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Jorge Alberto Gudiño Hernández

15/08/2015 - 12:03 am

Redactar apenas

Desde hace tiempo algo pasa en la prensa. Es sencillo encontrar errores, erratas y faltas de ortografía en un texto cualquiera. No, no es un texto cualquiera. Uno puede leer reportajes, artículos o columnas para constatarlo. Es muy probable encontrar algo mal en ellos. Si digo que no son textos cualesquiera es porque a los […]

Desde hace tiempo algo pasa en la prensa. Es sencillo encontrar errores, erratas y faltas de ortografía en un texto cualquiera. No, no es un texto cualquiera. Uno puede leer reportajes, artículos o columnas para constatarlo. Es muy probable encontrar algo mal en ellos. Si digo que no son textos cualesquiera es porque a los autores de los mismos se les paga. Se les paga por escribir.

            Los mensajes en las redes sociales están plagados de abreviaturas, sustituciones, errores graves y poco importa. Tal vez porque el objetivo es otro y porque los contenidos no suelen ser generados por profesionales. Así, no suena absurdo el argumento de quien acumula erratas en su muro: le pertenece y puede escribir como quiera. Si a alguien no le gusta, que deje de leerlo. Algo tiene de razón.

            Leo novelas por oficio, por trabajo y, sobre todo, por placer. He dedicado varios años de mi vida a ello y lo agradezco. Sin embargo, cada vez es más común que la novela sea un refugio para los espontáneos: cualquiera puede convertirse en escritor, parece ser la consigna. Basta con redactar bien. Tal vez por eso es común encontrarnos, cada vez más, con problemas básicos de redacción dentro de las novelas. También con erratas, con faltas de ortografía y con frases que no habrían salido avantes en un curso básico de redacción.

            Todo lo anterior me lleva a concluir que escribimos peor. Acarreamos vicios de sitios insondables, nos permitimos la displicencia sin culpa alguna. Confiamos demasiado en nosotros mismos.

            Puedo entender (aunque no lo justifico) a quien sustituye letras y abrevia a la hora de escribir un mensaje de texto. También a quienes hacen de sus redes sociales un conglomerado que serviría para explicar en clase lo que no debe hacerse con las palabras. A fin de cuentas, son sus textos y pueden hacer de ellos lo que quieran.

            Me da trabajo entender a los periodistas que entregan textos descuidados. Sé de la prisa que embarga a columnistas y reporteros por igual. Para mi gusto eso no los justifica. De nuevo, cobran por escribir. Se les paga por la información, por las opiniones, por tener cautivos a los lectores. En muchos de los casos, el pago puede ser, incluso, escandaloso. Así que harían bien en releer sus textos. No suelen ser largos. Así que apenas les quitarán unos cuantos minutos. A cambio, podrán dignificar el oficio.

            Va más allá de mi comprensión el que los autores de novelas escriban mal. Sé que, en muchos de los casos, un columnista famoso gana bastante más que un escritor cada vez que presiona la tecla de una computadora. Así que no es por el costo que no puedo entenderlo. Es porque, se supone, los escritores tienen una relación especial con el lenguaje. Una relación que se basa en un profundo conocimiento y que sabe de sutilezas y matices. Por eso me parece que uno de los peores elogios que se puede hacer para la obra de un escritor es decirle que está bien redactada. Es, de hecho, un insulto. La buena redacción no basta. Se requiere mucho más (no ahondaré ahora en eso) y es sencillo constatar que cada vez se hace menos al respecto.

            Redactamos mal, redactamos apenas. Tal vez porque es verdad que, de cualquier modo, entendemos lo que dice el otro. Es triste pero no deja de ser un buen argumento. Y es triste en serio. Al menos para mí. Por eso es que, al margen de todos los errores que cometo al escribir, intento corregirlos con muchas relecturas. Más aún, insisto, para la burla de mis amigos, en poner los signos de puntuación hasta en mis mensajes telefónicos. Sé que es una batalla perdida pero qué le voy a hacer: el único lugar donde me siento siempre a gusto es rodeado de palabras bien redactadas, mejor escritas.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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