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Noah Baumbach hace su personal declaración de divorcio en la cinta Historia de un Matrimonio

12/12/2019 - 12:00 am

Noah Baumbach estrena su nueva película, Historia de un matrimonio, donde explora el proceso de separación que viven las parejas estadounidenses desde una experiencia propia; Scarlett Johansson y Adam Driver acercan al famoso director a los Óscar.

Por Francesc Miró

Madrid, 12 de diciembre (ElDiario.es).- Charlie es un famoso director de teatro en Nueva York. Tiene su propia compañía, es aprobado por la crítica y la actriz principal de sus obras es, para colmo, su esposa Nicole. Ella, sin embargo, ya no se siente cómoda con su vida: quiere dejar la gran ciudad, abandonar los escenarios e iniciar un nuevo proyecto de vida en Los Ángeles. La diferencia de voluntades entre ambos parecen irreconciliables, así que se verán obligados a afrontar un divorcio.

La premisa de Historia de un matrimonio, la última película de Noah Baumbach, no parece tener nada de original, sin embargo, no deja de ser interesante. El director vivió un largo proceso de separación con la actriz Jennifer Jason Leigh, de la que se divorció oficialmente en 2013. Y no son pocos los que han visto coincidencias evidentes entre los protagonistas de la cinta y los que figuran en su biografía.

Scarlett Johansson protagoniza Historia de un matrimonio. Foto: Netflix

De hecho, el propio Baumbach contó para el Wall Street Journal que había necesitado la aprobación de Leigh por lo sensible del materia. A ella, al parecer, le gustó la cinta, aunque poco después intentó alejarse de ésta: “No podría escribir una película autobiográfica aunque lo intentara”, afirmó en entrevista con The New York Times. “Esta película no es autobiográfica; es personal, y creo que hay una clara diferencia entre un concepto y otro”, remató.

Baumbach, consentido de la crítica neoyorquina, acaba de arrasar en los Gotham -galardones de cine independiente estadounidense-, y camina como uno de los contendientes favoritos hacia los Óscar. Cómo una película producida por Netflix y protagonizada por dos estrellas como Scarlett Johansson y Adam Driver triunfa en la “industria independiente” es harina de otro costal, el caso es que estamos ante uno de los mejores títulos del año, ejercicio de autoficción más o menos consciente, que deviene de un proceso reflexivo del autor; ¿resultado?, su mejor cinta.

HISTORIA DOS CIUDADES (Y UN MATRIMONIO)

Historia de un matrimonio abre con una declaración de intenciones que desarma en cuestión de minutos; imágenes aparentemente difusas, como si fuesen recuerdos o ensoñaciones, que muestran la vida cotidiana de una pareja con un hijo. La voz de Adam Driver (Charlie), nos pone en contexto y nos cuenta qué es lo que le gusta del personaje de Scarlett Johansson (Nicole), acto seguido la voz de ella hace lo mismo a la inversa durante varios minutos.

De repente el tono cambia bruscamente, Charlie y Nicole están sentados en una sala, delante tienen a un asesor matrimonial, y el acabado de la imagen se altera: la cámara ya no flota suspendida, está quieta sobre el suelo frío de un despacho.

Una presentación de personajes directa al grano que, sin embargo, a partir de ese momento se dedicará a desdecirse, a construir un discurso exactamente contrario a lo que nos ha mostrado. Porque Historia de un matrimonio es, irónicamente, la historia de lo que viene después, lo que sigue a la felicidad: la separación, la ausencia y la reconstrucción a partir de ella.

La primera escena de Historia de un matrimonio es un todo narrativo que bien podría haber funcionado como un cortometraje independiente, como la escena inicial de Up, con una fuerza final menos emotiva, más seco e imprevisible, por citar un ejemplo.

Noah Baumbach mantiene la división narrativa de su prólogo para construir una historia en la que intercede no solo una distancia emotiva, sino también otra física: la que separa Nueva York de Los Ángeles. Los dos extremos de Norteamérica, Calor y frío, Pasión y razón. Dos formas de comprender la vida.

En el juego de contrastes, las voluntades y los sentimientos del matrimonio protagonista podrían confundirse con un choque de trenes: aproximación al drama de la separación heredera de Kramer vs Kramer, película dirigida por Robert Benton en 1979.

Sin embargo, Baumbach apuesta por trabajar el material dramático sobre una aparente imparcialidad, dedicando gran parte del relato a las razones de cada uno de los cónyuges, y termina evidenciando sus carencias narrativas, intentando disimular el principal problema de la cinta: Historia de un matrimonio no es ecuánime, pues decide por uno de los contendientes en esta división, traicionando el posible valor de la propuesta, pero no su fuerza emotiva.

UN RELATO PARTIDISTA

En esta cinta vemos a Adam Driver difrazado en más de una ocasión. La primera vez imita la caracterización de Claude Rains en El hombre invisible de 1934 y en otra ocasión, una simple sábana sirve para convertirlo en un fantasma; ninguno de los disfraces es inofensivo debido a que ambos expresan lo que el personaje de Adam Driver siente con respecto a su entorno y su familia.

Como le ocurría en Historias de familia (2006), en la que abordaba el divorcio de sus padres, Baumbach dedica un esfuerzo inconsciente por simular el equilibrio empático de una balanza que siempre tuvo más peso sobre un platillo que sobre otro.

Scarlett Johansson y Adam Driver en Historia de un matrimonio. Foto: Netflix

En esta ocasión, el director termina convirtiendo el trance en la odisea de un padre soltero sometido a un sistema legal injusto, un aparato burocrático y judicial que despoja cualquier relación afectiva de humanidad, y que convierte las rupturas en una lucha por la propiedad de unos bienes que, curiosamente, nunca tuvieron ninguna importancia.

Y despojado ya de la careta de la equidistancia, Baumbach patina con un final paternalista que subraya cierto servilismo en el personaje de Johansson, al tiempo que no condena la patente inmadurez de Driver.

En última instancia, Historia de un matrimonio es una experiencia emotiva por saberse poco realista. Disfraces, escenas musicales maravillosamente interpretadas, réplicas inteligentes, hilarantes escenas cómicas con desmayos y sangre en la cocina; todo forma parte de un festín interpretativo. Driver y Johansson redimen, en última instancia, un ejercicio de autoficción más apasionado de lo aparente.

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