#20AñosDespués | “…con la crisis perdieron la esperanza por completo”

20/12/2014 - 12:00 am

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Si me dicen “diciembre del 94”, lo primero que viene a mi cabeza son recuerdos de austeridad. Tenía nueve años. Recuerdo que mis papás hablaban de cómo podían reducir gastos; discutían por dinero y por saber cómo pagarían un crédito de vivienda que acababan de obtener.

De repente, empezó una época de mucha austeridad. La crisis del 94 fue un impedimento de desarrollo para las familias más pobres; las frenó por completo. Mis padres eran servidores públicos. Somos tres hijos: están mis dos hermanas y yo, el de en medio. Vivíamos bien; jamás fuimos ricos pero nunca nos faltó nada. Antes del 94, si tenías un trabajo y un salario estable, podías aspirar a obtener créditos como el que nosotros teníamos.

Sin embargo, un día los gastos ya no se pudieron pagar y mi papá tuvo que renunciar a su trabajo para conseguir uno mejor, pero en ese periodo de búsqueda las cosas se pusieron más difíciles. Nos tuvimos que cambiar de casa. Nos fuimos a Ciudad de los Álamos; ahí mismo, en Sonora, una zona de mucha pobreza. Las casas eran de paredes de madera y techos de cartón. Noté que había niños más pobres que nosotros.

Recuerdo, tiempo después, en una temporada de mucho granizo, que los techos de cartón se rompieron. Cuando salí de mi casa, había familias que ya no tenían la suya. Yo me daba cuenta que las cosas ya eran diferentes porque en la primaria también se vivió la crisis. Había niños que dejaban de ir, porque aunque la escuela era gratuita, implicaba gastos. Después me tocó ver a niños que estudiaban conmigo el tercer año que ya trabajaban, tenían que aportar dinero a la casa.

También se abrieron dos turnos, el matutino y el vespertino. Fue muy curioso porque en la tarde quedamos los niños que teníamos más problemas económicos: ¡se notaba si eras de la mañana o de la tarde! Quizá era la vestimenta. Muchos niños iban descalzos; era el turno de los excluidos y de los más pobres. Cuando eres niño no ves muchas cosas o quizá sí, pero no lo que hay detrás.

Cuando tocaba comprar útiles sabíamos que primero teníamos que reciclar los del año anterior, lo más que se pudiera: la mochila, los zapatos, el uniforme. Mi mamá siempre nos presionaba: “Cuida los zapatos, la ropa”, decía. Era una exigencia. Incluso hubo un tiempo que vendí paletas de hielo para apoyar en esos gastos o cuando tenía ganas de un dulce.

La recuperación fue muy lenta. Los pagos de mi casa se hicieron muchísimo más largos. No podía pagarse de más. Los ingresos de la familia no daban esa oportunidad.

Con los años, todos los integrantes de mi familia fuimos mejorando. Algunos continuamos estudiando, salimos de Sonora. Se hacía notoria la mejora, ese fue el factor que sacó adelante a mi familia.

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He leído de los grandes empresarios que no pudieron pagar sus créditos, de las empresas que se fueron a la quiebra. Pero yo creo que el impacto más fuerte fue en la gente que ya era pobre, porque con la crisis perdieron la esperanza por completo. Si ya estábamos amolados, ahora más, habíamos perdido la esperanza.

Hoy, la pérdida de la esperanza ya no es sólo por cuestiones económicas, también es en lo social.

Aún en estos días, como hace 20 años, hay conflictos políticos. En Sonora se hablaba mucho del asesinato de Colosio o de “una nueva guerra” en Chiapas. La diferencia es que hoy la sociedad está en las calles protestando, en busca de un cambio.

Daniela Barragán
Es periodista por la UNAM, con especialidad en política por la Carlos Septién. Los últimos años los ha dedicado al periodismo de datos, con énfasis en temas de pobreza, desigualdad, transparencia y género.
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