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Alejandro De la Garza

26/03/2022 - 12:03 am

Gilberto Owen, recuerdo como nube

“Owen nació en 1904 en El Rosario, Sinaloa, y fue llevado de inmediato a Mazatlán para cobrar pronto la vocación viajera del peregrino, la inclinación a cierto desarraigo y una cualidad biográfica inasible y aérea como de nube”.

Dibujo de Gilberto Owen. Foto: Biblioteca de autores mexicanos

El sino del escorpión saluda con el aguijón en alto la magnífica aventura creativa del poeta y narrador Gilberto Owen a 70 años de su deceso. Falleció el 9 de marzo de 1952 a consecuencia de una cirrosis aguda, siendo vicecónsul mexicano en Filadelfia, estaba ciego y casi solo al filo de sus 48 años. El crítico Luis Mario Schneider visitó su tumba sin lápida, cubierta de césped inglés al pie de un árbol de pomelo, en un cementerio suburbano de esa ciudad estadunidense, hasta donde llegó para despedirlo.

El alacrán no especula sobre las razones de una vida tan intensa, creativa y al final trágica como la de Owen, pero lo seduce su singladura vital al grado de haberse obsesionado un tiempo con el poeta, quien incluso visitaba en sueños al arácnido (jeje). Owen nació en 1904 en El Rosario, Sinaloa, y fue llevado de inmediato a Mazatlán para cobrar pronto la vocación viajera del peregrino, la inclinación a cierto desarraigo y una cualidad biográfica inasible y aérea como de nube. En 1917 inició estudios en el Instituto Cultural y Literario de Toluca y fue luego subdirector de la Biblioteca Pública, donde inició en 1920 sus colaboraciones literarias en diarios y revistas, incluso como fundador de varias de ellas. Cumplió 19 años en “el frío ascético de Toluca”, donde inició su poesía: “hice versos gongorinos y salté a México”. El salto es literal: en Toluca habló en una ceremonia ante Álvaro Obregón, quien lo invitó a trabajar en la oficina de prensa de la Presidencia.

En la ciudad coincide con Jorge Cuesta en el café América, donde los “descubre” Villaurrutia como los vio Novo: “dos jóvenes extraordinariamente delgados e inteligentes”. La historia literaria abunda sobre la intensa relación intelectual con Villaurrutia y Cuesta: “hicimos versos y novelas, revisamos nuestros clásicos, y nos hicimos una infinita curiosidad viajera, una dura rebeldía al lugar común y una voluntad constante de pureza artística”.

Fruto de esas relaciones, en 1925 Owen publica su poemario Desvelo, arranque de la sensibilidad moderna buscada por ese grupo de amigos. Antes había publicado en El Universal el relato “La llama fría”, donde adelanta la necesidad de expresar en prosa los nuevos impulsos artísticos, pero también prefigura una de sus potencias creativas: su manejo de la prosa poética o la poesía en prosa. En 1928, su innovadora Novela como nube se publica en las ediciones Ulises, nombre del grupo teatral y la publicación antecesora de la revista Contemporáneos. Esta novela cubista es absolutamente moderna, con muchas aristas y diversos niveles de lectura e interpretación. Hasta hoy, la novela sigue viva, burlesca, algo dolida, pero su tono se mantiene refrescante y poético.

En 1928 Owen está en el centro de la actividad intelectual: a sus 24 años es un escritor vanguardista publicado en media docena de revistas y tiene dos libros clave: Desvelo y Novela como nube, además del relato “La llama fría”. Con Cuesta, Novo y Villaurrutia prepara la polémica Antología de la poesía mexicana moderna, con ellos también ha publicado seis números de la revista Ulises y alista la edición de su revista emblemática: Contemporáneos.

Owen también ha traducido obras para el teatro Ulises e incluso ha actuado como “galán joven y tío de Dionisia”. Dionisia es Clementina Otero, de 17 años, de quien se enamora locamente sólo para ser rechazado. “En el fondo ella estaba aterrada; Owen, a pesar de su juventud, ya era una figura, ella debutaba”, recuerda Vicente Quirarte. Al rechazo amoroso se atribuye su ingreso al Servicio Exterior y la continuación de su viaje constante. Llega a Nueva York, luego a Detroit y otras ciudades estadunidenses donde se mantiene como figura de fondo y brinda sus aportes a Contemporáneos: poemas, prosa, traducciones, crítica. Escribió afectuosas misivas a sus amigos, en particular a Villaurrutia, y se vació en cartas febriles a Clementina hasta crear un epistolario amoroso clásico de las letras mexicanas.

Mientras se publicaban su poemario Línea y su novela Examen de pausas, siguió su viaje por Perú y Ecuador, convertido en intelectual de izquierda y maestro de obreros. Finalmente llega a Colombia, donde en 1936 se casa con una rica heredera y tienen dos hijos. Owen parece haber hallado su destino amoroso, artístico, intelectual y familiar, pero acaso por problemas matrimoniales, añoranza melancólica o falta de opciones, en 1942 regresa a una ciudad de México para él ya irreconocible y con escasos amigos. Lo rescata el trabajo en la revista El hijo pródigo, curiosa coincidencia metafórica con su situación. Ahí publicó “Simbad el varado”, uno de sus más celebrados poemas.

Pero Owen nunca estuvo mucho tiempo en ningún lugar y partirá de nuevo en 1944 urgido de reencontrar a su familia colombiana. Lo acompaña, como siempre, el fantasma de la dipsomanía, aunque ahora también la satisfacción por su nuevo volumen de poesía El libro de Ruth, fusión de la tradición clásica y la vanguardia. Al iniciarse 1947, su huida lo lleva como agregado honorario a Filadelfia, pero a pesar de la publicación en 1948 de su poemario Perseo vencido, llegan los años finales de un Owen desarraigado y solo. Un año después, enfermo y enceguecido, corta su correspondencia con Novo y con Elías Nandino, pero la mantiene con Josefina Procopio casi hasta el final. En una carta de fines del 51 confiesa: “me quemo cuando escribo”. Fallece dos meses después.

El tiempo breve de su audacia brilla con la luz radical de su aventura, de su personal peregrinar de Simbad, de Perseo, de Ulises, aunque el viaje de Owen le recuerda al escorpión la clásica definición: “la Odisea no es un libro de aventuras, sino de problemas”.

@Aladelagarza

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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