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Óscar de la Borbolla

31/07/2017 - 12:00 am

Lo humano no es de fiar

Yo trato de entender a algunas personas que me quedan cerca. La más inmediata: a mí mismo; pero no las entiendo; no decodifico el porqué de sus conductas acto a acto: quieren una cosa y hacen otra y, en ocasiones, hacen todo lo que pueden por lo que quieren y, cuando por fin lo tienen a un paso, desisten o quieren otra cosa.

Los seres humanos son incalculables. Foto: Especial.

No termino de entender el alma humana. No hay tras ella un simple silogismo y, tampoco, una estructura lógico-racional por muy intrincada que sea. De existir, ya se habría encontrado esa complejidad; alguien habría mostrado su algoritmo: la versión resumida de la vida del hombre. Y por supuesto que hay versiones simplistas: “crecer, multiplicarse y morir”, o amargas, como la de Ionesco: “Mueren y no son felices”, o irónicas como las de Nietzsche: “Un sí, un no, una línea recta y una meta”; pero en ninguna de ellas se encuentra el modo de descubrir la lógica del desenvolvimiento individual. Tenía razón Sartre al sostener que “el individuo no se puede deducir; que para conocerlo es necesario encontrarlo”.

Yo trato de entender a algunas personas que me quedan cerca. La más inmediata: a mí mismo; pero no las entiendo; no decodifico el porqué de sus conductas acto a acto: quieren una cosa y hacen otra y, en ocasiones, hacen todo lo que pueden por lo que quieren y, cuando por fin lo tienen a un paso, desisten o quieren otra cosa.

Y lo más frecuente es que no se ponen de acuerdo ni consigo mismas: nadie funciona con la salud de un sistema geométrico; nadie posee la tranquilizadora coherencia de un edificio formal en el que los axiomas y los postulados y los teoremas resultan absolutamente consistentes. Los seres humanos hacen cortocircuito por todas partes; poseen -poseemos- un gramo, una tonelada de locura que los desgobierna haciéndolos impredecibles, pues a veces actúan como cabría esperar y, otras, literalmente, de manera inimaginable.

Sería tan sensato que el ser humano actuara de acuerdo con su conveniencia (cualquier cosa que pueda significar “conveniencia”), o que lo hiciera según sus intereses; pero no. Ahí va hartas veces contra sí mismo y luego, de pronto, deja de ser el enemigo de sí mismo y obra desconcertantemente con arreglo a su exclusivo provecho.

Y no me vengan con que la gente de principios es confiable, porque como socarronamente decía Groucho Marx: “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”; y tampoco me salgan al camino con que en tal o cual corriente del psicoanálisis está el mapa que explica la simple relación causa-efecto de un acto individual…

Los seres humanos son incalculables. Mark Twain lo comprendió muy bien cuando dijo respecto de su Tom Sawyer: “No sé si va a terminar de presidente de Estados Unidos o en el cadalso, pues todo depende de las circunstancias”, y creo que se quedó corto, pues tampoco las circunstancias sirven en la vida real para prever el golpe de timón en el último momento.

Mientras más excavo en la insondable condición humana más me desconcierto, más me temo.

Twitter:

@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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