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Ramiro Padilla Atondo

12/10/2015 - 12:03 am

Como tomar partido y no morir en el intento

Hagamos un ejercicio interesante de reflexión. Las decisiones que tomamos en la vida provienen de cosas tan disímiles como el lugar en el que nacemos, las personas con las que crecemos, las otras personas de las que nos rodeamos cuando estamos en edad de escoger amistades etcétera, etcétera. También vienen del tipo de educación que […]

Es por eso que tomar partido nunca ha sido más fácil. Estás a favor o en contra del PRI, "El Peje" es el redentor o el peligro para México, y así hasta el infinito. Foto: Cuartoscuro
Es por eso que tomar partido nunca ha sido más fácil. Estás a favor o en contra del PRI, “El Peje” es el redentor o el peligro para México, y así hasta el infinito. Foto: Cuartoscuro

Hagamos un ejercicio interesante de reflexión. Las decisiones que tomamos en la vida provienen de cosas tan disímiles como el lugar en el que nacemos, las personas con las que crecemos, las otras personas de las que nos rodeamos cuando estamos en edad de escoger amistades etcétera, etcétera.

También vienen del tipo de educación que recibimos, el  involucramiento que tienen nuestros padres en nuestro crecimiento, el grado de desarrollo del país,  los vaivenes políticos y la posición socioeconómica.

La suma de todas estas situaciones forman en gran medida nuestra opinión. Ejemplifiquemos. Hay una causal ideológica que es directamente proporcional a nuestros ingresos. Un personaje de izquierda que llega a una posición política bien remunerada, tenderá a alejarse de los postulados por los que siempre luchó porque la vida pequeño burguesa es seductora (del diccionario de términos izquierdosos redundantes).

En el otro extremo, un joven de clase media alta no entenderá la ideología de izquierda porque ha vivido lo opuesto. De manera clara se entiende que la derecha ha sido más exitosa porque sus actores se han unido en torno a intereses, mientras los de izquierda en torno a los ideales, los cuales siempre serán más frágiles a costa de darse golpes de realidad.

Es por eso que tomar partido nunca ha sido más fácil. Estás a favor o en contra del PRI, “El Peje” es el redentor o el peligro para México, y así hasta el infinito.

Lo he llamado en infinitas ocasiones una suerte de código binario de pensamiento. Inclusive en uno de los países más desarrollados del mundo, este binarismo se extiende a todos los aspectos de la vida. Eres republicano o demócrata, liberal o conservador, pro aborto o anti aborto, pro migrante o anti inmigrante, lo que hace del control de la población una tarea sumo sencilla.

Claro que no somos ajenos a ello. Como seres sociales tendemos a agruparnos no solo con personas de gustos similares, sino con ideas similares.

Desde los centros de poder se desarrollan estrategias para crear esta percepción. Se tienen recursos casi ilimitados para trabajar el tipo de opiniones aceptables. Por eso las campañas electorales se convierten en ejercicios de polarización donde los políticos (que en el fondo son todos amigotes) se dan hasta con la cubeta para abrazarse pasada la elección.

El primer enemigo de un estado cleptómano es una población con una opinión sólida. Y eso es lo que más se combatirá. La educación siempre será mediocre, o se abaratarán los títulos universitarios para engrosar las estadísticas.

La desigualdad tenderá entonces a incrementarse porque nuestras opiniones carecerán de profundidad en la mayoría de las ocasiones. Y el aparatus invertirá cantidades ingentes de recursos para descalificar una opinión bien informada. Ejemplos hay muchísimos, casi uno diario: A usted lo hemos agarrado con las manos en la masa/ Está demostrado que desvió recursos/cayó en conflicto de interés/robó del erario de manera descarada etc etc, a lo que se responderá con declaraciones grandilocuentes explicando esa extraña flexibilidad en las leyes que le permite eso y más.

Tomar partido puede ser una decisión inteligente cuando hay una crisis institucional de grandes dimensiones. Es solo que tomar partido representa un ejercicio de reflexión harto difícil en los tiempos que vivimos. Ya hay un amplio sector de la población que empieza a despertar. Pero hace falta mucho trabajo.

Tomar partido debe significar comprometerse, hacer valer tus derechos y sobre todo involucrarte en los asuntos políticos, vendidos por la élite como asuntos lejanos que solo los escogidos pueden solucionar.

Pero nos hemos dado cuenta que dejar el país en manos de esta clase política solo ha llevado al desastre. El abismo que existe entre lo que prometen y cumplen no nos deja otra opción que tomar partido, limpiar la casa y empezar de nuevo.

Es hora de tomar partido por nosotros, que al final de cuentas somos los que sufrimos las infames decisiones de aquellos que solo quieren enriquecerse.

Y el cambio ya viene en camino.

Ramiro Padilla Atondo
Ramiro Padilla Atondo. Ensenadense. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen. Colabora para para los suplementos culturales Palabra del Vigía, Identidad del Mexicano y las revistas Espiral y Volante, también para los portales Grado cero de Guerrero, Camaleón político, Sdp noticias, El cuervo de orange y el portal 4vientos.

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