María Rivera

Locuras

"Quién sabe si la oposición norteamericana tenga la posibilidad de sacar al trumpismo del poder, si la pesadilla tenga fecha de caducidad estricta de cuatro años, y quién sabe si algunos podrán soportarla, como los palestinos en Gaza, que están completamente abandonados. No encuentran apoyo más que simbólico en millones de personas de todo el mundo e instituciones internacionales que tampoco han logrado ser efectivas."

María Rivera

26/06/2025 - 12:02 am

Donald Trump, Presidente de Estados Unidos, junto a Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel. Foto: Xinhua

No deja de asombrarme, querido lector, el pavoroso estado que guarda el mundo, donde el presidente de la primera potencia mundial es un personaje detestable, que fluctúa entre un bully de barrio y un payaso. El Presidente de los Estados Unidos que es, a todas luces, una vergüenza y con el que uno ya no sabe si reír o llorar, o ambas. La degradación de la política estadounidense, de las relaciones internacionales es escandalosa. Parece un mal chiste, la verdad. Leer sus comunicados en redes sociales, que digo comunicados, posts pendencieros y sin ningún tipo de institucionalidad, da pena ajena y también terror. Todo parece como un guión de una película chafísima, por inverosímil. Pero no es un guión, ni una mala película, sino la horrible realidad. Estamos frente a un personaje al que le valen gorro las instituciones, las normas, los procedimientos, pero sobre todo la Ley. Así decidió bombardear a Irán, pasando sobre todas las normas internacionales, y así, tras el ataque, escribió en un post que era hora de la paz ¿es una broma? No, no es una broma. Es Donald Trump. Así, también publicó otro post defendiendo a su amigo “Bibi” Netanyahu (el Presidente de Israel a quien se le persigue internacionalmente por crímenes de guerra cometidos en Gaza contra los palestinos) pidiendo que no sea juzgado ¡en su propio país! por corrupción, que se lo perdone, faltaba más. Es tan buena onda Bibi… 

Ese es el nivel del Presidente de Estados Unidos: un mal chiste. Un chiste tétrico, por supuesto, porque a Trump le tiene totalmente sin cuidado el genocidio que su amigo “Bibi”, con su ayuda, comete en Gaza; las miles de vidas arrebatadas, sobre todo de niños y niñas, asesinados sin piedad. Tampoco le importa la deliberada hambruna que sufre más de un millón de personas, el sadismo y la crueldad. Es más, para Trump sencillamente no existen: él sólo ve en Gaza una oportunidad inmobiliaria, un “beach resort”, como nos dejó ver hace unos meses.

Es totalmente brutal, querido lector, porque mientras ese show telenovelesco se desarrolla en twitter, Israel sigue asesinando palestinos por cometer el crimen de salir a buscar comida ¿y por qué no? Como le decía la semana pasada, no hay ya nadie en el mundo capaz de detener a Israel, mientras esté protegido por Estados Unidos. Y a Estados Unidos lo gobierna una enfermedad decadente, llamada Trump. Un tipo que juega a la guerra, lanza unos misiles contra instalaciones que está prohibido bombardear, luego se auto erige en juez negociador “de la paz”. Una cosa totalmente grotesca. 

Y ni modo, el mundo ha tenido que ajustarse a esa nueva dinámica delirante, tragicómica, de un tipo que fue capaz de convencer a la mayoría de los ciudadanos de su país para que lo eligieran como Presidente. Asimismo, el propio Estados Unidos padece, internamente, las políticas del trumpismo, sus enemigos políticos y los migrantes que están siendo perseguidos en crueles redadas, separados de sus hijos y familia. Malos tiempos son, la verdad. Especialmente para los más pobres y vulnerables que están al alcance de las políticas del aún más poderoso país del mundo.

Quién sabe si la oposición norteamericana tenga la posibilidad de sacar al trumpismo del poder, si la pesadilla tenga fecha de caducidad estricta de cuatro años, y quién sabe si algunos podrán soportarla, como los palestinos en Gaza, que están completamente abandonados. No encuentran apoyo más que simbólico en millones de personas de todo el mundo e instituciones internacionales que tampoco han logrado ser efectivas. Porque con los miles de cuerpos de palestinos que han quedado bajo los escombros, también han quedado sepultados los restos de la ONU y la política internacional de protección de los derechos humanos. Y también, con esa tragedia, han sido exhibidos países cómplices o complacientes, y entre ellos, México que ha sido incapaz de tomar esa carta y reivindicar la decencia. Porque para el Gobierno de la Presidenta Sheinbaum el genocidio que comete Israel no es suficiente para que se pronuncie y tome medidas contra el Gobierno de Israel. Como si nuestra política exterior, expresada en la Constitución, impidiera condenar un genocidio, implicara quedarse callado frente a una atrocidad cometida por un país con quien mantenemos una relación diplomática. Una cobardía que fue exhibida hace unos días en la mañanera por el periodista Ernesto Ledesma quien se atrevió a confrontar a la Presidenta, cosa por demás inusual en ese foro. Por supuesto, le llovieron ataques de los oficialistas pero muchos, como yo, le agradecemos a Ledesma que llevara el tema hasta esa tribuna.

Y es que hay que dejarlo asentado aquí; la posición del Gobierno de México con respecto al genocidio del pueblo palestino cometido por Israel, primero a cargo de López Obrador y actualmente a cargo de Sheinbaum, ha sido una total vergüenza, indigna de ser parte del “humanismo mexicano” que tanto presumen. La historia lo recordará, sin duda. Porque, como ya sabemos, la llamada “cuarta transformación”, es en muchas cosas sólo un membrete, una ocurrencia, una farsa, especialmente lo concerniente al humanismo: a las víctimas y a la injusticia. Defender la paz no significa quedarse callado frente a los atropellos de los poderosos sobre los débiles, sino justamente defender el derecho de los débiles a vivir en paz ¡Qué pobre estatura moral, la de la Presidenta! Flaco favor le hace a la Constitución y a los mexicanos que quedaremos manchados con esa indignidad.

María Rivera

María Rivera

María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

Lo dice el reportero