¿Una definición que podría ser para usted, también?

-De algún modo(risas).

 

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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