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Salvador Camarena

17/12/2013 - 12:00 am

El autogol de los gobernadores

La velocidad con que el fin de semana múltiples gobernadores y congresos estatales se apresuraron para aprobar la reforma energética y cumplirle al presidente Enrique Peña Nieto confirma que a buena parte de la clase política del país no le importaría un eventual retorno a la caverna predemocrática. Lo experimentado en esa especie de competencia […]

La velocidad con que el fin de semana múltiples gobernadores y congresos estatales se apresuraron para aprobar la reforma energética y cumplirle al presidente Enrique Peña Nieto confirma que a buena parte de la clase política del país no le importaría un eventual retorno a la caverna predemocrática.

Lo experimentado en esa especie de competencia olímpica de mandatarios estatales y sus diputados “queda bien” es un retroceso por donde se le vea. Desperdiciaron la oportunidad de hacer más rico el debate, de fijar una postura para la historia, de mostrar que distintos actores de la República pueden tener una voz diferente, encontrada o no con la del poder central.

En vez de eso, en sesiones que apenas duraron unos minutos, o encerrados a piedra y lodo y protegidos por la policía como ocurrió en Jalisco o Puebla, legisladores estatales parecían estar guiados por una sola consigna: regresar el reloj a los tiempos en los que lo único que importaba era lo que el presidente de México quería. Así que a nadie extrañe si por estos días se vuelve a escuchar el archiconocido chiste que ilustraba que en el país siempre será la hora que el mandatario diga.

La velocidad con que la reforma energética fue ratificada por más de la mitad de los congresos no es un signo menor ni una anécdota. Es la instalación de una especie de pensamiento único, de que sólo uno piensa en este país, el presidente.

El gobierno federal, por su parte, ha querido convencer de que lo que ha ocurrido es el triunfo de la mayoría sobre una minoría. Más aún, Peña Nieto ayer dijo desde Turquía que la velocidad legislativa obedece al “amplio consenso que hay en el País” sobre la necesidad de esta reforma.

Aunque una definición de consenso incluye que éste no sea unánime (RAE: “Acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos”), ¿será correcto aplicar el término “consenso” en lo que a la reforma energética se refiere si para empezar quienes lograron consolidarse como la segunda fuerza electoral en el 2012 rechazan tajantemente estas modificaciones constitucionales?

Qué papel tan pobre de los gobernadores, qué poca altura de los legisladores locales. En el pecado de la prisa y la no crítica llevarán la penitencia. El Federalismo ya ni siquiera guardó las formas. Sus acríticos votos de este fin de semana son autogoles que les cancelan cualquier posibilidad de relevancia en el futuro cercano. Solitos se anularon. Que luego no se quejen de que el poder presidencial los arrasa. Ellos así lo quisieron.

Porque a final de cuentas los mandatarios estatales olvidaron aquella máxima de Gonzalo N. Santos, que definió que el poder de un gobernador residía en hacer creer a los de su estado que él era muy influyente en Los Pinos, y a estos hacerles creer que tenía mucho control de su entidad. En este caso, ya quedó claro que si por los gobernadores y sus congresos fuera, ellos no tienen inconveniente con volver al país de un solo hombre. En dejar claro que en sus entidades ellos no mandan nada. Es un autogol que nos derrota a todos.

Salvador Camarena
Es periodista y conductor de radio.

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