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Ernesto Hernández Norzagaray

13/04/2018 - 12:00 am

Amantes, alcobas y política

El sexo es cada vez más una variable importante en el acceso y la promoción política, una puerta de entrada al maravilloso mundo de las nóminas públicas y un vehículo de ocho cilindros que lleva a cualquier lugar con extraordinaria rapidez y hay quienes hacen hasta lo imposible para entrar a esos círculos de mercadeo político sexual. A su amparo se hacen escaleras que llevan a las alturas a personajes que utilizando sus genitales se les promueve y apropian de espacios administrativos y de representación política.

“El sexo es cada vez más una variable importante en el acceso y la promoción política, una puerta de entrada al maravilloso mundo de las nóminas públicas…” Foto: Diego Simón Sánchez, Cuartoscuro

Hace unos días conversando con Ismael Bojórquez, director del semanario Riodoce, despedíamos la tarde olasalteña con unas cervezas frías cuando surgió un tema a todas luces actual, aunque nada nuevo, pero si tabú, materia dúctil de la chismografía y la picaresca política:

Me refiero a un tipo de perversión política donde personajes qué teniendo un cargo de representación popular o un puesto de designación en la función pública, en su desfachatez y abuso del poder, no sólo promueven a sus esposas, hijos, amigos sino también, a sus amantes para que estos alcancen un lugar en la nómina pública.

Coincidí con Ismael en ejemplos notorios de un pasado reciente en este tipo de prácticas cada día más extendidas y se detuvo para preguntar cómo tratar el tema de las y los amantes en la esfera pública sin dañar la ética periodística.

Tiene razón este tipo de perversión política es un tema espinoso que linda con el escándalo público, entrar al mundo de las alcobas y las sábanas en encuentros abiertos o furtivos, no es nada cómodo para un periodista profesional y quizá sea más reconfortante para quien escribe literatura sexual o erótica.

Sin embargo, para muchos periodistas es una tentación constante, pues en esos encuentros íntimos no sólo hay gimnasia sexual, también antes, durante o después se llevan a cabo conversaciones que involucran acuerdos  y cargos en la  función pública y por tanto no debería ser un problema de ética, sino de responsabilidad periodística.

En esos encuentros se toman decisiones con efectos públicos y en aras de la rendición de cuentas debería o es motivo de escrutinio, como hoy sucede con otras características en el caso de Stormy Daniels, una de las amantes porno de Donald Trump, que supuestamente se le  pago por sus servicios con dinero de las donaciones a su  campaña presidencial.

El sexo es cada vez más una variable importante en el acceso y la promoción política, una puerta de entrada al maravilloso mundo de las nóminas públicas y un vehículo de ocho cilindros que lleva a cualquier lugar con extraordinaria rapidez y hay quienes hacen hasta lo imposible para entrar a esos círculos de mercadeo político sexual. A su amparo se hacen escaleras que llevan a las alturas a personajes que utilizando sus genitales se les promueve y apropian de espacios administrativos y de representación política.

O sea, no es necesario tener una definición ideológica o estudios en administración pública, menos una trayectoria de lucha social o política, vamos ni siquiera vocación para el manejo del “arte de lo posible”, sino solo tener clara aquella máxima de Maquiavelo de que “los medios justifican los fines”, claro, lejos de la significación moral que le daba el florentino.

Y así, a lo largo de décadas, hemos visto como personajes que nunca pensaron verse en política, de repente de la noche a la mañana, gracias a un buen “braguetazo” o un “acostón”, saltan a la escena pública y los vemos como regidores, diputados, senadores sino es que despachando en una oficina pública.

Son aquellos personajes que vulgarmente se les reconoce como “mayates” o “queridas” a los y las que les alcanza el señalamiento punzante de “la o lo puso el jefe en ese cargo” porque este asunto no sólo sabe de heterosexualidad. Hay de todo en la viña del señor.

Entonces, no es asunto menor desde el punto de vista de la ética pública, es corrupción política simple y llana, y esos casos escandalosos, explican nuestras debilidades institucionales que no tiene mecanismos que eviten este tipo de recomendaciones y promociones en la esfera de la administración del Estado.

Son los vacíos que provocan la ausencia de un servicio civil de carrera que mediante exámenes de oposición permita que estén los mejores en la gestión pública. No las o los amantes solo por méritos de alcoba llegan a la nómina que pagamos todos los contribuyentes. Si un político tiene un amante, muy su decisión y su riesgo, que se lo o la lleve a Los Cabos o Cancún, París o Venecia, pero que lo pague con su dinero no disfrazándolo con un empleo público.

Finalmente, ante la ausencia de investigaciones periodísticas o sociológicas serias hasta ahora ha sido tratado como un asunto del ámbito de lo privado. Lamentablemente esto queda en el rumor, el chisme o la descalificación subrepticia, vamos en la esfera de las emociones que provocan todo tipo de comentarios para terminar con una risita maliciosa del que lo sabe o intuye para el regocijo propio.

Es otra dimensión ahora en la percepción ciudadana, que mira estos asuntos como normal, motivo de chisme procaz, que va como el viento por los pasillos de la administración pública y la representación política, lo que significa que estos espacios se vuelven de afectos frecuentemente subterráneos de una doble o múltiples vidas.

En este sótano de la política repitámoslo se exhiben nuestras debilidades institucionales que provoca que el acceso a la política y la administración pública, se vuelve un cuello de botella donde solo suele pasar los y las que son palomeados por distintas razones, pero donde está a la vista este tipo de negocio en el ámbito de lo público.

Mientras Ismael y yo cavilábamos sobre estos asuntos del bajo mundo de lo público, la tarde fue muriendo con todo su esplendor de colores matizados y el siempre huidizo rayo verde se perdió en un manto de nubes caprichosas. Es la vida simple y llana, la desmesura de lo natural, y el refrescante sorbo de cerveza al caer la noche en Olas Altas de Mazatlán.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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