La otra “delincuencia organizada”

30/07/2013 - 12:01 am

Realmente existe otra forma de delincuencia organizada de naturaleza perversa, simulada y permitida: el poder político. Vive los privilegios de un sistema que ha sabido disfrazarlo de oveja, que le facilita lanzar promesas escondiendo realmente su canto de sirenas y le lleva a disfrutar la impunidad.

Los partidos políticos se comportan como cárteles de delincuencia organizada. Ahí se agazapan los políticos que delinquen, protegidos por lealtades y compromisos de sus colaboradores cercanos. Ellos siempre tienen monedas de cambio y el poder del chantaje para someter al gobierno en turno igualmente corrupto y, por tanto, delincuente. Cooptan a otros y se cooptan entre sí.

Los partidos, en la actualidad, ni siquiera se pueden ubicar como derecha o izquierda, porque su esencia política ha engendrado instituciones políticas kafkianas producto de un acto de prostitución que los lleva a acostarse entre ellos, por poder y a costa del pueblo. Rojos, azules, amarillos y sus hijastros, conforman camarillas de ladrones de cuello blanco prestos a “negociar” la impunidad y la estabilidad del gobierno en turno.

Ellos son los que dirigen el destino del país. Son los que obedecen los designios de los “capos políticos” para favorecer sus prerrogativas de grupo y sus negocios familiares. Ni siquiera son fieles a los principios morales y éticos de sus instituciones políticas, sino a la mezquindad de sus intereses.

Los “representantes” parlamentarios no nos representan. Son más bien sumisos “gatilleros” que cada vez que los “capos” lo indican, alzan la mano poniendo un clavo más en el ataúd que contiene los restos moribundos de la soberanía nacional, de la democracia, de la laicidad y de las conquistas laborales. Y lo que es peor: cíclicamente votamos por la nueva camarilla que continuará con estas mismas farsas y tragedias. Nos engañan y nos engañamos. Ahora más que nunca sufrimos las consecuencias de nuestra ignorancia.

Nuestros impuestos son una forma de “pago de piso” a estos pillos, no sólo por el salario que devengan, sino por sus multimillonarios robos al erario público, con costo a una sociedad desempleada, cada vez más pobre, sin esperanza y condescendiente con el mal.

La sociedad está secuestrada por ellos. La palabra democracia se ha desnaturalizado y no tiene razón de ser. Estamos atados y callados por el miedo que nos controla y que parece que se fomenta desde el poder. Las decisiones que están tomando estos “delincuentes” nos enclaustran en cuatro paredes, temerosos de que se abra la puerta, y el destino y la realidad entren por ella.

Les otorgamos inmunidad y fuero, aún cuando sus decisiones nos estén hundiendo. Y las seguimos otorgando después de que han dejado el encargo público. Sólo alguna vendetta política castiga al infractor que entonces es exhibido y el Estado, simbólica y ritualmente, castiga lo que está mal, pero que paradójicamente fomenta. Fuera de ello, el ladrón se presume libre de toda culpa.

Esta otra “delincuencia organizada” también se ve beneficiada con el cohecho y el nepotismo. No son raras las denuncias que evidencian aquellos casos en los que la familia conforma la plantilla de gobierno del mandatario en turno.

También están aquellos personajes ligados a las finanzas de los estados y municipios que disponiendo de información privilegiada y los contactos debidos, aprovechan la oportunidad para auto otorgarse proyectos con jugosas ganancias económicas a través de empresas fantasma y de presta nombres.

Pero lo permitimos. Se ha hecho tan común el desfalco, la traición, el engaño y el fraude por parte de estos “cárteles”, que ya somos indiferentes a sus actos, los cuales estúpidamente nos parecen normales y lógicos. Seguramente, más de uno sueña con disfrutar las mieles que prodiga esta forma de “delincuencia organizada” e institucionalizada bajo la triste “ley de Herodes”.

Es justo y necesario que el año 2015 inaugure otra forma de hacer política desde la ciudadanía y alejada de los ancestrales vicios que definen a los partidos. El poder político en realidad puede y debe ser ejercido desde la ciudadanía.

Pablo Alarcón Cháires
Nació en Morelia, Mich. Estudió biología y cursó una maestría en Manejo de Recuros Naturales en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Actualmente labora en el Laboratorio de Etnoecología de la UNAM y participa en el programa de docencia de la ENES-Morelia. Ha realizado contribuciones periodísticas en La Jornada, La Jornada Michoacán y otros diarios de circulación estatal.
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