La persecución de las flores prostitutas

23/02/2014 - 12:00 am

Sus tallos están sujetados por los ligueros y medias negras que cubren las nuevas piernas de una flor en busca de un nuevo dueño noche tras noche, mientras la insistencia del dealer por prostituir un regalo de la naturaleza, trata de exhalar los sentimientos como un cliché.

Como las prostitutas, las flores no escogen a sus clientes y se enfrentan a infinidad de sorpresas dependiendo la ocasión. Un pergamino señala el tipo de capullo y su significado a los usuarios de esta práctica, quienes desconocen su esencia y optan por la opción más inmediata.

En la esquina de la calle principal, un balde lleno de flores se insinúa a los que pretenden demostrar afecto en cuestión de segundos. El escote se oculta entre los pétalos y los tacones apenas caben en la raíz de la flor a punto de entregarse en una habitación desconocida, la vía pública, un restaurante elegante o la banca de un parque.

Un crisantemo rojo para iniciar y decir te quiero en automático. Orgasmo sentenciado en un abrazo para decir gracias y sentirse único por recibir a la naturaleza a punto de morir en nuestras manos, cuestión de esperar unos días a que se marchiten esos sentires y terminen en lágrimas cayendo como pétalos.

Una rosa fue intervenida quirúrgicamente, su color cambió y se ve muy extraña. Un azul cielo deslavado pasa a ser verde y una arruga que une las cejas, se dibuja en los rostros desconcertados por la falsa esencia de un gesto de que dios apenas existe y es capaz de permitir las mentiras en la vegetación.

Las flores tienen su época de celo involuntario en las celebraciones echadas a perder por el consumismo. Es patético arrancar de su hábitat a los botones de colores con el fin de cumplir un compromiso autómata de expresarse más cuando la sociedad lo exige en determinadas fechas y no cuando los sentires realmente lo reclaman.

¡Auxilio! La ciudad está en peligro, las flores persiguen a potenciales de víctimas y victimarios día a día. Una niña inquieta incrusta su mercancía en el brazo, obligando a las parejas a comprarla y tratar de crear un rechazo diplomático pero es más fuerte la opción de adquirir a fuerza la rosa sin espinas, que simboliza la ausencia de miedos. El único temor, es que suelte un llanto que nos señalen como culpables o malvados por no cooperar con la causa.

Los ojos se cruzan con los pétalos dispuestos a sembrar el olvido y coquetear con su refulgencia en la recepción de cualquier lugar, hasta se acomodan con hoja en la cintura- tallo para coquetear con quien se deje y esté dispuesto a caer en la trampa de ser perseguido por una de ellas y acariciar centímetros de piel humana, las ventajas de arrancar plantas espermatofitas de su cultivo mientras el vendedor dice: “Flores, Flores” y un billete en mano cierra la venta.

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