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Óscar de la Borbolla

21/08/2023 - 12:03 am

Teoría de juegos

“Las decisiones en las que nuestra vida se juega son, lo sepamos o no, como las que se toman en un tablero de ajedrez”.

“Cuando obramos de manera más cauta considerando a los demás entramos, sin saberlo, en una rama de las matemáticas denominada Teoría de Juegos”. Foto: Óscar de la Borbolla.

A Beatriz Escalante

Cuando tomamos una decisión es frecuente creer que lo único que debemos considerar son nuestros deseos o nuestro exclusivo beneficio; sin embargo, en muchas ocasiones —y justamente por razones de conveniencia— se debe tomar en cuenta lo que el otro o los otros puedan decidir. Cuando obramos de manera más cauta considerando a los demás entramos, sin saberlo, en una rama de las matemáticas denominada Teoría de Juegos y, lo más importante, nuestra visión simplista de la elección se nos descubre como un juego donde uno gana o pierde dependiendo de lo que decidan los demás, o dicho de otra manera: en la vida real no existen decisiones buenas o malas en sí mismas, sino que lo acertado o erróneo de nuestras decisiones depende de lo que los demás escojan y por eso es indispensable tomarlos en cuenta.

Las decisiones en las que nuestra vida se juega son, lo sepamos o no, como las que se toman en un tablero de ajedrez: lo afortunado o desafortunado de un movimiento de las blancas depende de la respuesta de las negras, pues no hay ninguna secuencia de jugadas que por sí misma garantice el jaque mate: todo depende de cómo juegue el otro. De ahí que en la vida, si uno realmente quiere salirse con la suya, conviene calcular cuáles serán las posibles respuestas del otro y luego definir la más probable y luego elegir aquella decisión que, haga lo que haga el otro, sea la mejor para nosotros.

El ejemplo que los economistas suelen poner para ilustrar la teoría de juegos es el archiconocido dilema del prisionero, que a grandes rasgos puede resumirse así: dos maleantes son atrapados, pero la policía no tiene pruebas suficientes para condenarlos más que por un delito menor. Se les mantiene incomunicados y a cada uno por separado se le propone que confiese, si uno lo hace y el otro no, a quien confiesa se le deja libre y al otro se le condena a una pena máxima; si ambos confiesan a los dos se le condena a una pena mediana. Dados esos términos, lo óptimo sería que ambos prisioneros decidieran no confesar; pero como ninguno de los dos sabe qué hará el otro, lo mejor es confesar. Y la razón es muy sencilla, veamos las opciones: 1) si yo no confieso y el otro sí, él sale libre y a mí me dan la pena máxima; 2) si yo confieso y el otro no, a mí me dejan libre y al otro le dan la pena máxima; y 3) si los dos confesamos, a ambos nos dan la pena mediana. Al revisar estas posibilidades se descubre que haga lo que haga el otro, siempre conviene confesar, incluso cuando el otro no confiesa, pues entonces el que confesó sale libre.

Existen muchos ejemplos con los que se ilustra la teoría de juegos: otro, muy conocido, es el del halcón y la paloma. En este caso debemos recordar la manera distinta en que estos animales se procuran su alimento: uno es pacifico, el otro violento, y la pregunta es ¿cuál es la mejor opción, comportase como halcón o como paloma? La opción óptima es que ambos se comporten como palomas; pero como no se sabe cómo se comportará el otro, la mejor opción es comportarse como halcón, ya que 1) si me comporto como paloma y el otro como halcón, yo muero; 2) si me comporto como halcón y el otro como paloma, yo gano y 3) si ambos nos comportamos como halcones yo tengo, al menos, un 50 por ciento de ganar. Al revisar estas posibilidades se descubre que haga lo que haga el otro, siempre me conviene el papel del halcón.

Al pensar la vida no como una serie de elecciones en las que solo considero mi beneficio, sino como un juego en el que también lo que el otro juega determina el resultado, puede llegarse a descubrir lo que en la realidad nos conviene hacer: no lo óptimo sino lo mejor, o sea, pensar la vida como se piensa cuando se juega ajedrez: cada jugada en función de las posibles jugadas del otro. Así, entender, aunque sea someramente la Teoría de Juegos parece servir para salir mejor librado de la vida. Sin embargo, siempre hay un pero en toda tesis. El supuesto implícito en la teoría de juegos es que los demás se comporten de una manera estrictamente racional, es decir, el supuesto es que también los demás piensen y sea la razón la que los guíe, sin embrago, como es bien sabido, esto ocurre muy rara vez.

Twitter @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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