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Jorge Alberto Gudiño Hernández

16/10/2015 - 11:34 pm

Hacer preguntas

Entrevistar a alguien es un ejercicio más complicado de lo que parece. De entrada, porque exige preparación y oficio. No a cualquiera se le ocurren las preguntas precisas que sacarán información nueva del entrevistado. Y no me refiero a las entrevistas que se hacen a políticos. Ellos son especialistas en ocultar la verdad, en dosificarla […]

Entrevistar a alguien es un ejercicio más complicado de lo que parece. De entrada, porque exige preparación y oficio. No a cualquiera se le ocurren las preguntas precisas que sacarán información nueva del entrevistado. Y no me refiero a las entrevistas que se hacen a políticos. Ellos son especialistas en ocultar la verdad, en dosificarla hacia versiones muy particulares de su conveniencia. Me refiero, entonces, a algo que me queda mucho más cercano.

Durante más de una década he conducido “La Tertulia”, una revista radiofónica especializada en literatura. Ahí he tenido ocasión de entrevistar a varios centenares de autores. Muchas veces he notado cómo se resquebraja el cascarón de sus respuestas preparadas para contar otras cosas. Es cuando me puedo dar por bien servido. Claro está que, a veces, esto no sucede. Las razones van desde mi incompetencia hasta la falta de empatía entre los dialogantes e, incluso, un acaso interés de la parte entrevistada.

También he estado del otro lado. Escribo este texto desde la Feria Internacional del Libro de Monterrey. Vengo como autor a presentar mi libro. La costumbre en estos eventos es que a los autores nos agenden todas las entrevistas que sean posibles: promover nuestros libros es la consigna. Esto provoca, sin embargo, un par de efectos. Los periodistas, de pronto, se descubren haciendo más entrevistas de las que pueden. Les resulta imposible leer los libros de todos. En consecuencia, hacen preguntas genéricas. Los autores, en contraparte, nos repetimos hasta el cansancio o comenzamos a inventar las respuestas.

En esta feria en particular me han pasado cosas extrañas con las entrevistas. A saber: me preguntaron de política, quisieron que comparara los decires del Bronco con los de Umberto Eco. Plantearon un par de preguntas en cuya respuesta nunca había pensado. Algo en torno a la imaginación y sus posibilidades. En una charla radiofónica en vivo el entrevistador habló mucho más que yo. En otra me preguntaron qué se siente, así, en general. Lo más curioso, sin embargo, no fueron las preguntas. Tras una muy buena entrevista, le pregunté a mi interlocutor sobre su medio. No existe.

Vamos con calma. Primero me dijo que era un impreso. Me presumió el tiraje que tenían hace algunos años. Habló sobre la línea editorial y las cosas que publican. Todo muy bien, en verdad, salvo porque desde hace casi un año dejaron de sacar el impreso. Falta de recursos, confesó. Tampoco hay edición digital. “Es que ya cada uno de nosotros trabaja en otra cosa pero esperamos que pronto volvamos a publicar”. Ojalá. La entrevista fue buena.

A la hora de las entrevistas, es aconsejable ser receptivo. Uno nunca sabe, en medio de varias preguntas parecidas, siempre podrá aparecer una novedosa, que nos descoloque, que nos permita pensar en algo que no se nos había ocurrido antes o, en el mejor de los casos, que nos dé pie a improvisar de forma creativa. Uno nunca sabe, de una simple pregunta puede surgir una gran idea.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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