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Gustavo De la Rosa

18/09/2018 - 12:03 am

50 años después

En 1968 tenía 22 años, cursaba el segundo semestre de Derecho y había acelerado mi activismo por un México más democrático; el mes de febrero de ese año yo, como parte de una delegación de la Universidad de Chihuahua, participé en la marcha por la libertad de los presos políticos que habían detenido en la universidad Nicolaita de Morelia.

Entre junio y septiembre esperamos una resolución conciliatoria entre Díaz Ordaz y la dirección del movimiento pero en lugar de eso recibimos el discurso del primero de septiembre, la toma de la UNAM por el Ejército y, finalmente, la tragedia del 2 de octubre. Foto: Cuartoscuro

En 1968 tenía 22 años, cursaba el segundo semestre de Derecho y había acelerado mi activismo por un México más democrático; el mes de febrero de ese año yo, como parte de una delegación de la Universidad de Chihuahua, participé en la marcha por la libertad de los presos políticos que habían detenido en la universidad Nicolaita de Morelia. La marcha fue una caminata desde Dolores Hidalgo hasta Morelia, pero fuimos detenidos al salir de Valle de Santiago, en Guanajuato, por el Ejército.

Esa fue mi primera experiencia con los militares que cumplían las órdenes de Díaz Ordaz, quien consideraba peligrosos a los jóvenes porque hablábamos de la necesidad de una nueva revolución y lo tachábamos de autoritario y antidemocrático.

Cuando inició el movimiento estudiantil en Chihuahua en julio del 68, los estudiantes activistas renunciamos a nuestras vacaciones y aceleramos el regreso a la escuela para reunirnos y realizar acciones de solidaridad con los compañeros del Distrito Federal; empezamos con brigadas de volanteo y discursos en autobuses, y gritábamos orgullosos “fui preso político” cada que los policías nos detenían y remitían por algunas horas a la cárcel municipal. Lo mismo se dio en muchas ciudades de la provincia mexicana. Así de ingenuos fuimos al enfrentar a los asesinos.

Entre junio y septiembre esperamos una resolución conciliatoria entre Díaz Ordaz y la dirección del movimiento pero en lugar de eso recibimos el discurso del primero de septiembre, la toma de la UNAM por el Ejército y, finalmente, la tragedia del 2 de octubre. Los jóvenes querían iniciar el diálogo con el Gobierno para poder regresar a clases y disfrutar de los juegos olímpicos, pero les contestaron con muerte.

Se discutió mucho sobre qué hacer: ir a las armas, organizar a las masas, profundizar en la investigación académica, pero todos coincidimos en que a ese régimen debíamos sacarlo del poder desde la izquierda. Con esto, el régimen fue herido de muerte, pues sus disparos rebotaron en las paredes cubiertas de sangre.

Las balas primero acertaron contra sus presidentes nacionalistas, Echeverría y López Portillo; después cayó su sistema de Gobierno; intentó cambiar el proyecto económico pero torpemente apostó por la globalización; lo abandonaron los obreros campesinos y sectores urbanos (después de que él mismo les diera la espalda); y aunque recuperó el aliento en el 2012 después de dos sexenios fuera de la silla y 50 años después de que todo comenzó, la voluntad popular ha despertado y ha votado por el cambio.

Los que fuimos activistas en nuestra juventud envejecimos en la lucha por tomar el poder, y aunque lo intentamos por la vía violenta y por la pacífica, acabamos pensando que el pueblo de México nunca escucharía nuestra voz ni creería en la necesidad de un cambio democrático. Pero hoy finalmente podré hacer algo por aquel trágico día, porque ahora ocupo el rol de diputado local.

Aunque seis veces fui candidato para ocupar un puesto de elección popular, desde 1989, casi treinta años después fueron los ciudadanos del Distrito 7 de Ciudad Juárez quienes me eligieron para representarlos. He alcanzado mi meta después de un largo, muy largo, camino (muchos de mis compañeros activistas ya han disfrutado y dejado la vida) así que este martes propondré que se escriba en los muros del Congreso: el 2 de octubre no se olvida.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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