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Redacción/SinEmbargo

29/05/2015 - 12:00 am

OHL: Más de una década de fiesta

Durante más de un década, básicamente con dinero de los mexicanos, OHL ha sido una fiesta. Funcionarios han probado el poder y mucho más que eso: han disfrutado la delicias de tener dinero y control sobre aspectos fundamentales de la vida de los ciudadanos. Miles de millones de pesos han entrado a sus cuentas, con […]

Durante más de un década, básicamente con dinero de los mexicanos, OHL ha sido una fiesta. Funcionarios han probado el poder y mucho más que eso: han disfrutado la delicias de tener dinero y control sobre aspectos fundamentales de la vida de los ciudadanos.

Miles de millones de pesos han entrado a sus cuentas, con poca transparencia y con muchas sospechas.  Los gobiernos le han entregado, por la vía de supuestas licitaciones, el futuro de ciudadanos y en esto no hay un ápice de exageración: hay que ver, nada más, cuánto tarda cualquier familia u obrero en cruzar desde el Estado de México al Distrito Federal. Horas y horas de su vida dedicadas a movilizarse. Horas y horas, aun cuando esos millones aportan dinero con sus impuestos… que permiten o han permitido la gran fiesta en las oficinas de OHL.

Y no son los accionistas de esa filial española los que han disfrutado esos flujos de dinero público. Son las cabezas de la empresa. Ahí deben estar, y este es un tip para quien tenga acciones de OHL, las cuentas en hoteles, comelitonas, transporte de lujo. Algo estará documentado en los número de la empresa sobre esa gran fiesta que sus directivos disfrutaron durante más de una década.

Y en 25 días, miles que confiaron su dinero en acciones han visto cómo un suevila Villegas.

seguramente con grandes liquidaciones, ha sido la respuesta tanto de OHL como del Gobierno de Eruviel o. Algo esño, su sueño, se derrumba.

Es la corrupción, estúpidos.

Dos despedidos, seguramente con grandes liquidaciones, ha sido la respuesta tanto de OHL como del Gobierno de Eruviel Ávila Villegas.

Dos despedidos y más de 16 mil millones de pesos perdidos no por los que disfrutaron más de una década de fiesta, sino por los accionistas que confiaron en el buen gobierno, en la lealtad y en la ética de quienes convocaron a invertir y ahora esconden el rabo.

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