México

Vivía amenazada por el esposo, se lo dijo a la policía. Está muerta. Y su mamá no tiene ni para el ataúd

22/08/2018 - 7:00 pm

Manuel Jerónimo Hernández, presunto feminicida de Laura Karina, era conocido por su adicción a las drogas y al alcohol. Las mujeres le tenían miedo por la mala vida que le daba a su esposa; los hombres lo odiaban pues constantemente presumía sus lazos con el Cártel de Jalisco Nueva Generación, y los humillaba. “Si la policía no lo agarra, por Dios, lo vamos a quemar y hacer justicia nosotros mismos”, dice uno de sus vecinos.

Antes de ser asesinada, Laura Karina tramitó dos denuncias contra el padre de sus hijos. La primera, ante la Agencia Especializada en Delitos contra la Familia de Acayucan, por una agresión con patadas y puñetazos; la segunda, por robo.

Las denuncias ante la Fiscalía General del Estado no sirvieron de nada. “Ahí están sus denuncias, ¿ahora quién me regresa a mi hija?”, reclama Mercedes Hernández. El día que la asesinaron, entre su puño, los peritos localizaron un juego de llaves. “Eran las llaves de la casa, creo que ella se aferró a ellas porque pensaba que el atacante las quería para venir a sacar a los niños y hacerme daño”, relata Mercedes Hernández.

Por Ignacio Carvajal

Jaltipán/Ciudad de México (BlogExpediente/SinEmbargo).- Laura Karina era el sostén del hogar donde vivía con su madre, Mercedes Hernández, en la colonia Las Tinas, en el municipio de Jaltipán, Veracruz. Ahí se refugió desde hace unos meses luego de dejar al padre de sus dos hijos, quien es principal sospechoso de su feminicidio.

Ésta es la historia de dos mujeres solas, pues Mercedes también es madre soltera y está enferma. “Trabajé asando pollos durante muchos años, y se me metió el humo a los pulmones, por lo que ahora Kari trabajaba y yo cuidaba a sus hijos”.

Al momento de la entrevista, la familia aún debía el costo de la caja en la cual sepultaron a la joven, y pedían apoyo para los dos huérfanos.

El otro problema para esta víctima directa de la violencia feminicida, es es la nieta, Melina Jerónimo Alvarado, de 4 años, quien quedó ciega por una enfermedad.

La menor ahora anda a paso pausado por los pasillos de la casa de unos tíos, en donde ella y su hermanito aguardan a que los adultos realicen los últimos trámites del funeral y la denuncia contra el presunto feminicida de su madre, Manuel Jerónimo Hernández.

Los dos hijos de Laura quedaran al cuidado de la abuela y sus tíos. Foto: Ignacio Carvajal, BlogExpediente

Manuel Jerónimo Hernández era conocido por su adicción a las drogas y al alcohol. Las mujeres le tenían miedo por la mala vida que le daba a su esposa; los hombres lo odiaban pues constantemente presumía sus lazos con el Cártel de Jalisco Nueva Generación, y los humillaba.

“Yo vendo droga del Cártel del Jalisco y me la ·$%&”, solía amenazar a los conocidos de su ex pareja.

“Si la policía no lo agarra, por Dios, lo vamos a quemar y hacer justicia nosotros mismos”, dice uno de sus vecinos.

Laura Karina lo conoció cuando se encontraba en segundo semestre de la preparatoria, eran vecinos, y quedó embarazada, así que ambos formaron matrimonio bajo el techo de la casa de Mercedes.

Desde los primeros momentos, la vida a su lado resultó tormentosa. Celos y golpizas.

Antes de ser asesinada, Laura Karina tramitó dos denuncias contra el padre de sus hijos. La primera, ante la Agencia Especializada en Delitos contra la Familia de Acayucan, por una agresión con patadas y puñetazos; la segunda, por robo.

Ya separados, Manuel Jerónimo Hernández robó el teléfono a Laura, y cuando lo tuvo en sus manos revisó su agenda y comenzó a llamar a sus compañeros de trabajo, en un comedor de la empresa Maseca, para amenazarlos por estar dentro de la lista de contactos de su ex esposa.

Eso por poco le cuesta el empleo a Laura Karina, pero ella lo denunció y siguió adelante con su vida. En los dos casos, las querellas ante la Fiscalía General del Estado no sirvieron de nada. “Ahí están sus denuncias, ¿ahora quién me regresa a mi hija?”, reclama Mercedes Hernández.

Laura Karina era muy discreta, hablaba poco de sus problemas, pero daba la vida por sus familiares.

El día que la mataron, entre su puño, los peritos localizaron un juego de llaves. “Eran las llaves de la casa, creo que ella se aferró a ellas porque pensaba que el atacante las quería para venir a sacar a los niños y hacerme daño”, relata Mercedes Hernández.

Incluso, en su mano, Laura Karina quedó con marcas de las fuertes mordeduras propinadas por el atacante que buscaba despojarle de las llaves, sólo se pudo llevar su bolso; el ex esposo quería que regresara con ella, ese era el pleito constante. Los dramas en la calle y a las afueras de la casa. Y por no regresar a esa vida de violencia, Laura Karina se sacó nueve navajazos mortales.

Melina se quedó sin mamá, pero tampoco sabe cómo es el día o la noche. No conoce la forma de las jaranas que constantemente rasgan los soneros de Jáltipan; tampoco conoció el rostro de su madre, pues una enfermedad la hizo nacer ciega, conocía el mundo por el tacto y el olfato.

Así que cuando nota la presencia de personas, los toca, se huele la mano y por el aroma sabe quién es. Pero sus pulmones llevan varias horas en vigilia esperando anhelantes ese aroma que nunca más sentirán: el de mamá.

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