Una exposición en París explora la obra de Ida Tursic y Wilfried Mille, quienes reinventan clásicas imágenes de la cultura pop con estilo propio. “Nuestro primer paso siempre se trata de decidir a quién queremos, el paso que sigue es enamorarse con una imagen, y luego: hacerla nuestra”, dicen en entrevista con i-D.
Por Sarah Moroz
Ciudad de México, 18 de septiembre (SinEmbargo/ViceMedia).–Ida Tursic, que nació en Serbia, y Wilfried Mille, que nació en Francia, han sido compañeros por más de 15 años, se conocieron en la escuela de arte en Dijon, Francia. Buscando en lo profundo del tesoro sin fondo que es Internet, van en busca de iconografías del arte y los medios para imprimir y pintar sobre ellos, dándoles otro sentido con manchas, gotas y pinceladas para enfatizar la materialidad artística.
Su exposición de nuevas pinturas al óleo en París, Elizabeth Taylor in a landscape, painting nature’s beauty and the caress of the smirking sun over the mountains, es también el título de uno de sus tantos retratos de la cultura pop. En sus palabras, figuras contemporáneas se mezclan con fluidez con iconos de la historia del arte, los cuales Tursic y Mille se apropian y reinventan con el mismo estilo. Mostrando no solo a Elizabeth Taylor, la exposición también muestra a los Sex Pistols (con “una cerveza, un whiskey y dos manzanas”), Paul Cézanne, Nikola Tesla, Honoré de Balzac, Kurt Cobain y Courtney Love, y William S. Burroughs (“de rosa, con su pistola favorita”). Un tríptico de pinturas de Bettie Page son “como las tres gracias”, lo cual también es un paradigma de cómo los iconos de la cultura pop puedes ser reciclados perpetuamente, tanto de manera estética como conceptual. Mientras su exposición en el Almine Rech era montada, la pareja habló sobre trabajar juntos, catalogando desastres y errores, y su espectro de ídolos de la cultura pop.
¿Cómo empezaron como un dúo en primer lugar?
Wilfried: Eramos parte de un estudio colectivo mientras estudiábamos en Dijon; cada uno teníamos un muro en el espacio. En un punto, nunca supimos quien lo hizo, pero nos fusionamos. En un principio discutimos mucho —aún lo hacemos. Cada cuadro tiene una cierta resistencia detrás.
Ida: Aprendimos que debes dejar que el otro haga lo suyo, a veces, y solo confiar en la otra persona. Nos permite hacer cosas que no estábamos esperando.
Wilfried: No teníamos la misma manera de hacer las cosas. Ella es muy ordenada y escucha la radio, yo no. Pero hacemos que funcione [risas].
Ida: En el centro de todo, en cuanto a los cuadros, sabemos más o menos lo que queremos. Es por eso que funciona —porque por lo general estamos de acuerdo con los resultados.
¿Cómo ha evolucionado su trabajo juntos?
Wilfried: En un principio, pintábamos imágenes de manera muy directa, aunque odio el hiperrealismo demasiado fotográfico. En el estudio, los documentos con los que trabajábamos se dañaban, se decoloraban y se ensuciaban, y comenzó a cambiar la manera en la que trabajamos. Más que solo hacer un retrato sencillo, las manchas convertían la obra en otra cosa, casi como una naturaleza muerta. Ya no solo se trataba de un rostro, pero el material, el proceso. Nos implicamos en la noción del retrato, el paisaje —y la pintura en sí.
Ida: También teníamos una base de datos de manchas, las acumulamos.
Wilfried: Nuestra manera de trabajar es guardar todo lo que sea basura, todo lo accidental.
Ida: Paletas de pintura.
Wilfried: Y después de eso, hacemos collages de las composiciones en los cuadros.
Ida: A veces al punto de anular la imagen.
¿Por qué este apego a la simbolización de la cultura pop?
Wilfried: Son gente que nos gusta, es un firmamento. A veces se trata verdaderamente de la imagen mas que del sujeto —como la de Elizabeth Taylor, por ejemplo. Hemos formado una base de datos enorme de fotos, y tomamos fotos también. Las dividimos en todo tipo de categorías: impresionantes, Marilyn Monroe, etc. Adoramos a Kurt y Courtney. También tenemos al perro de un amigo, y a Marguerite Duras. Está Ingres, haciendo puchero.
Ida: Está Courbet. De hecho hay bastantes pintores. Una de las pinturas está basada en una de Rimbaud, la cual está muy dañada. La pintura está sobre madera, la cual quemamos. La cantidad de daño a la imagen le dio un aire muy Dorian Gray —y la referencia a Dorian Gray es recurrente. De hecho tenemos a Oscar Wilde por aquí con su amante, también un poco dañada. Las manchas de pintura se imponen sobre la imagen, tienen poder sobre ella.
Están Iggy Pop y Michel Houellebecq —nos encanta el contraste del interior decorativo contra sus personalidades. ¡Lindsay Lohan, haciendo lasaña, de una foto de Instagram! Baudelaire pintado por Franz Kupka, Kazimir Malevich en madera quemada. Duchamp con un corazón rosa, Matisse y su perro, Picasso con manos gigantes, Nietzsche con una erección. Y Cicciolina [una estrella porno italiana que nació en Hungría y política electa por un corto plazo] orinando. Necesitamos a alguien orinando.
Wilfried: Muchos otros retratos no están incluidos en esta exposición; Andrei Tarkovsky, David Lynch, muchas figuras del cine y la música.
Mezclaron lo contemporáneo y lo clásico de manera bastante casual, ¿por qué este balance?
Wilfried: Es como con la pintura: tienes que saber lo que vino antes. Es parte del arte, de todas maneras. Nuestro primer paso siempre se trata de decidir a quién queremos, el paso que sigue es enamorarse con una imagen, y luego: hacerla nuestra.
Y tienen un retrato de Walter Benjamin, una figura con una carga artística y política.
Wilfried: Está hecha en la pantalla original para hacer serigrafías, en la matrix. Nos gusta utilizar el objeto que se utiliza para hacer reproducciones como un medio en sí. Si estuviera impreso, sería un negativo. Benjamin estaba muy consciente de su época cambiante, y la reproductividad de la industria. Y eso está sucediendo ahora con el Internet y con las imágenes.
