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Jorge Alberto Gudiño Hernández

01/04/2017 - 12:00 am

Consintiendo el abuso

Hace unos tres años, cuando mi hijo mayor entró a maternal, nos enteramos que un par de niños de cuatro años habían agarrado a una niña para que un tercero le diera un beso en la mejilla. Todos tenían la misma edad. Es claro que la intención estaba relacionada con el juego. Pese a ello, […]

Si no actuamos es muy probable que, en el futuro, “Los Porkys” y quienes gritan a las mujeres en la calle se multipliquen. Foto: Cuartoscuro

Hace unos tres años, cuando mi hijo mayor entró a maternal, nos enteramos que un par de niños de cuatro años habían agarrado a una niña para que un tercero le diera un beso en la mejilla. Todos tenían la misma edad. Es claro que la intención estaba relacionada con el juego. Pese a ello, la maestra habló con los papás, el director hizo lo propio y los padres de los niños los regañaron. Más allá de eso, en la escuela se aprovechó lo sucedido para platicar con todos los alumnos de lo importante que es respetar el cuerpo y la voluntad del otro. Hasta ahora no he vuelto a enterarme de algo parecido.

Hace un par de semanas, Plaqueta, una conocida conductora de radio, denunció a un taxista que le gritó “¡Guapa!” en la calle. Ella corrió con suerte. Suerte porque estaba pasando una patrulla y le hicieron caso (aún se puede leer su narración). Suerte porque consignaron al agresor y lo remitieron al Torito toda vez que no quiso pagar la multa. Mala suerte, después, porque muchos en las redes sociales arremetieron contra ella. Los argumentos se centraban en cómo se había atrevido a hacerle eso a alguien si sólo la había calificado como muchos de sus amigos también lo habían hecho (no ahondaré aquí sobre las funciones del lenguaje y cómo una misma palabra puede ser una agresión o un cumplido dependiendo del emisor y del contexto). Lo peor fue, sin embargo, que algunas personas, escudadas por el anonimato de las redes sociales, hasta amenazaron con agredirla, proporcionando datos concretos de su ubicación. Así, Plaqueta sufrió primero una agresión menor y luego varias continuadas mucho más graves.

Esta misma semana, el juez Anuar González Hemadi dictó una sentencia indignante a favor de Diego Cruz Alonso, uno de los famosos Porkys. No soy abogado ni un experto en leyes: disto mucho de serlo. Pese a ello, es evidente que su argumento raya en lo ridículo: para el juez, tocarle lo senos e introducir los dedos en la vagina de una mujer que no deseaba que eso sucediera no basta para acreditar el delito porque, según él, “no tenía la intención de llegar a la cópula vaginal”. Vaya uno a saber cómo sabe de la intencionalidad del agresor.

Los anteriores son tres casos muy dispares relacionados con una misma actitud: la de asumir como naturales las agresiones sexuales hacia las mujeres. En otro contexto, hasta me parecería curioso que el castigo más expedito de los tres casos lo haya tenido quien, posiblemente, no tenía una verdadera intención agresiva: el niño de cuatro años. Sin embargo, la indignación pesa. Y va más allá de la especulación en torno a las motivaciones del juez. Como yo no soy él, ignoro si hubo sobornos, amenazas o simple incompetencia en su fallo. Lo cierto es que, si no actuamos como los padres y la maestra del niño, es muy probable que, en el futuro, “Los Porkys” y quienes gritan a las mujeres en la calle se multipliquen.

Detener este tipo de agresiones no es tan complicado como parece. Basta con enseñar a nuestros hijos el respeto a la integridad del otro, al cuerpo del otro, al otro y a uno mismo. Y, también, será necesario dar seguimiento puntual a los actos del juez (al parecer no es la primera sentencia polémica que emite).

Por otra parte, también se requiere orientar nuestra indignación en las redes sociales. Es cierto, en esta ocasión sirvieron para que suspendieran al juez pero también significaron una amenaza latente para Plaqueta. Y eso también es preocupante porque, desde cierta perspectiva (matizada, es cierto), quienes la atacaron estaban consintiendo el abuso de la misma forma en que lo hizo el juez.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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