La revolución tecnológica crea desigualdad y concentración de poder, dice ex directivo de Airbus

21/10/2019 - 9:14 pm

Delmas habla de China como un ejemplo de desigualdad territorial en el que el Estado invierte en parques industriales tecnológicos a los que emigran millones de personas y deja regiones rurales más pobres de lo que eran antes, pero también extrapola ese fenómeno a otros países, como España o Francia.

Por Paula Bayarte

París, 21 oct (EFE).- La revolución tecnológica debe hacer reaccionar a los Estados para que limiten el poder de las grandes multinacionales y se adapten al nuevo modelo económico, dado que de lo contrario las desigualdades no pararán de crecer, destaca en su último ensayo el antiguo vicepresidente de Airbus Philippe Delmas.

El empresario francés abre su reflexión con una intuitiva cita del filósofo Michel Serres: “Quienes gobiernan hoy dirigen un mundo que se transforma por razones que ignoran”.

Un pouvoir implacable et doux (Un poder implacable y suave), publicado este octubre, habla de sociedades más desiguales, un mayor individualismo y pérdida del valor de la democracia como algunas de las sombras que ha traído la revolución digital instaurada en todo el mundo en apenas medio siglo.

Delmas (1954), doctor en Economía y Matemáticas, afirmó a EFE en su presentación en París que la tecnología está construyendo “economías radicalmente desiguales” para los individuos, empresas y Estados, y un nuevo sistema de vencedores y vencidos en el que unas pocas compañías y países acumulan cada vez más poder.

“Entender la importancia de las ciudades en este nuevo orden es fundamental”, ya que en ellas se desarrolla la industria tecnológica que enriquece a la población y crea empleo en todos los sectores, sostiene.

Esta concentración de poder, en su opinión, deja sin posibilidades a las pequeñas y medianas aglomeraciones y por supuesto al mundo rural.

Delmas habla de China como un ejemplo de desigualdad territorial en el que el Estado invierte en parques industriales tecnológicos a los que emigran millones de personas y deja regiones rurales más pobres de lo que eran antes, pero también extrapola ese fenómeno a otros países, como España o Francia.

Aunque la revolución tecnológica sea universal, el autor cree que en los países en vías de desarrollo estas diferencias son más agudas, ya que cerca del 20 por ciento de la población se ha modernizado y enriquecido, pero el resto tiene menos posibilidades de prosperar porque los empleos están más polarizados.

La tecnología se distribuye muy rápido pero se absorbe lentamente, lo que hace que los países más pobres, aunque dispongan de ella, no puedan alcanzar a los que llevan más años desarrollándola.

“Las capacidades de las nuevas tecnologías hacen que el mundo digital exija otro funcionamiento político diferente al que dejó la Revolución Industrial y que aún perdura en los gobiernos”, explica el que fuera vicepresidente del fabricante aeronáutico europeo hasta hace poco más de una década.

A su juicio, grandes multinacionales como Google o Amazon son más importantes en la actualidad que la mayoría de Estados, pero estos últimos tienen el poder de la ley y la posibilidad de unirse y convertir estas leyes en universales para defender los derechos de los ciudadanos, en contra de los intereses de las empresas.

Delmas defiende que los países deben moverse rápido y tener visión de futuro: “La naturaleza de los Estados es ir retrasados”, señala entre risas, “pero deben escuchar y adaptarse a este nuevo marco por el bien de las sociedades”.

El también alto funcionario, formado en la elitista ENA, recalca que el nuevo modelo económico tiene “una dimensión inmaterial”.

El autor pone el ejemplo de la empresa de reparto UPS, que dedicó 300 millones de dólares en desarrollar un algoritmo para optimizar los trayectos de los mensajeros, pero apenas tuvo que invertir en que sus repartidores lo tuvieran disponible.

A ese toque abstracto del nuevo orden se añade la mano de obra que trabaja gratis en algunas empresas tecnológicas: Tripadvisor o Wikipedia funcionan por las críticas o informaciones que publican usuarios que no reciben ninguna remuneración.

“La revolución industrial trajo el colectivismo y la tecnológica el individualismo”. El mundo digital está explotando el “yo” y provocando que la democracia deje de ser un valor al alza, en algunos casos prescindible, concluye el hombre de negocios.

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