Tonya Harding-Nancy Kerrigan: 20 años del duelo que incendió el hielo del patinaje artístico

18/01/2014 - 1:00 am
Enemigas eternas. Foto: Especial
Enemigas eternas. Foto: Especial

Por Daniel García Marco, dpa

Ciudad de México, 18 enero (SinEmbargo).- ¿Cristiano Ronaldo tramando una conspiración para lesionar a Lionel Messi? ¿Rafael Nadal enviando un sicario para que golpee en la rodilla a Roger Federer?

Eso y mucho más pasó hace 20 años entre las estadounidenses Tonya Harding y Nancy Kerrigan, cuya rivalidad convirtió el patinaje artístico de los Juegos de Lillehammer 94 en un hito olímpico.

¿Por qué yo? Foto: Especial
¿Por qué yo? Foto: Especial

Nunca como en enero de 1994 el patinaje generó tanta atención. Estados Unidos -y el resto del mundo- se dividió entre las dos estrellas del hielo, aunque en realidad la abrumadora mayoría apoyaba a la dulce y elegante Kerrigan.

“La princesa suprema del hielo contra la chusma ignorante”, como definió el duelo una amiga de Harding en el documental The Price of Gold (El precio del oro), emitido el jueves por la cadena ESPN.

“¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?”, gritaba sin consuelo Kerrigan el 6 de enero de 1994 al poco de terminar su entrenamiento en Detroit, donde estaban en juego las dos plazas olímpicas del equipo estadounidense para Lillehammer. Al ir a socorrerla, la encontraron en el suelo agarrándose la rodilla. Un hombre que se había dado a la fuga le había golpeado la pierna con una barra metálica.

El marido y el guardaespaldas de Harding y otros dos hombres fueron condenados por el ataque, pero el relato tiene un antes y un después.

El antes es la coincidencia en el tiempo de dos patinadoras de máximo nivel y de tan diferente personalidad.

SOBRE EL HIELO SE OLVIDABA DE TODO

Harding se crió en una familia humilde, pasó penurias económicas y sufrió el maltrato físico y psicológico de su madre. Sobre el hielo todo se olvidaba con su talento y su capacidad atlética.

Harding destacó por sus saltos. Pero el patinaje artístico es un deporte en el que prima tanto el músculo como la elegancia y la femineidad. Harding, poco refinada a la hora de elegir sus peinados, sus vestidos y hasta la música en competición -rock en lugar de ópera-, perdía décimas.

Sobre todo si se la comparaba con Kerrigan, la princesa de Estados Unidos y un imán para los patrocinadores.

“ELLA ES LA PRINCESA Y YO UN MONTÓN DE MIERDA”

Kerrigan fue tercera en los Juegos de Albertville 92 y Harding, cuarta. Ambas iban a tener otra oportunidad. Eran las dos favoritas para obtener las plazas olímpicas de EEUU para Lillehammer 94, cuando se produjo el ataque.

En medio del estupor, Harding, obsesionada con el oro olímpico, fue la campeona nacional y logró su plaza para los Juegos. El equipo estadounidense decidió conceder la otra a Kerrigan, que comenzó una contrarreloj de seis semanas para recuperarse. Para su rival, en cambio, fueron seis semanas de furia.

El ataque. Foto: Especial
El ataque. Foto: Especial

Shane Stant, el guardaespaldas de Harding, y Jeff Gillooly, el marido, fueron a prisión. ¿Estaba la patinadora detrás del ataque? Ella negó cualquier implicación, pero fue señalada por los acusados.

Harding confesó que supo del ataque después de haberse producido, no antes. “Era como ‘Dinastía’ pero en la vida real. Todo un país dividido”, recordó a ESPN un reportero de la época.

La telenovela, alimentada por la cadena NBC, que batió récords de audiencia durante los Juegos, se trasladó a la coqueta ciudad noruega de Lillehammer. Ambas tuvieron que compartir entrenamiento ante las miradas del mundo. El hielo nunca estuvo tan frío.

“Ella es la princesa y yo un montón de mierda”, afirmó Harding en el documental de ESPN, en el que Kerrigan declinó participar.

La People de la época. Foto: Especial
La People de la época. Foto: Especial

Llegó la competición, vista en Estados Unidos por 48,5 millones de espectadores, el tercer evento deportivo más visto de la historia del país, según ESPN.

Harding estuvo lejos de las medallas y Kerrigan, en cambio, brilló, aunque se tuvo que conformar con la plata, lo que muchos vieron como un castigo de los jueces puristas al espectáculo “made in USA” de las semanas previas. Harding aún hoy vive con regocijo la “derrota” de su rival.

A la vuelta a Estados Unidos, Harding se declaró culpable de obstrucción a la justicia por no haber denunciado a los culpables en cuanto conoció el ataque. La federación de patinaje la sancionó de por vida. Mientras Kerrigan y el resto de deportistas sobre cuchillas aprovecharon el “boom” del deporte para ganar mucho dinero, Harding pasó por problemas económicos e incluso se dedicó al boxeo.

¿Cuál fue la implicación real de Harding? Uno de los cuatro acusados asegura ahora que ella nunca conoció los planes de la agresión. Una de sus amigas íntimas está convencida de que sí. “No, por supuesto que no”, afirma la ex patinadora, actualmente esposa y madre feliz, deseosa de dejar atrás un suceso que por unas semanas convirtió el patinaje artístico femenino en el deporte más vibrante.

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