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Ricardo Ravelo

23/03/2018 - 12:00 am

“El Carrete”, financiero de campañas

Refugiado en Morelos y Guerrero –su principal corredor para el trasiego de drogas –“El Carrete” logró controlar ambas entidades a base de violencia, pero también por medio de la corrupción perniciosa. Nadie se explica por qué el gobierno de Graco Ramírez no ha podido frenar a este capo y hay personajes como Javier Sicilia que sostienen que lo único que explica la impunidad de Santiago Mazari es la protección oficial y la corrupción en el gobierno de Morelos. No hay de otra.

“El Carrete” se convirtió en el financiero de campañas políticas. Foto: Especial

En el estado de Morelos, donde Graco Ramírez se jacta de gobernar con la ley en la mano, el control de más de medio estado está bajo el poder del crimen organizado, el narcotráfico, su expresión más violenta, operado por Santiago Mazari, el famoso “Carrete”, líder del cártel de “Los Rojos”.

Intocable en lo que va del gobierno del perredista, protegido por la policía del estado, “El Carrete” es el azote de Morelos, el capo que ya alcanzó en poder e impunidad a Arturo Beltrán Leyva, abatido en 2009 por efectivos de La Marina; también se equipara en control territorial a Juan José Esparragoza Moreno, “El Azul”, declarado muerto por sus familiares, quien en el sexenio del panista Sergio Estrada Cajigal gozó de una etapa de esplendor porque, igual que ahora ocurre con “El Carrete”, vivía sin ser molestado, tenía a su servicio a la policía y traficaba con todo tipo de sustancias con la complicidad de las autoridades.

Refugiado en Morelos y Guerrero –su principal corredor para el trasiego de drogas –“El Carrete” logró controlar ambas entidades a base de violencia, pero también por medio de la corrupción perniciosa. Nadie se explica por qué el gobierno de Graco Ramírez no ha podido frenar a este capo y hay personajes como Javier Sicilia que sostienen que lo único que explica la impunidad de Santiago Mazari es la protección oficial y la corrupción en el gobierno de Morelos. No hay de otra.

Y es que tan poderoso es, que “El Carrete” se convirtió en el financiero de campañas políticas. No hay distingos de partidos. Una gran parte de los alcaldes de Morelos, según declaraciones de testigos e investigaciones criminales, recibieron dinero del capo en sus respectivas campañas por las presidencias municipales y ahora sirven, obedientes, a los intereses del cártel de “Los Rojos”.

Recientemente salió a flote información relevante sobre las operaciones de Mazari en Morelos. La captura de dos temibles sicarios a su servicio permitieron a las autoridades conocer mayores detalles de lo que todo el mundo sabe: que el capo financió las campañas políticas de varios presidentes municipales de diversos partidos, quienes después de asumir el poder se convirtieron en protectores de Mazari en las demarcaciones que gobiernan.

De acuerdo con esos testimonios, el jefe del cártel de “Los Rojos” financió las campañas de Enrique Alonso, Alcalde perredista de Tlaquiltenango; la de Jorge Toledo, presidente municipal de Mazatepec por el Partido Humanista, así como la del panista César Augusto Franco, edil de Coatlán del Río. También se sumaron al círculo de Mazari los priistas Alberto Sánchez, de Xoichitepec, David Salazar de Tlaltizapán y Jorge Miranda de Amacuzac. A la red de presuntos narcoalcaldes también se sumó Francisco León, de Miacatlán y Dulce Medina, de Puente de Ixtla.

Según los informes policiacos y una amplia nota publicada el 9 de marzo en el portal “La Silla Rota”, de igual forma fueron cooptados por el líder de Los Rojos Francisco Salinas, Alcalde de Zacatepec y Alfonso Sotelo, de Jojutla. Estos últimos pertenecen al PSD. Luz Dary Quevedo, Alcaldesa de Tetecala, también formaría parte de la estructura de Santiago Mazari. Ella pertenece a Movimiento Ciudadano.

Las investigaciones al respecto, enderezadas dentro y fuera de Morelos, establecen que estos alcaldes habrían recibido financimiento de Mazari, se habla hasta de un millón de pesos para realizar tareas proselitistas y así garantizaron los triunfos electorales en 2015. Luego, el capo pidió pagos que oscilan entre los cien mil y los quinientos mil pesos, según el municipio que se trate, según también su presupuesto y alcance económico.

El jefe de “los Rojos”, de acuerdo con los testimonios y las investigaciones, la entrega de altos porcentajes de obra pública, el control del negocio de la basura –esquema muy socorrido para el lavado de dinero –y la protección de las policías, del Mando Único, estructura que ha sido elogiada por el propio mandatario estatal a pesar de estar infiltrada desde hace mucho tiempo por el crimen.

Del cúmulo de declaraciones se desprende que los vínculos de los alcaldes referidos no parecen ser solamente de negocios: ellos se habrían incorporado a la estructura del cártel de “Los Rojos”, pues incluso algunos aparecen mencionados como piezas centrales en la compra de armamento de alto poder, con lo cual se robustecería al cártel encabezado por Mazari.

El radio de acción de Mazari, a partir de las complicidades políticas y policiacas tejidas por él, se ha ampliado y ahora el jefe de “los Rojos” controla buena parte del estado de Morelos, desplazando a Guerreros Unidos, el cártel rival con el que se disputan el estado.

Los focos rojos, sin embargo, se mantienen encendidos en los municipios de Amacuzac y Puente de Ixtla, en los límites con Guerrero. Ahí, al sur de la entidad, los sicarios tanto de “Los Rojos” como de “Guerreros Unidos” están enfrascados en una guerra por el control territorial, una de las rutas más boyantes en el trasiego de drogas y dinero.

En la zona que comprende Jojutla, Tlaltizapán y Zacatepec –región productora de caña y azúcar –los enfrentamientos entre estas bandas del crimen organizado son frecuentes. La policía nada puede hacer porque la mayor parte de los agentes están maniatados por la corrupción. Los tentáculos de estos cárteles también mantienen fuerte presencia en Cuernavaca, Jiutepec y Temixco, territorios de muerte.

Lo que más llama la atención –y esto explica las complicidades entre el narcotráfico y las autoridades –es que en Morelos la gente sabe que el capo Santiago Mazari vive muy tranquilo en el poblado de San Gabriel, municipio de Amacuzac, de donde es oriundo. Ahí se le ve, dicen los pobladores, muy quitado de la pena. Y en esa demarcación “El Carrete” parece estar más que protegido, pues su tío, Alfonso Miranda Gallegos, quien fue Alcalde entre 2009 y 2012, lo protegía y lo protege porque la red de complicidades se ha ampliado en toda la región.

Las autoridades atribuyen la ola de secuestros, “levantones” y ejecuciones a la violencia que generan tanto “los Rojos” como “Guerreros Unidos”, rivales a muerte desde hace años. Detrás de Mazari, según las autoridades, parece estar el cártel de Sinaloa, uno de los más poderosos, el cual se ha fraccionado en unos cuatro frentes como una forma de diversificar sus actividades.

Santiago Mazari es el cuarto capo emblemático que se apodera de Morelos en los últimos veinte años y que vive impune y protegido, igual que en los años noventa lo hizo Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”, quien vivió una etapa boyante en el negocio del narco. Mazari también rememora los tiempos de bonanza de “El Azul” en Morelos, Arturo Beltrán Leyva, “El Barbas” y Sergio Villarreal Barragán, “El Grande”, quien al lado de Beltrán estuvo afincado en Morelos.

Todos ellos tuvieron algo en común durante sus respectivas etapas: todo el tiempo que permanecieron en Morelos estuvieron protegidos por la policía e incluso por altos mandos militares. De otra manera no se podía entender todo el poder y la impunidad que acumularon y que los volvió intocables, hasta que llegó la hora de morir o de ir a prisión.

Esa es la única razón que da sentido a la impunidad que cobija a Santiago Mazari. Ningún capo puede pasar tanto tiempo sin ser detenido si no tiene arreglos con gobernadores y jefes policiacos.

Y “El Carrete” no es una excepción.

Ricardo Ravelo
Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.

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