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Gisela Pérez de Acha

01/06/2014 - 12:00 am

Yo sí abortaría

El mes pasado dejó de bajarme veinte días. Recuerdo el estrés como si fuera ayer. Estoy terminando mi carrera de derecho, tengo un muy buen trabajo, sueño con planes profesionales futuros y además, no soporto a los bebés. La decisión era clara. Lo primero que pensé fue: “abortaría en este instante”. ¿Por dónde empezar a […]

El mes pasado dejó de bajarme veinte días. Recuerdo el estrés como si fuera ayer. Estoy terminando mi carrera de derecho, tengo un muy buen trabajo, sueño con planes profesionales futuros y además, no soporto a los bebés. La decisión era clara. Lo primero que pensé fue: “abortaría en este instante”.

¿Por dónde empezar a buscar? ¿Cómo saber exactamente qué es lo que pasaría con mi cuerpo? ¿Cometería realmente un homicidio? ¿Será cierto que me quedaría traumada de por vida? Google esta vez no fue de gran ayuda. Todas las imágenes que vi eran un escándalo amarillista de sangre y de fetos que ya parecen niños. Empecé a preguntar, y todas mis amigas estaban igual que yo: nadie sabía nada, y lo único que hacíamos era repetir los dogmas histéricos que circulan en el aire.

Recordé entonces el calvario que ha sido buscar información sobre mi sexualidad, mi cuerpo, la reproducción y la menstruación a lo largo de mi vida; será que fue así porque siempre estuve en escuela de legionarios. Mi única educación sexual fue el mandato de la abstinencia hasta el matrimonio; el que tenía que tapar mi cuerpo para “no provocar” a los hombres (y a los sacerdotes); el que usar condón era genocidio porque todos los espermatozoides son potenciales personitas; la pastilla del día después era asesinato y usar tampón te quitaba la virginidad.

Con el tiempo me he hecho atea, basándome en contraargumentos e información para contrarrestar los dogmas ignorantes de la Iglesia. Este texto habla de eso. Hoy busco exponer el tema del aborto desde la perspectiva de la bioética, la filosofía y la neurociencia, basada principalmente en los argumentos del Dr. Ricardo Tapia, miembro del Colegio de Bioética y científico investigador del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM. No es que las tesis feministas y de autonomía del propio cuerpo no valgan la pena, las retomaré en otra ocasión. Simplemente escojo el campo científico porque me sorprende que los católicos más fundamentalistas no escuchan los argumentos feministas: el “alma” y su Dios está por encima de todo.

A estos religiosos que me leen, les pido con mucho respeto que para cualquier debate y comentario que hagan, dejen su Biblia y sus deidades de lado, y se basen en argumentos razonables. Es decir, que provengan de la razón y no de concepciones metafísicas y creencias personales.

¿Cuándo no hay “persona”?

No hay vida humana desde el momento de la concepción. No hay que confundirnos: nadie debate si hay o no vida, eso es evidente. Tan es así que cada célula existente está viva, de otra manera no se podrían trasplantar órganos de una persona muerta. El debate entonces es ¿en qué condiciones podemos hablar de vida humana?

Lo que busco contrarrestar, es la visión religiosa de que hay vida desde el momento de la concepción o fecundación, como lo dijo el propio Vaticano en su documento Dignitas personae. Su alcune questioni di bioetica:

El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida.

En otras palabras: existe la persona humana desde el momento de la concepción, es decir, desde el momento en que el esperma y el óvulo son fecundados.

Esto no tiene sentido, sino es porque los católicos creen que desde este preciso momento, el huevo fecundado –llamado cigoto– ya tiene alma. Pero dado que en un debate democrático no se puede argumentar en base a “Dios” y “alma”, la Iglesia y sus seguidores han hecho un esfuerzo por cientificar sus argumentos diciendo que desde el momento de la concepción se conforma una célula con un el genoma humano completo —una carga genética única– que tiene la potencialidad suficiente para desarrollarse en un ser humano, si nadie interfiere con ella.

Los avances de la ciencia demuestran cuán equivocadas están estas afirmaciones. Para empezar, si un cigoto o huevo fecundado es persona por tener información genética completa, entonces todos los espermatozoides y óvulos son medias personas porque tienen la mitad del genoma humano. Cada uno tiene 23 cromosomas, que cuando se unen conforman la carga completa: el “alma” de 46 cromosomas.

Foto: prolifemusic.com
Foto: prolifemusic.com

Tal vez por eso me decían que usar condón era genocidio, pues bajo esta noción, miles de medias-personitas mueren en cada eyaculación. Y tal vez por eso que los hombres se masturben también es pecado, y cuando la mujer menstrua y pierde óvulos también “mata” a medias-personitas.

La pregunta de fondo es: ¿por qué el genoma humano es “digno”? No tiene sentido afirmarlo, pues simplemente esa información genética es producto de la evolución. Ah. Pero tampoco creen en Darwin y siguen sosteniendo la tesis creacionista postulada en el medievo. Adán y Eva entonces, salen del “lodo”. Eso lo explica.

No podemos dejar de lado otro gran avance de la ciencia en la última década. Hoy sabemos que todas las células del organismo humano adulto poseen el genoma humano completo, aunque no se exprese, y todas ellas tienen la potencialidad de dar origen a un ser humano en toda su totalidad. Esto se sabe desde 1997 por la clonación reproductiva de la oveja Dolly. En el procedimiento de la clonación, se toma el genoma de cualquier célula adulta (es decir las que se han diferenciado en algún tejido del cuerpo como la piel, las glándulas, el hígado, el corazón o el riñón) y se implanta en un óvulo al que se le ha “quitado” toda su “media-información” genética previa. El resultado es el desarrollo de un individuo completo, idéntico al del organismo original. Por lo tanto, si se trata de potencialidades y cargas genéticas completas, cada una de nuestras células debería ser considerada una persona, porque todas tienen la potencialidad de desarrollarse en un ser humano completo por vía de la clonación. De la misma manera, cada vez que se realice un trasplante de órganos, se estarían introduciendo miles de personitas potenciales en otra persona.

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Por si fuera poco, el argumento de la potencialidad del cigoto o huevo fecundado, no es sostenible en sí mismo. En primer lugar, porque de la potencialidad no se deriva el ser ya que durante el desarrollo se pueden generar tumores que pueden causar la muerte, molas hidatidiformes (literal, masas de sangre) y fetos anencefálicos (ósea sin cerebro).

En segundo lugar, porque para que se considere que hay un embarazo dicho huevo fecundado tiene que implantarse en la pared interior del útero o endometrio, lo cual muchas veces no pasa. De hecho, entre el 50% y 60% de estos óvulos fecundados no logran implantarse en la pared y se “mueren.” Si en efecto sostenemos, como el Vaticano, que estos óvulos ya son personas, entonces hay que prohibir el sexo “normal” como método de reproducción, porque se mueren tantas personitas que no logran implantarse, que cualquier coito no protegido sería un problema de salud pública y de nuevo, genocidio.

¿Y cuándo empieza entonces, la vida humana?

Queda por contestar la interrogante del momento en que se puede considerar que hay vida humana, y en base a qué criterios científicos y no creencias personales. Es importante delimitarlo porque de ahí se desprende el concepto de dignidad, que es la base de los derechos humanos. Si no lo delimitamos, entonces empiezan los absolutismos de querer dotar de “dignidad” a seres metafísicos o imaginarios como Jesucristo o Mahoma, y de ahí que las blasfemias sean consideradas como delito para varias religiones.

Pero no quiero marearlos, dejaré este tema para la siguiente semana, siguiendo con criterios bioéticos y de neurociencia: ¿cuándo empieza la dignidad humana? ¿cuándo el feto es persona? ¿cuáles son los atributos de la vida humana?

Por último, quiero referirme a aquellos católicos y/o moralistas que dicen que la ciencia es igual de relativa y “metafísica” que los criterios científicos que intento reproducir. Se equivocan, porque a diferencia de la religión, la ciencia funciona bajo un principio que en esencia es democrático: la falseabilidad. Algo es cierto, hasta que se pruebe lo contrario. Nada es absoluto. No es una Verdad con mayúsculas, son verdades hipotéticas y comprobables.

En cambio, la religión esencialmente antidemocrática. Los religiosos tienden a predicar y evangelizar a partir de conceptos absolutos que dicta su Dios y sus Autoridades. No importa si para mí o cualquier ateo, estas autoridades son metafísica e imaginarias. Si Dios dice algo, entonces es indiscutible. Su razonamiento es entonces el siguiente: ¡¡¡metamos a la cárcel a las mujeres que quieren abortar a los fetos-huevos-fecundados-no-personas porque nosotros creemos que tienen alma y los que digan lo contrario, pecan!!!

Esta es la definición perfecta de fanatismo: la actitud de quien persigue la afirmación de los propios principios morales dejando que estos prevalezcan sobre los intereses reales de las personas de carne y hueso. En este caso, mujeres de carne y hueso que van a la cárcel porque no quieren ser madres, que son criminalizadas, y culpabilizadas, orilladas a abortar en la clandestinidad y que muchas veces mueren por lo mismo.

¿En serio nos vamos a poner fanáticos por un huevo fecundado?

Yo sí abortaría, porque es el equivalente a quitarme un lunar,

si el lunar estuviera fecundado.

P.D. No olviden la discusión de la siguiente semana: ¿cuándo podemos hablar objetivamente de dignidad y vida humana en un feto?

P.D.2 Si les interesa consultar más documentos científicos, chequen los links que puse en cada tema.

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