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¿Por qué deseo?

20/06/2016 - 3:10 pm
Foto: Especial
Sé que el deseo esclaviza y, sin embargo, no envidio a quienes han alcanzado la sabiduría suficiente como para ya no desear, pues me parece que la vida, lo vital, es andar corriendo tras nuestros deseos. Foto: Especial

¿Qué tan posible es lo que uno quiere? ¿De dónde surgen las metas que uno elige? ¿Qué nos hace a cada uno de nosotros ponernos delante unos determinados fines? Yo nunca he deseado brincar de un trampolín de 10 metros y girar en el aire para entrar en el agua sin salpicar una sola gota, y tampoco he querido observar durante meses a un insecto para establecer cuáles son sus hábitos, y jamás me ha pasado por la cabeza anteponerle a mi nombre un título nobiliario, y como estos ejemplos podría mencionar miles, tal vez millones de anhelos que nunca me han movido. Sin embargo, he tenido deseos, lo míos, y para cumplirlos me he esforzado denodadamente e incluso me he visto en la necesidad de hacer ciertas concesiones, soportar a personas detestables, absorber maltratos y muchas veces ni así he conseguido nada: mi vida es como la cualquier otra persona.

Gracias a Schopenhauer sé que cuando uno es presa de un deseo y a él entrega su vida, simultáneamente elige los obstáculos con los que habrá de tropezar. Esto significa que el no-deseo o la indiferencia desarman al mundo y que somos nosotros mismos, por desear, quienes entregamos a los demás las riendas con las que nos esclavizan. Es un planteamiento que recuerda el budismo y que también repite Cioran: “Si pudiera abstenerme de desear, inmediatamente estaría a salvo de un destino.”

Sé que el deseo esclaviza y, sin embargo, no envidio a quienes han alcanzado la sabiduría suficiente como para ya no desear, pues me parece que la vida, lo vital, es andar corriendo tras nuestros deseos. Y, por ello, quien se forra de indiferencia frente al mundo es lo más parecido a un muerto.

Pero, si desear una determinada cosa nos va a poner en un camino determinado, ¿no valdría la pena preguntarnos de dónde provienen nuestras metas?, ¿somos nosotros acaso quienes las elegimos libremente? Se sabe que el deseo lo origina la falta, o dicho más sencillamente: uno se mueve hacia lo que no tiene, porque lo necesita o creé necesitarlo. Uno no quiere lo que ya tiene (respecto de lo que uno tiene lo que se quiere no es tenerlo, sino seguir teniéndolo -y aquí el gerundio es importante-: lo tengo ahora, pero quiero tenerlo mañana y para siempre). Uno quiere lo que no tiene, pero faltándonos tantas cosas ¿por qué se quiere ESO y no cualquier otra cosa? ¿Por qué quiero yo escribir bien y, en cambio, me importa un bledo arrojarme al agua mal desde la orilla de la alberca?

Algunos dirán que es por vocación. ¿Vocación…? Muchos creen que por ponerle nombre a un problema el problema se resuelve. Pero no; solo se bautiza. “Vocación” significa “llamado” y, es cierto, nos llaman las actividades llamativas; pero ¿por qué a mí me llaman unas y otras no? ¿Por qué de entre los miles o millones de quehaceres, afanes, deseos, unos pocos me interesan y a todos los demás los invisibilizo con mi indiferencia?

Y otro vez escucho las respuestas fáciles de quienes creen que con nombrar, con bautizar, el problema queda resuelto. Es a causa del inconsciente que te obliga a elegir, dicen unos. Es a causa de la publicidad que troquela tus deseos, dicen otros. Pero vuelvo a preguntar: ¿por qué quien está detrás de mis decisiones, mi inconsciente, quiere eso y no otra cosa?, y ¿por qué le hago caso a esa publicidad y no a otra publicidad si todo está publicitado? Y tampoco se resuelve con decir, a modo de respuesta: “Es por tu individualidad”, pues se trata de otro bautizo del problema, otra forma de nombrarlo que no resuelve nada. Es porque eres ese que eres: un individuo… Que lata es no saber porqué nada.

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."
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