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Carlos A. Pérez Ricart

21/12/2023 - 12:04 am

La violencia vino del Norte

“Las formas, métodos y personajes varían siempre, pero el objetivo es siempre el mismo: acercar las armas del mercado estadounidense a México”.

https://youtu.be/5p_voNXl_Rw

Dos reportajes llamaron mi atención estos últimos días. Los dos me cimbraron.

El primero es un artículo escrito por Sarah Kinosian, periodista de Reuters. Se trata de un texto que sobresale por el detalle y profundidad de su investigación. Kinosian viajó hasta un poblado de Wisconsin para investigar una partecita del funcionamiento de un complejo esquema de distribución de armas del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en Estados Unidos. La periodista de Reuters logró documentar el papel de una familia radicada en Wisconsin en la compra hormiga de armas con valor de hasta 600 mil dólares en una tienda a tres mil kilómetros de la frontera con México.

En el centro de la historia de Kinosian está la compra, venta y tráfico de fusiles Barrett calibre .50. El lector las recordará por su uso, hace tres años, en el atentado contra Omar García Harfuch en las Lomas de Chapultepec. Son ideales para perforar vehículos blindados o para derribar helicópteros.

Quiero resaltar el punto: los fusiles Barrett calibre .50 no son revólveres o cuernos de chivo. Son punto y aparte. Se trata de una de las armas más poderosas del mundo. Pesan no menos de 14 kilogramos y miden unos 140 centímetros. En su versión más básica, las Barrett realizan setenta disparos por minuto. Menos de un segundo por disparo. Cada bala de la Barrett, entre su ojiva, plomo, carga de pólvora y cápsula fulminante mide 13.8 centímetros.

Este tipo de armas se pueden conseguir con facilidad en Estados Unidos. En ese país hay más de 77 mil vendedores autorizados, tantos como el número combinado de tiendas de McDonald’s, Burger King, Subway y Wendy’s. El valor de los fusiles Barrett comienza en nueve mil dólares. En México, al cruzar la frontera, pueden costar entre 30 mil y 50 mil billetes verdes.

Lo descrito en el artículo de Reuters es solo la punta del iceberg de lo que puede ser, según una investigación de la ATF (la agencia encargada de estos temas en Estados Unidos), una red de tráfico de armas instalada en al menos trece estados de la Unión Americana y administrada por el CJNG.

El modus operandi es casi siempre el mismo: ciudadanos estadounidenses compran armas de alto calibre por aquí y por allá sin levantar muchas sospechas. Los puntos de venta están en pueblos perdidos de Estados Unidos. Nadie levanta una ceja ante la compra hormiga de fusiles. Los operadores transportan las armas hasta la frontera y las entregan a una célula que trabaja directamente con el CJNG. Días después las armas están circulando en México.

Ese fue el primer reportaje. El segundo es, en realidad, una noticia. Al leerla, el pesimismo me saltó. Se trata de la acusación de la Fiscalía del Distrito Oeste de Texas a un tipo llamado Chandler Britain Bradford. Tengo la acusación formal (endictment) en mis manos. La Fiscalía lo acusa de traficar desde 2018 y hasta 2022 partes y componentes de rifles AR-15 de Estados Unidos a México.

Según la acusación, Bradford enviaba por paquetería o llevaba directamente hasta Monterrey, el 80% de las setenta partes y componentes que constituyen una AR-15. Sus socios en México se encargaban del trabajo de ensamblaje. Él surtía, por separado, la materia prima. Según la acusación de la Fiscalía, en cuatro años de operación Bradford, recibió 3 millones y medio de dólares como resultado de las operaciones. A cambio, los socios de Bradford en México habrían podido ensamblar, en cuatro años, en Monterrey, al menos 4 mil 800 rifles semiautomáticos. Repitamos el número.: 4 mil 800 por una sola célula. ¿Y cuántas hay?

Las historias, la que reconstruye con detalle Sarah Kinosian y la que tiene a Bradford como protagonista, son solo dos de las decenas que cada año se dan a conocer sobre el funcionamiento de las redes de tráfico de armas de Estados Unidos a México. Las formas, métodos y personajes varían siempre, pero el objetivo es siempre el mismo: acercar las armas del mercado estadounidense a México.

Se termina un año. Y con él, el registro de poco menos de treinta mil muertos. Como cada año, buscamos la respuesta al problema de la seguridad en lo disfuncional de nuestros sistemas de seguridad y justicia. Ni duda: mucho hay de ello. Olvidamos, sin embargo, que nada mejorará si no se soluciona el problema central de nuestra violencia cotidiana: el acceso a las armas estadounidenses. Esa es la verdadera epidemia. ¿Será un tema central en la campaña presidencial del 2024? Crucemos los dedos.

Carlos A. Pérez Ricart
Carlos A. Pérez Ricart es Profesor Investigador del CIDE. Es uno de los integrantes de la Comisión para el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico (COVeH), 1965-1990. Tiene un doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad Libre de Berlín y una licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México. Entre 2017 y 2020 fue docente e investigador posdoctoral en la Universidad de Oxford, Reino Unido.

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