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Sin Fronteras

27/08/2021 - 5:15 pm

La espantosa externalización de la frontera estadounidense en México

Los migrantes siguen siendo tratados como moneda de cambio en las negociaciones económicas de la Cancillería mexicana con Estados Unidos.

Migrantes centroamericanos cruzan hacia Estados Unidos por la línea ubicada en la ciudad del El Chaparral, en la fronteriza Tijuana (México).
Migrantes centroamericanos cruzan hacia Estados Unidos por la línea ubicada en la ciudad del El Chaparral, en la fronteriza Tijuana (México). Foto: Joebeth Terriquez/Archivo/EFE

Por Charles Pontes Gomes, investigador de la Fundación Casa de Rui Barbosa – Brasil y ocupante de la cátedra Sergio Buarque de Holanda del Instituto Mora – México.

La deportación en las últimas semanas de centenas de migrantes guatemaltecos desde Estados Unidos hasta Tapachula, para que el Instituto Nacional de Migración los deporte hasta Guatemala, evidencia lo que estaba por detrás del memorándum de entendimiento firmado en la visita de Kamala Harris a México: las fronteras norteamericanas siguen extendidas hasta Guatemala. Con ello, la soberanía del Gobierno mexicano seguirá subyugada a la norteamericana, acatando órdenes de rechazo y control del flujo migratorio supuestamente sólo de paso por México. Los migrantes siguen siendo tratados como moneda de cambio en las negociaciones económicas de la Cancillería mexicana con Estados Unidos.

Considerando la tendencia del Gobierno de Biden de seguir con la política de seguridad criminalizadora de las migraciones y después de la Corte Suprema norteamericana favorable a la gestión migratoria de Trump para asilo, decenas de asociaciones de la sociedad civil se movilizarán esa semana enviando una carta al Presidente Andrés Manuel López Obrador para no aceptar el retorno de esa política de externalización de fronteras que es el “quédate en México” de Trump, donde millares de posibles refugiados quedaban esperando el análisis de sus solicitudes por parte del Gobierno estadounidense en territorio mexicano.

La tendencia del Gobierno norteamericano de no cambiar su política contraria a las migraciones latinoamericanas venidas desde México y de mantener su voluntad de expandir su frontera en territorio mexicano, también se manifiesta en la política de visas del Gobierno de México con varios países de la América Latina. En la última semana, por ejemplo, el Canciller Marcelo Ebrard decidió restablecer la visa de turista para los ciudadanos ecuatorianos. Obviamente, esa decisión está relacionada con la aprehensión creciente de ciudadanos ecuatorianos intentando atravesar la frontera con Estados Unidos sin visas de ese país (casi 12 mil sólo en mayo de este año). Igualmente, México está rechazando la entrada en el país a un número altísimo de brasileños en los aeropuertos (600 por mes en promedio) por el simple hecho de no tener visas de turista en sus pasaportes para los Estados Unidos, aun cuando el propósito de viajen sea visitar México, que no exige visa a los turistas brasileños. Es claro, asimismo, que esa política de rechazo se debe al número alto de brasileños aprehendidos en la frontera norteamericana sin visas (aproximadamente de siete mil en mayo). Como uno de los entrevistados brasileños rechazado en el aeropuerto me contó: “pensé que estaba yendo a visitar México y no a un apéndice del Estado americano, país que nunca me interesó y que no tengo ganas de conocer”.

Lo más irónico de toda esta historia, es que AMLO anunció hace pocas semanas en la reunión de los países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que la región necesita tener una organización supra nacional, más parecido al modelo de la Unión Europea para remplazar a la Organización de Estados Americanos (OEA) que trabaja como si fuera la secretaría de colonización del imperio americano. Pero las palabras pueden quedarse como puro instrumento de retórica si no se traducen en acciones concretas. En política migratoria al menos, el actual Gobierno mexicano no parece solidario ni unido a sus socios del sur global y sigue siendo sumiso al norte, dejando que su territorio sea una frontera extendida de los Estados Unidos. Quizá un día, México cambiará quedándose más unido y solidario con sus países hermanos de América Latina y Caribe. ¡¡ Si AMLO no cambia de postura, nuestra esperanza de transformaciones unificadoras y solidarias en la región quedarán pendientes para las elecciones presidenciales de 2024!!

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