ENSAYO desde Juárez | “Autopublicación y autopremiación, debido al sectarismo, se da en todo México”

21/11/2019 - 7:00 pm

“La autopublicación institucional es aquella que se da y se nombra democrática y justa, cuando en realidad no dio oportunidad a otras miradas de examinar lo que se publicará con recursos de todos”, escribe Hilda Sotelo en Allá entre ellos. Acá entre nos/otras. Aquí el texto íntegro. 

Por Hilda Sotelo 

Ciudad Juárez, Chihuahua, 21 de noviembre (La Verdad/SinEmbargo).– La autopublicación y autopremiación en las instituciones educativas, debido al sectarismo, suele darse no solo en Ciudad Juárez, se da en México.

Es a partir de las lógicas patriarcales transmitidos por la religión y el estado binario (amigos-enemigos, hombre-mujer) que vemos la realidad desde dos polos opuestos, vivimos inmersos/as en la idea de la guerra y la competencia. En fracciones, rotos/as, deprimido/as es que el cuerpo, tanto emocional como intelectual navega las aguas laborales y sociales.

Con la idea del cuerpo sin alma (analfabetismo emocional) las víctimas del neoliberalismo serán manipulados con facilidad (Cabnal, 2010). El rebaño, dice Chomsky. Ya en el trabajo, el mismo patriarcado establece relaciones jerárquicas. Los jefes, los subalternos, arriba, abajo, el centro, la periferia. El jefe debe tener ciertas características machistas y hasta misóginas. El burlón, humillador, el mujeriego, el erudito ensimismado. Y si es intelectual de izquierda debe ir descuidado, pelo largo, barbón, depresivo, distraído, dependiente económicamente de la esposa, los padres, hermanas que lo consideran brillante.

El “genio” cuando golpea a la mujer se la imagina en posturas sexuales “(…) solo tuve la presencia de ánimo mientras la golpeaba, de notar que sus posturas eran, en cierto modo, idénticas a las que adoptaba cuando hacía el amor (…)” (Salvador Elizondo, Autobiografía precoz).

Rita Segato les llama “avisados”, los que no cometen los feminicidios pero, a través de sus comportamientos y comunicación, dicen haber recibido el mensaje del feminicida; justifican las formas violentas de mantener el orden centrado en el ultraje de los cuerpos.

Justifican los feminicidios en sus micro machismos en el aula, la casa, el espacio laboral en sus burlas en las redes sociales. Forman el alfabeto violento. Crean toda clase de síndromes, el del impostor, entre otros.

El síndrome del impostor suele darse en la población femenil, “no me siento suficientemente preparada”, “no podré con este puesto”, “no escribo bien porque fulano de tal destruyó mi novela con su crítica”, “no sé si será correcto criticar los textos misóginos, él debe guiarme”, “no me van a publicar mis textos feministas porque la prioridad son los temas de los hombres”, “mis escritos son muy autobiográficos, ¿a quién le importo?”, “si el aborto es un tema periférico, no debo escribir al respecto”, “no debo ser tan feminista, no me aceptarían”, “no puedo ser exitosa porque mis hermanas no lo son”.

Clara Rojas llama Andamiaje retórico de género a los códigos de los avisados, algunos se entretejen en la UACJ, códigos favorecedores del discurso hegemónico de hombres o mujeres temerosos del discurso feminista.

Ella, en el conocimiento situado (Haraway, 1998), centró su estudio en el análisis de la animadversión hacia el feminismo en la UACJ (Universidad Autónoma de Ciudad Juárez). Dice que en el empleo de ciertos tropos están códigos que manejan los avisados. Por ejemplo en la metáfora del piso pegajoso (la mujer solo debe estar en las tareas domésticas) y el techo de cristal (la mujer no debe escalar en jerarquías).

“Aquí en la UACJ, las feministas son muy rejegas y no se puede con ellas, como que cuestionan mucho”, dijo Juan, uno de los entrevistados en el estudio. En esas expresiones las mujeres no podrán salir de los roles que las miradas vigilantes forman.

En el contexto literario el jefe no debe entrar al piso pegajoso, existen secretarias que lo asisten o seguidoras que harán las consultas para que él se luzca. El mismo jefe sabe que en la actualidad debe incluir mínimo a una mujer en sus proyectos, para no verse mal y conseguir el propósito, la simulación se descubre fácilmente.

El jefe hombre ni siquiera reconoce el techo de cristal, los otros lo impulsan para escalar siempre y cuando les de hueso (dinero o puesto). El líder cubrirá otros tantos roles, debe ser el que haya publicado más, el premiado, aunque sepa que sus publicaciones obedecen al arbitraje corrupto en su entorno. O que sus publicaciones continúen al servicio de la Conquista.

La burla, el sarcasmo, es la herramienta retórica preferida para oprimir y descartar al otro/a (el bárbaro, el raro, el iletrado, el inculto), herramienta al servicio de la Conquista. Lo anterior para el beneficio propio o de unos cuantos. Y allá entre ellos cuando el futuro “genio” se burla de la escritura o el arte de otros, lo reconocen como el mejor.

Solo hay que asomarse al Facebook, red social preferida de algunos poetas y escritores juarenses. En la literatura el mejor será el que represente la obscenidad con lujo en la palabra. En su libro Dude Lit, estudia cómo los hombres se han apoderado de la escena intelectual mexicana, “en la literatura, las obras de arte respetadas por los hombres tienden a depender de la obscenidad interpretada como originalidad, los temas negativos se consideran serios y la narrativa inarticulada sobre el bullying entendido como el máximo logro literario”.

La autopublicación y autopremiación financiada con el dinero del pueblo y a costa de la humillación hacia las mujeres, no es novedad. Emily Hind hace un recuento desde 1955-2012 entre las obras y comportamientos socioculturales de Juan Rulfo, José Emilio Pacheco, y Guillermo Fadanelli.

Las muecas culturales de Carlos Fuentes y Octavio Paz, los trucos del “genio”. Si querían ser publicados o premiados se deberán observar ciertos modelos, “la hechura de los mejores tiene que ver con cuestiones superficiales como la vestimenta, los rostros serios o sin emociones. Y con cuestiones más complejas como la red de amigos, premiados que se convierten en jueces y maestros”.

El hallazgo de la investigación que llevó a cabo Emili Hind suena familiar para cada ciudad mexicana. El mismo estado patriarcal genera miradas autovigilantes.

¿A qué me refiero con la autopublicación y autopremiación en las universidades del país y de cómo las siguientes generaciones están en peligro de reproducir los mismos patrones si las feministas no hablamos? La autopublicación institucional es aquella que se da y se nombra democrática y justa, cuando en realidad no dio oportunidad a otras miradas de examinar lo que se publicará con recursos de todos.

Las universidades mexicanas, si lanzan convocatorias de concursos literarios, no deberían premiar a sus trabajadores, para empezar. La mayoría de los concursos de otra índole advierten a los trabajadores o familiares, no competir porque existiría conflicto de intereses.

Al momento de seleccionar los árbitros podrían seguir la ley de paridad (mismo número de hombres y mujeres).

Creo que somos capaces de crear redes, sistemas de arbitraje claro y mantener la cordialidad entre nosotros/as.

El panorama ideal sería no motivar a la competencia en el sentido Chabochi o mestizo y voltear a ver cómo los pueblos originarios se organizan, sienten, piensan en comunidad. Escuchar a las mujeres originarias.

El gobierno federal debe destinar partidas al desarrollo de pedagogías que se dirigen al cuidado mutuo y el bien común. Las ciudades pueden ofrecer espacios para los talleres de creación literaria vinculándose a los centros comunitarios y desvincularse de las universidades con historial de misoginia y corrupción. Los talleres o sesiones de escritura podrían contratar a maestros/as certificados con perspectiva de género y que no tengan historial de acoso o abuso sexual.

Por salud social podríamos separar o desvincular a los individuos de las instituciones porque somos nosotros/as mism@s las que tenemos el poder de transformar los espacios de trabajo, somos personas físicas antes que jurídicas, aunque lo personal es público y político, aquí la importancia del testimonio, escuchar y creerles a las víctimas de acoso. Un caso a la vez. Una persona a la vez.

Un grupo o colectivo a la vez. Aquí la importancia del testimonio cuando llega las ya conocidas acusaciones del #MeTooMx. El testimonio, la investigación, el tiempo, la unión feminista mexicana, es la que pone a los violadores en las cárceles, a los acosadores en advertencia y a los micro machistas a reflexionar sus masculinidades, ya vimos que el estado no hará nada.

Desvincular al individuo de la institución para la cual trabaja nos conviene a tod@s porque si se detecta el micromachismo, decodificarlo será más sencillo y no formará parte del engranaje animador de la misoginia institucional, ¿cómo desvincular? Considerar importante los testimonios acerca de las personas, las situaciones, creerle a la víctima de acoso para dar paso a la investigación.

Reconocer que somos hechos de múltiples realidades que nos incorporan o desincorporan con los valores de las instituciones, es decir, si amo la docencia, enseñar, pero no estoy de acuerdo con el sistema militarizado que la educación pública intenta imponer, no desarrollo reglas del salón de clase que tengan el tufo de la cárcel o la rígida disciplina.

Desobedezco aquellas órdenes que atenten contra el desarrollo armónico del individuo, grupo, el bien común y el cuidado mutuo. Mis decisiones no serán basadas en el miedo.

Si el camino para convertirme en una escritora, literata, artista, líder “exitosa” me pide que debo soportar ser acosada, tocada y guiada por las miradas patriarcales, o me pide seguir el ritual de la desaparecida, asesinada, o líder patriarcal, renuncio hasta la misma idea de “éxito”, redefino mis yoes. Al salir de los binarios, al denunciar el abuso. Le llamamos a este estado de renuncia y redefinición, Crisis, Nepantla, Eyerúame.

Las mexicanas tejemos la historia de nuestro país, exigiendo nuestros derechos a aparecer como protagonistas actuales de nuestro país. Denunciamos proyectos oficiales de nuestras localidades, proyectos que manejen recursos públicos que continúan beneficiando a violadores o que en sus prácticas discriminen a las mujeres.

Estamos cansadas de luchar contra los armatostes del olvido y el silencio. Cansadas de esperar dentro del juego patriarcal, esperar por nuestro turno en la historia.

Con el cambio de era y las tecnologías la publicación autónoma fue posible fuera de las instituciones o editoriales, pero de nada iba a servir este tipo de publicación en los blogs, las redes, y portales electrónicos, si en México el estado continúa legitimando los feminicidios a través de los avisados y sus artilugios dentro de las instituciones.

Allá entre ellos. Acá entre nos/otras. Hasta que la vida sea vivible y el territorio habitable.

en Sinembargo al Aire

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