De alto pedorraje

20/09/2013 - 12:01 am

Ser mujer, ser profesionista y tener menos de 30 años es un hándicap profesional.

¿Dónde nos quejamos? Me refiero de manera formal. ¿Dónde se presenta una joven fémina –tarjeta empresarial en la bolsa, título profesional enmarcado– para denunciar una desagradable sensación de discriminación?

¿A quién se le explica cómo se siente una como mujer cuando la llaman de una oficina “importante” –de esas que están en un edificio de lujo, con elevadores inteligentes, servicio de cafetería y pastelería impecables– y le comentan con una amplia sonrisa Colgate que “están un poco desilusionados porque no se presentaría a la reunión el “jefe” (un hombre)?

¿Es que acaso no leen los cargos rotulados debajo del nombre impreso? Muchas de estas mujeres gastan dinero para repartir tarjetas –que no volantes–. No estamos distribuyendo nuestro teléfono.

Quizá la incertidumbre de estas personas de alto pedorraje se deba a que la business card no señala que se tiene un grado de doctora ni maestra. Vaya, la friolera de trabajar siete, ocho o nueve años parece que no cuenta.

No, muchas no tienen las posibilidades de ir a universidades privadas en Estados Unidos o hacer doctorados en Londres, Oslo o Bogotá. No siempre el factor económico lo permite, incluso la búsqueda de becas se complica porque muchas de estas mujeres profesionistas quizá tengan una familia y no pueden hacer el traslado. Tienen responsabilidades, rentas e hipotecas. Como por ahí dicen, no siempre se puede todo.

Por supuesto, no todas comparten esta situación. Conozco cantidad de mujeres admirables de este rango de edad que desempeñan trabajos que les resultan satisfactorios, donde se sienten bien, tomadas en cuenta, donde mejoran sus habilidades, estimulan la mente y trabajan proyectos personales y profesionales muy interesantes. Habilidosas, decisivas, estratégicas, que aprenden a desenvolverse en un mundo por lo general de hombres, un tanto hostil, competitivo y a veces, francamente salvaje.

¿Cuál es el problema? ¿Cómo se debe vestir una mujer de esta edad? ¿Como si tuviera 49 años y una billetera de Carolina Herrera? ¿Acaso eso indica algo? ¿Cuenta en el mundo de los negocios?

¿Es la edad? ¿De verdad? Lo dudo. Creo que vivimos en un país machista (hombres y mujeres) donde es casi impensable que una mujer joven y sin títulos pueda tener la razón por encima del consejero decano momificado.

De pronto surgen miradas desconfiadas, casi reprobatorias. Estos hombres o mujeres que no te voltean a ver en reuniones, aún cuando el que convocó la reunión tiene plena confianza en tus capacidades, pareciera que los “expertos” están sentados al lado de un ser invisible. Me ha pasado. No son capaces siquiera de ver a los ojos. Interrumpen desagradablemente y sin educación cuando intentas expresarte.

No generalizo la situación, pero sé de cuantiosos casos aderezados de una buena dosis de frustración. También reconozco el otro lado de la moneda. He encontrado gente maravillosa, mujeres y hombres que aman lo que hacen, aportan experiencia, están abiertos a una visión distinta y promueven la discusión y la inclusión, porque es definitivo, los jóvenes nos perderíamos de una gran oportunidad si no aprendiéramos de los que ya están: aprender a escuchar, a callar, a negociar, a motivar, a dirigir.

Desafortunadamente ser mujer implica, a menos que seas un dinosaurio ultrapoderoso con cubículo permanente en el Poder o una plaza en la Universidad del Alto Pedorraje, tener que decidir cómo vestirse de acuerdo a la ocasión. Pero a veces, ni eso importa. Simplemente, no te miran. Todo cambia cuando hay un hombre al lado. Un hombre que lleva la palabra, el mando y el control de la conversación. Pocos clientes detienen la conversación del hombre y para preguntar la opinión de una colega que aparenta menos edad.

La buena noticia es que el trabajo habla por si solo. Y cuando se proyectan números, cifras y datos, la gente escucha y entiende. Aunque al final ni siquiera tomen la tarjeta. O salgan de la oficina sin despedirse. No es que esperemos un abrazo y una felicitación. Es el mero reconocimiento de que somos una fuerza laboral válida.

Preguntar la opinión del otro es reconocer su existencia, muy sencillo. Eso es lo que considero más valioso de una persona de cualquier nivel jerárquico. Curiosamente, mi experiencia es que las mujeres son las que menos escuchan a las jóvenes. O los egos más grandes (de hombres exitosos y profesionales) son los más groseros, por decirlo de alguna manera.

Pero no. No dejemos que sea nuestro hándicap. Que sea el de ellos. Y el de ellas también.

@mariagpalacios

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