Carta de Pedro Joaquín Coldwell a Lydia Cacho

18/05/2012 - 6:27 pm

México, D. F., a 18 de mayo de 2012 

Sra. Lydia Cacho

P r e s e n t e.

Lydia:

Acabo de leer con sorpresa su artículo Yosoy la 132 publicado ayer en la página sinembargo. com,en el que me hace serias imputaciones y desliza suspicacias que nada tienen que ver con mi historia de vida.

Estoy sorprendido por tratarse de usted, una persona que ha sido víctima de graves violaciones a sus derechos humanos y ha sufrido vejaciones que nadie debe tolerar y disculpar. He seguido con atención y simpatía las luchas que ha emprendido por construir una sociedad más justa y habitable para nosotros y nuestros hijos. La asocio invariablemente, a las mejores causas de nuestro país, y con estos antecedentes, repentinamente me veo objeto de severas censuras ajenas a mi conducta pasada o presente.

A lo largo de mi trayectoria por la política y el servicio público, he cometido seguramente errores y omisiones, pero le aseguro que siempre he querido ajustar mi conducta a la ley y a una ética republicana. Su acusación vinculándome falsamente con uno de los peores narcotraficantes, es una ofensa a mi honra y a la de mi familia, que honestamente jamás hubiera esperado de usted.

Me apena muchísimo Lydia, y se lo digo con sinceridad, que pueda usted tener esa idea de mí. Mi vida y la de mi familia están a la vista del público en Quintana Roo y de la de los sectores enterados de la República y nunca, nunca, se nos ha imputado algo parecido.

No me imagino qué elementos de juicio pudieron llevarla a hacer esas afirmaciones, que califico de temerarias y sin algún sustento. Hago un esfuerzo por entenderlo y me resulta infructuoso.

Si usted requiere alguna información o que le aclare cualquier acontecimiento de mi vida pública o privada, me pongo a sus órdenes, nada ilícito tengo que ocultar.

Ojalá que, con serenidad, pueda usted revalorar sus juicios y si obra en su poder alguna prueba de sus dichos, la convoco a que la haga pública y proceda conforme a derecho.

Increpado luego de haber escrito Juárez, su Obra y su Tiempo, por algunos que dudaban de su veracidad, el  Maestro de América Justo Sierra asentó en el prólogo de esa obra magnífica, refiriéndose a sus detractores: “Puedo ofrecer mi frente limpia a los besos de mis hijos”.

A esas alturas de mi vida, yo creo poder seguir su ejemplo y también, ofrecer la mía a los labios de mis descendientes.

Atentamente.

Pedro Joaquin Coldwell

Ccp. Jorge Zepeda Patterson, director de Sin Embargo

 

 

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