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Antonio Salgado Borge

29/03/2019 - 12:03 am

Filosofía y humanidades en la “cuarta transformación”

la incorporación de filosofía o humanidades en todos los niveles de estudio es un elemento necesario para lograr “el fin de la era neoliberal” anunciada por el Presidente.

la incorporación de filosofía o humanidades en todos los niveles de estudio es un elemento necesario para lograr “el fin de la era neoliberal” anunciada por el Presidente. Foto: Victoria Valtierra, Cuartoscuro.

Que a la educación en México le urgen cambios de fondo es una premisa difícilmente objetable. La duda no es si la educación en nuestro país debe transformarse, sino cómo el nuevo Gobierno responderá a esta urgencia de transformación en el marco de anuncios como un “cambio de régimen” o la “abolición del neoliberalismo”.

Para Eduardo Sarmiento y para Gabriel Vargas, miembros del Observatorio Filosófico de México, el camino es obvio: esta transformación pasa, necesariamente, por otorgar un papel central a la filosofía y a las humanidades. La idea es que ello es indispensable para que los estudiantes en México tengan mejores habilidades para la argumentación y una verdadera educación humanística. A su vez, esto permitiría fortalecer la equidad o la justicia y  formar ciudadanos conscientes y democráticos. 

Tan relevante considera el Observatorio Filosófico este enfoque que parte de su propuesta es que la educación humanística y filosófica sea incluida explícitamente en la Constitución. Me parece que hay al menos tres motivos para asegurar que el Gobierno de AMLO y el Congreso dominado por Morena tendrían que considerar seriamente una visión de esta naturaleza. 

El primero es que la inclusión de la filosofía y otras humanidades en todos los niveles educativos contribuiría decisivamente al desarrollo de capacidades cognitivas básicas para la vida personal y para la vida profesional; es decir, ayudaría a mejorar la calidad general de la educación.

Desde luego, alguien podría alegar que la lógica, la ética, la epistemología, la metafísica, la historia de las ideas filosóficas -u otras ramas de la filosofía- en poco pueden ayudar a la formación de personas que aspiran, por ejemplo, a incursionar en ingenierías, en las ciencias biológicas, en la abogacía o en la dirección de empresas. Y claro, si lo anterior es cierto, entonces es mucho más complicado entender cómo el estudio de filosofía desde la infancia puede resultar útil para quienes luego recibirán formación técnica o para quienes probablemente saldrán del sistema educativo antes de terminar el bachillerato. Por ponerlo de otra forma, la crítica en este sentido es que, tras años de formación filosófica y humanística, es difícil ver qué habrá ganado profesionalmente una estudiante o en qué beneficiarán al país los recursos destinados a esta formación.

Esta crítica, sin embargo, no se sostiene. Y no se sostiene porque lleva implícito un error fundamental: no entender cuál es el objeto de estudio de la filosofía. En este sentido, existen al menos dos formas de no entender lo que implica la filosofía. La primera, y probablemente la más común, es suponer que la filosofía consiste en la elaboración de reflexiones sin pies ni cabeza o desligadas de “la realidad”. La segunda es concebir a la filosofía como la memorización de fechas, de nombres o de algunas ideas arcaicas que tienen nula conexión con la vida contemporánea; es decir, pensar que la filosofía es similar a una clase de historia mal enseñada. 

La suscripción de las dos falsedades anteriores implica una profunda ignorancia de la naturaleza de la filosofía, de su evolución y de los objetos actuales de su estudio. Y es que parte fundamental metodología implicada en la filosofía pasa por la construcción y defensa de argumentos que requieren premisas verdaderas que lleven a una conclusión sólida en términos de la verdad de sus premisas y válida en términos de su forma. Si bien es evidente que este componente del método filosófico es crucial para todas las ramas de la filosofía, claramente también es aplicable en reflexiones cotidianas o en otras ciencias. Esto es, la filosofía, en el estudio de su método mismo, tiene un objeto distinto pero complementario a lo que estudian otras disciplinas.

A lo anterior hay que sumar que concebir a la filosofía como inútil o desligada del mundo implica perder de vista la forma en qué  las distintas ramas de la filosofía pueden ser cruciales para una sociedad. Para ilustrar, consideremos el caso de la epistemología. Un problema actual y de sobra conocido es la falta de capacidad de un buen número de personas de distinguir fuentes de información confiables de fuentes poco confiables. La epistemología estudia, entre otras cosas, lo que constituye o no conocimiento, los criterios que hacen a una fuente más confiable que otra, la posibilidad de hacer inferencias a partir de lo conocido. Este tipo de capacidad tiene un efecto social, pero también contribuye a desarrollar mejor a cada individuo dentro de su profesión. Pocas disciplinas pueden ser menos lejanas a lo inútil o a lo irrelevante en términos educativos.

El segundo motivo por el que el Gobierno de AMLO y el Congreso tendrían que considerar seriamente una visión de educación que incluya a la filosofía y a las humanidades tiene que ver con la indispensabilidad de éstas para la materialización del proyecto del Presidente. Este punto fue postulado por Gabriel Vargas recientemente frente a legisladores. Para ver por qué esto tendría que ser prioritario para el Gobierno de AMLO primero hay que considerar que la visión neoliberal que el Presidente pretende “abolir” implica en buena medida el desprecio a todo lo que tiene que ver con humanidades, el reemplazo de éstas por disciplinas enfocadas exclusivamente en su utilidad económica y la renuncia del Estado a su responsabilidad de formar integralmente a seres humanos. 

La posibilidad de que el Gobierno meta las manos para insertar contenidos que no obedecen exclusivamente a los dictámenes del mercado podría llevar a algunas personas a  decir que una intervención de esta naturaleza obedece a una posición ideológica y que, por ende, tendría que ser rechazada. Pero hay dos maneras de responder a esta crítica. 

La primera es mostrar que este no es el caso: que el desarrollo de habilidades intelectuales o el conocimiento de asuntos como la ética, la epistemología o la historia de las ideas es parte del desarrollo humano integral y que antecede a cualquier debate ideológico. El problema es que el anterior postulado es controvertido y hay varias formas de objetarlo. Una de ellas es que para los seres humanos no hay forma de escapar del pensamiento ideológico. No entraré en este debate porque me parece que hay una segunda respuesta mucho menos controvertida que la primera y que pasa por asumir, sin vergüenza, que el impulso a la filosofía y a las humanidades sí responde a una posición ideológica. Esta posición implica una concepción del ser humano que requiere para su pleno desarrollo mucho más que habilidades laborales específicas y que el Estado es responsable de generar las condiciones para que esto ocurra. Esto no tendría por qué asustar a nadie. Que una serie de decisiones respondan a razones ideológicas no es novedoso ni exclusivo de los gobiernos anti-neoliberales. Para ser claro, decisiones de gobiernos anteriores que buscaron terminar con las humanidades -como las de Felipe Calderón en 2008- obedecen a criterios neoliberales y, por ende, están muy lejos de estar ajenas a motivaciones ideológicas. 

Pero lo importante aquí no es simplemente que la “cuarta transformación” tendría que incluir seriamente a la filosofía y otras humanidades, de frente y sin complejos, tan sólo por llevar la contra al modelo neoliberal. El punto a destacar es que el nuevo Gobierno tendría que entender la importancia que para la supervivencia de sus ideas -o de su “proyecto”- reviste reemplazar la visión neoliberal del mundo incrustada durante las últimas tres décadas. Que la visión neoliberal del Estado o del papel los seres humanos en una sociedad sea rechazado por todas las personas que votaron por AMLO es todo menos claro. Esto significa que el retorno de un proyecto de esta naturaleza estaría a la vuelta de la esquina ante un eventual fracaso del Gobierno de AMLO. Por ende, el “fin del neoliberalismo” requiere que la mayoría de los individuos de una nación realmente entiendan y rechacen sus postulados. En este sentido, la incorporación de filosofía o humanidades en todos los niveles de estudio es un elemento necesario para lograr “el fin de la era neoliberal” anunciada por el Presidente.

Alguien podría decir que lo anterior es rayano en el adoctrinamiento y que nos aleja de la posibilidad de construir una democracia liberal. Sin embargo, este argumento no se sostiene. En primer lugar porque a la concepción neoliberal del ser humano no se opone sólo las visiones surgidas desde la teoría crítica o el marxismo; el liberalismo progresista también rivaliza y choca con la idea neoliberal de la vida humana. Pero esto no es todo.  La filosofía forma parte de las disciplinas comúnmente agrupadas como “humanidades” -junto con literatura, historia, o antropología-. Y las humanidades no son accesorias, sino indispensables para la supervivencia de las democracias liberales. Así, la filósofa Martha Nussbaum defiende que la democracia necesita de personas capaces de ejercer una serie de aptitudes fundamentales (Sin Fines de Lucro: Por qué la Democracia Necesita a las Humanidades, 2014).

Entre las aptitudes fundamentales mencionadas por Nussbaum figuran: (a) el reconocimiento de otros seres humanos como personas a quienes corresponden los mismos derechos que a uno, (b) el entendimiento de lo que cada instancia de una política pública implica para las vidas de individuos más allá de uno mismo, (c) la emisión de juicios críticos y bien fundamentados sobre dirigentes políticos y (d) la concepción del bien común como el bien de una nación constituyente de un orden mundial. Uno de los planteamientos fundamentales de esta reconocida filósofa es que la visión mercantilista de educación, al destruir estas aptitudes, ha jugado un papel clave en el surgimiento de masas listas para ser manipuladas -por cierto, Nussbaum escribió este libro antes de Trump de Brexit-.

Considerando lo anterior, es fácil ver cómo la visión defendida por el Observatorio Filosófico de México es crucial para el mejoramiento de la calidad de nuestra educación, para lograr el cambio de régimen que promete el nuevo Gobierno y para el fortalecimiento de la democracia en México. En este sentido, si Morena y AMLO buscan verdaderamente una “cuarta transformación” o la “abolición” del neoliberalismo es difícil ver como podrían justificar su eventual decisión de seguir dando la espalda a la filosofía y a las humanidades.

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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