Someterse estrictamente al sentido de la palabra “perversión” implica entender que se trata de algo que altera el orden lógico de las cosas. Así, la realidad está llena de circunstancias perversas y es ese impulso subversivo lo que suele mover el mundo de la literatura: un escritor es en esencia un gran perverso.
Ciudad de México, 13 de agosto (SinEmbargo).- Una mujer que come tierra y luego le cuenta su experiencia a su psicoanalista, un matrimonio feliz y bien avenido que en la intimidad se despedaza, un dúo de amigos que busca gente débil emocionalmente en las redes informáticas para llevarlas a situaciones límite: la perversión en la narrativa siempre plantea un desencuentro que a menudo impide los finales felices y lleva a sus protagonistas a la desesperación y a la soledad más honda.
Así lo ha percibido la cuentista y editora mexicana Paola Tinoco, al convocar hace unos años a 10 escritores en lengua española para formar la antología de cuentos perversos titulada Es más de lo que te imaginas y dada a conocer por la editorial fundada por el escritor Rafael Pérez Gay y su esposa Delia Juárez, Cal y Arena.
Tinoco es una apasionada del cuento y trabajo fue motivado por “el interés de darle su verdadero significado a la palabra perversión, que suele usarse mal”, dice.
“Son muchos los que ligan el concepto de perversión exclusivamente con el sexo, pero en realidad es algo que va mucho más allá”, asegura Paola, quien eligió en forma rigurosa y por sus materiales antes escritos a los autores de la antología, entre ellos los mexicanos Alberto Chimal, David Miklos y Rosa Beltrán y el argentino David Olguín.
ESCRITORES PERVERSOS Y PESIMISTAS
En 2013, el historiador y narrador mexicano José Mariano Leyva, presentó el libro Perversos y pesimistas. Los escritores decadentes mexicanos en el nacimiento de la modernidad (Tusquets).
Como ningún otro momento histórico, la modernidad tuvo la capacidad de encarnar a sus más acérrimos críticos en sus hijos más jóvenes. Desde los bulevares parisinos de Charles Baudelaire, los bajos fondos del San Petersburgo de Fiódor Dostoievski o los barrios pobres londinenses de Charles Dickens, las metrópolis de todo el mundo descubrieron la perversión que se ocultaba tras sus relucientes novedades en la obra de nuestros primeros contemporáneos: espíritus que habían abandonado las formas del antiguo régimen y ávidos consumidores de nuevas experiencias, que encaraban con un pesimismo aguerrido las contradicciones de su sociedad.
En México, el grupo integrado por Rubén M. Campos, Ciro B. Ceballos, Bernardo Couto, Balbino Dávalos, Alberto Leduc, Amado Nervo, Efrén Rebolledo, Julio Ruelas y José Juan Tablada se opuso al positivismo, se volvió hacia lo oculto, experimentó con formas y temas antes proscritos por el “buen gusto” literario y llevó su vida a los excesos mismos de la decadencia que reflejaban en sus obras. Así, detener la mirada en los escritores del fin de siècle mexicano es contemplar los fundamentos de nuestro mundo, de la experimentación, el desenfado y la transformación de valores que definieron al siglo XX.
“La diatriba efectiva de los decadentes radicaba en que su actitud estaba elaborada con todo propósito. No eran ricos ociosos o generales fastidiosos. Eran un grupo que, en su vida diaria, decidió ir contra los preceptos del orden. Los decadentes estaban hartos —como lo reflejaban sus textos— de la imagen del escritor decimonónico, previo al Porfiriato. Subversivos acérrimos, no se suscribían —de manera práctica— ni al pasado ni al futuro que el Porfiriato soñaba. Era como si se consideraran claro resultado de una temporalidad efímera, transitoria. El final de un viejo régimen. El inicio de un mundo nuevo. Ninguno adecuado para ellos”, dice Leyva.
CINCO METROS DE CUENTOS PERVERSOS
Para el escritor mexicano Fabrizio Mejía, lo perverso “se puede presentar de muchas maneras posibles y afectar en distintos niveles, materializarse en la más terrible barbarie o brotar como un hecho aislado y sin aparente consecuencia”.
Así lo dejó ver en su antología 5 metros de cuentos perversos, dada a conocer en 2011 por la editorial independiente Textofilia.
A su modo, la novela del famoso escritor mexicano Jorge Volpi, La tejedora de sombras, es también una historia de perversión protagonizada por Christiana Morgan, una mujer inteligente y de tendencias suicidas.
La historia de Morgan y su amante durante 42 años Henry Murray transcurre en la Nueva York de 1925 y tiene como telón de fondo el psicoanálisis de Carl Gustav Jung y Sigmun Freud y, según la escritora Daniela Tarazona, “la pasión de Christiana es el autoconocimiento y ella busca en los cuerpos de los hombres las respuesta que no halla en sí”.
La idea del sentimiento amoroso, que en La tejedora de sombras se construye como algo perverso, aparece en la novela como un enigma sin resolver y que, al decir del escritor mexicano Eloy Urroz, “cuestiona el concepto del amor en el siglo XXI”.
“¿El amor es el delirio de una desquiciada o el equilibrio de un matrimonio bien avenido?”, se preguntaba Urroz luego de la lectura de la novela de Volpi.
Preguntas parecidas se hace la compiladora de cuentos perversos Paola Tinoco respecto de temas como la perversión y el sexo y estos en relación con la escritura.
“En la literatura, como en la vida, no todo lo perverso es sexual y viceversa”, se responde Paola. Y parece tener razón.
